Prólogo

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Prólogo

Nunca se le había dado bien todo aquello.

No era una mujer conocida por su delicadeza precisamente, y lo que necesitaba en esos momentos, era ser suave. Respiró profundamente, con sus ojos oscuros centrándose en la figura de la rubia, que se encontraba sentada en el sofá de su apartamento. Miró hacía atrás, viendo como sus dos amigos la observaban con curiosidad. Le encantaría hacer que se marchasen, pero sabía que los dos pesados le iban a estar haciendo muchas preguntas después, y casi prefería que fuesen testigos silenciosos; aunque les amenazó con que, cómo dijesen algo, se iban a lamentar de ello.

Tras sopesarlo, finalmente, salió de la cocina rumbo hacia el salón, y la muchacha de cabello dorado se giró, dedicándole una sonrisa de esas que hacían que le temblasen las piernas. Iba a ser mucho más difícil de lo que pensaba. No solo por el efecto que podía llegar a causar en ella, sino por el efecto que le encantaría que tuviese también en su interior, en su corazón. Ella quería haber encontrado el amor en esa chica, pero no había nadie en su corazón como ella. Solamente ella.

―Eh...―saludó con una leve sonrisa, aunque se congeló al ver que la otra también sonreía con tristeza. Parecía que sabía lo que le esperaba ahora.

―Hola―dijo con tono afable, cruzando una pierna por encima de la suya.

Se sentó en frente, encorvando su cuerpo hacia adelante, y apoyó los codos en sus rodillas, mordiéndose el labio inferior ligeramente, pensando en cómo escoger las palabras adecuadas. ¿Qué le podía decir para no hacerle daño? Seguramente se lo iba a hacer, y sí pudiese, daría la vida por solucionar toda aquella situación, y estar las dos juntas. De poder ser, de verdad, feliz con ella.

―Dani...

―No hace falta que digas nada, Santana―comentó, permaneciendo serena, y hablando con tono amable―; ambas sabemos que esto no iba a durar―dijo con pesar la muchacha, pasando la lengua por el labio superior―. Vienes a decirme eso, ¿verdad?

―Sí―solo fue capaz de responder, y Dani se la quedó mirando, como si todo fuese culpa de ella misma. Y solamente tenía ella la culpa. Santana sabía que ella era la culpable de todo esto―. No podemos seguir con esto―la rubia asintió lentamente, como procesando la información―. Dani, te quier...

―No―interrumpió la aludida, cabeceando ligeramente―. No me digas eso...No quieras suavizarlo todo por mí, Santana. Te agradezco el esfuerzo, pero ambas sabemos que ella sigue en tu mente―replicó con una leve sonrisa, haciendo que la morena se sintiese más apenada todavía. Le encantaría que eso no estuviese pasando―. ¿Después de tanto tiempo?

Se quedó pensando la pregunta, tragando saliva en seco. ¿Después de tanto tiempo? Sí. La seguía amando. Claro que la seguía amando. Había intentado olvidarla de alguna manera u otra, pero no era capaz de ello. ¿Cómo se podía olvidar alguien del que fue el amor de su vida? La primera persona que le hizo sentirse única y especial. Era cierto que era difícil. Era cierto que ambas lo habían pasado mal, pero eso no quitaba que había sido lo más hermoso que había vivido. Y aunque ella había decidido perderlo, no conseguía olvidarse de ella.

Le hubiese encantado que con Dani hubiese funcionado. Había aparecido en su vida cuando peor lo estaba pasando, y había hecho que entrase un poco de luz entre tanta oscuridad. Con ella era todo fácil, lógico, no había problemas; y eso le encantaba. Pero Dani nunca le había hecho sentir lo mismo, ni parecido siquiera. Sí, le gustaba, y la quería; pero nada más. Y se lamentaba haber tardado en verlo y entenderlo. En comprender que lo había estropeado.

―Sí―contestó solamente. ¿Qué más iba a decir? No iba a prolongarle el sentimiento de dolor a la rubia.

― ¿Vas a ir a buscarla? ―Quiso saber la chica. Casi se sentía patética.

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⏰ Última actualización: Feb 25, 2016 ⏰

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