Feliz San Valentin

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–Nii-san, ¿cómo describirías a Marinette? –la pequeña Sophia se encontraba sentada frente a un escritorio, una hoja de papel rosado descansaba sobre éste y en su mano, un bolígrafo.

Adrien la miró alzando una ceja. – ¿Por qué la pregunta?

–Sólo responde y ya. –lo miró algo cansada, había estado revolviendo sus pensamientos y no encontraba forma de describir a la joven. ¿Quién mejor que un enamorado para hacerlo en su lugar?

Sí, su hermano adoptivo estaba por completo embobado por la muchacha azabache. Entre sueños solía musitar su nombre, y no era nada si lo comparaban con sus reacciones al oír el nombre de la ojiazul. A veces solía traerle varios regaños, incluso por parte de su kwami, pero no le importaba demasiado.

–Veamos...–dijo mirando al techo de la mansión, como si éste fuese algo muy interesante de pronto. –Es dulce, hermosa y la persona más amable que he conocido.

Sophia escribía atentamente. – ¿Qué más?

El rubio sonreía soñador al recordarla. –Tiene unos hermosos ojos color cielo, un cabello que, si lo llevase suelto y con pequeños brillos, asemejaría una noche estrellada. Su sonrisa, su sonrisa es capaz de iluminar cualquier sitio oscuro, ni hablar de sus labios que parecen pétalos de rosas...

– ¡Listo! –lo interrumpió de pronto. – ¡Muchas gracias, Nii-san!

Antes de que el ojiverde le preguntase por qué le había pedido eso, Sophie dobló el escrito con cuidado, tomó un sobre color negro y lo introdujo ahí, lo selló y escribió el destinatario con tinta color plata, junto con el remitente. Al final, colocó una calcomanía de la huella verde de un gato, símbolo de Chat Noir y corrió fuera de la casa.

–Alto, ¿a dónde vas? –Adrien la había perseguido, sin embargo se detuvo al ver que la chiquilla introdujo la carta en un buzón y lo miraba triunfante. – ¿Por qué hiciste eso?

La pequeña sonrió orgullosa. –La envié a Marinette.

El muchacho palideció de repente. No podía creer que ahora su amada se enteraría de lo que él pensaba sobre ella.

–No, no, no. –Intentó meter el brazo por la ranura de la caja cerrada, pero no podía identificar cual era cual. –Sophia, ¿qué has hecho?

Ella lo miró, inocentemente. –No te preocupes, no puse la carta a nombre tuyo, así que, no tienes que alterarte tanto.

–Entonces, ¿qué dice? –preguntó asustado.

–Será sorpresa, ¿está bien? –en serio, ¿qué pasaba con ésta niña? –Quiero que seas feliz, Nii-san, sin embargo, tus miedos te están impidiendo serlo. ¡Debes ser tan valiente como cuando eres Chat Noir!

Eso le dio una idea. Nada podía ser más memorable, que visitar a la joven en la noche del catorce de febrero. Podría llevarle un regalo, ¿tal vez un ramo de rosas?, ¿un collar?, ¡podría enseñarle su verdadera identidad! Por supuesto, así podrían salir como civiles sin temor a ocultarle la verdad.

De hecho, él había estado visitándola como su alter-ego hace bastante tiempo. Al principio, sólo buscaba a alguien con quien hablar tranquilamente. Nino no podría escucharlo hablar de su amor platónico con tanta naturalidad sin decirle que estaba loco, tampoco podía hablar con Ladybug sobre ella misma, ¿quién mejor que su compañera de escuela? Ella se destacaba por ser una gran oyente, una excelente persona y alguien a la que podías darle toda tu confianza sin preocuparse de ser traicionado.

Aunque, no contó con que, al pasar el tiempo, poco a poco acabase por enamorarse de ella, como tampoco esperaba verse sorprendido cuando sus ojos se encontraban, normalmente era la chica quien quitaba la mirada primero, pero él acababa rindiéndose y volviendo la vista al frente, sonrojado a más no poder, esperando que ella no lo hubiese notado.

Joyeux Saint - ValentinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora