—No, ni siquiera sé quién es.

—Los he visto mirándose.

Dentro de todo el nerviosismo y las náuseas que ahora sabía se debían a otras razones, Jess sintió ganas de reír. Sandra era una mujer bien entrada en sus treinta, casada y con un par de hijas, que rellenaba su escaso tiempo libre viendo telenovelas y esa práctica había consumido su cabeza hasta el punto de hacerla creer que a su alrededor todos vivían en su propia historia romántica. El incansable espíritu romántico de Sandra no le permitía ver que en realidad Jess estaba viviendo en una película de terror, una de las malas. Y ni siquiera sabía quién era Mark.

—Sandra, no es Mark —dijo conteniendo una mueca.

—Bien, adivinaré, podemos hacerlo un poco divertido mientras te decides a contarme...

—Nunca será divertido. Jamás.

—Solo tengo que pensar en cada hombre de la empresa —continuó su amiga, ignorándola—, menos en Mark y en Brett, aunque pensándolo bien eso sería épico, serías como una Inés Duarte moderna, aunque no creo que eso convenza a Nora o la ayude a no caerse muerta.

Jess se llevó los dedos a la frente por un segundo. Sandra no estaba ayudando con sus comentarios, y el hecho de que mencionara a su madre o a Brett solo aumentaba su vértigo.

Hasta el momento no había pensado en Brett, pero ahora que su amiga lo mencionaba Jess se preguntó ¿Cómo le diría aquello? Estaba embarazada y no podía ser de nadie más, pero él era su jefe, tenía novia y, siempre y cuando estuviera sobrio, la odiaba. No tenía ni la más mínima esperanza de que Brett se sintiera feliz al enterarse de que iba a ser padre, ni siquiera estaba segura de que ella misma lo estuviera. ¿Era una buena idea que se enterara, después de todo?

Aquello era horrible. Más que horrible. Ni siquiera sabía cómo se lo diría a Brett y la única alternativa que se le ocurría le causaba pavor. ¿Y sus padres? ¿Cómo le explicaría que estaba embarazada de un hombre con novia que además era su jefe? ¿Y la universidad? Se suponía que iniciaría sus clases en otoño.

La había cagado a lo grande. No tenía idea de lo que haría con respecto a nada, pero por el momento toda su vida se había deshecho por culpa de una inofensiva borrachera y un par de imbéciles calenturientos. Porque claro que ella no se cargaría con toda la culpa.

Parada frente a un molesto semáforo obtuvo un repentino golpe de razón. Tan pronto como llegara a la empresa le diría a Brett que estaba embarazada. Y luego que pasara lo que tuviera que pasar. Después eso, podría contarles a Sandra y a sus padres y rogar para no perder la vida en el intento.

—¿Sandra? —murmuró, agarrando valor cuando el tráfico volvió a su circulación normal.

—¿Sí?

—Creo que no estoy lista para esto.

Si en algo Sandra era buena era dando consejos y como madre de dos niñas que era, además de la única persona experimentada con la que podía tratar el tema, Jessica no se imaginaba a nadie mejor para desahogarse.

—Por supuesto que no lo estás, tienes dieciocho, cielo...

—¿Y entonces qué hago? —Jess se obligó a mantener la vista al frente y no pestañar o terminaría llorando como magdalena.

—No quieres tenerlo.

Aquellas palabras no fueron una pregunta, Sandra era lo más cercano a una amiga o incluso un familiar que Jess tenía, obvio debía estar leyendo sus pensamientos, aunque no se atreviera a mirarla a los ojos.

—No lo sé...

—¿Y qué me dices de ese donador de esperma misterioso? Debes hablar con él.

Y ahora ¿Qué hago? 1 y 2 (Disponible en Amazon)Där berättelser lever. Upptäck nu