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La voz sobre el arte en la tumba de mi madre corrió como pólvora en carnaval. De pronto no solo la gente del pueblo me encargaba trabajos para sus seres queridos sino que también venían de otros pueblos e incluso de algunas ciudades vecinas.

Construí mi propio taller en lo que fue un granero en el fondo de nuestra propiedad, el segundo piso daba a un lago que se veía desde el enorme ventanal, un lugar lleno de luz y espacioso donde escuchaba música que me inspiraba para mi trabajo.

Cuando alguna familia o alguna persona venia les hacia una pequeña entrevista sobre los gustos de la persona fallecida, las cosas que disfrutaba en vida o alguna frase que fuera muy característica en ellos. Después mi padre hacia la lápida cortándola según lo pedían los familiares y poniéndoles el nombre y la fecha y me la traía al granero para que yo hiciera magia.

Hacia entre 5 y 8 lapidas por semana dependiendo de su complejidad y el dinero me fue permitiendo comprar tornos cada vez más sutiles para darles profundidad y sombras a las imágenes.

Una vez una señora mayor enferma de leucemia había visto la lápida que hice para una amiga suya y vino a buscarme. Me hablo de su vida y de su infancia y de cómo extrañaba el lago y el viejo sauce. Al final de la tarde termine su lapida. Un hermoso paisaje con un lago un sauce y el sol escondiéndose en el agua quedo tan feliz que me pago el doble del presupuesto.

En otra oportunidad vino una chica con aura oscura y algo extraña. Me pidió una lápida simple con un extraño símbolo. Hice lo que me pidió y en un momento le pregunte si era un símbolo de resurrección. Luego de un momento me dijo que era un símbolo para no volver. Me pago en efectivo y se lo llevo por suerte nunca volvió.

Otra vez vino una familia de varias personas, sus padres habían fallecido en un accidente de tránsito y querían saber si era posible un retrato de ellos en piedra. Una foto de cuando eran adolescentes hipies y recién se habían enamorado. Tarde una semana por el excesivo detalle de la foto pero fue uno de los trabajos que más me conmovió y la familia estaba feliz.

Mis lapidas comenzaron a cotizarse y hasta me hicieron una nota en un diario de una pequeña ciudad. Tenía una lista de espera de hasta tres meses a pesar de que trabajaba desde el amanecer hasta la noche casi sin descanso.

Papa y Hannah mi nana me traía de comer y tazas de café. Me decían que estaba tan pálida como el mármol que trabajaba.

No tenía más vida que esa tampoco. No salía, no tenía novios, ni citas. La gente era o más vieja que yo o eran niños. Los demás eran básicamente clientes.

Se que tenían razón pero tampoco 'podía esperarse mucho de ser joven en Saint Church . Los jóvenes huían en el primer tren y los que debían quedarse parecían envejecer antes de tiempo como me estaba pasando a mí. Pero era incapaz de abandonar a mi padre.

Papa tomo a un hombre para ayudarlo en su trabajo y le enseño el arte de hacer lapidas. Stan era un hombre de unos 40 años sencillo y solitario desde que su mujer lo abandono por un hombre que conoció en internet y le enseño el brillo de la ciudad.

El junto con mi nana se convirtió un integrante más de la familia.

Así pasaron varios años, con mi trabajo haciéndose popular y yo cada vez más pálida.

Una tarde llego a mi casa una limosina. Una mujer muy joven y bien vestida vino a pedirme un trabajo muy especial. No solo quería una lápida. Ella quería una pared completa en el mausoleo en memoria de su marido Marcus Breed al parecer una leyenda del rock fallecida por una sobredosis accidental.

El problema era que para el trabajo debía trasladarme a bel air cerca de los Ángeles por al menos dos meses. . la idea de irme de casa casi me hace rechazarla pero mi padre, Hannah y Stan prácticamente me hicieron la maleta y me obligaron a aceptar. Claro que los 300 mil dólares de paga junto con casa y comida hicieron un buen trabajo en convencerme también.

La ilustradora de tumbasΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα