—Olvídate de tus inseguridades, hoy es el primer día del resto de tu vida. —Cristina apoyó un brazo sobre el hombro de Ashley mientras se miraban al espejo. Esto les provocó una sonrisa cómplice.

 Cristina se dispuso a retrasarse un poco en lo suyo para ayudarle a su amiga que temblaba de los nervios. Le retocó el maquillaje y la ayudó con el atuendo. No era necesario resaltar el brillante pelo castaño de Ashley sobre su cintura, ni los ojos color miel que adornaban su cara pecosa. Una estatura normal, pero con los tacones que usaba y su porte erguido era suficientemente alta.

—Bueno amiga, ya estoy lista para entrar con buen pie a esa empresa. —mostró una sonrisa de niña impecable, como si fuera por primera vez al colegio. Recogió sus pertenencias para disponerse a tomar el ascensor.

Mientras ajustaba su falda azul combinada con una blusa blanca de mangas largas y una chaqueta azul, los ojos le brillaban como el sol de ese día.

Vivían en el piso 10 del Hollis, un edificio en las afueras de la ciudad, en un principio estaba enfocado en una población estudiantil pero luego fue cambiando a un público joven más adulto. Gente que como ellas estudiaban y trabajaban. A los dueños no les convenía venderle ni alquilarle a personas muy jóvenes por el ruido constante.

 Llegó al parqueo, otra vez se encontraba de frente con Steven, su enamorado eterno desde que llegó a Miami. Steve la veía como la última gota de agua en el desierto, su amor platónico e inalcanzable, aunque en su interior anhelaba que no fuera de esa manera. En serio le gustaba esa chica latina. Le saludó con un gesto leve levantando las cejas y  la cabeza, pues sus manos cargaban un maletín enorme de piel y un smoking negro . Se colocó unos lentes de sol mientras subía a su mercedes último modelo.

El hombre largo, rubio, de ojos azules no lograba captar la atención de Ashley , tenía algo que a ella no le atraía para nada, tal vez por lo tonto que parecía. Era un buen prospecto económico para cualquier caza fortunas, y aunque a ella le encantaba el dinero no lograba gustarle para nada ese hombre.

—Ashley ¿cómo vas?

—Bien, gracias. —Sonrió forzada- voy apurada para mi primer día de trabajo. Ya sabes… —se encogió de hombros.

—¡Gran día por delante eh! —sonrió nervioso—Bueno, Te veo más tarde. Que tengas mucha suerte. —dijo en vista de la respuesta cortante de ella.

Al mismo tiempo entraron en sus respectivos vehículos, Steve se acomodó los lentes de sol y revisó su agenda por última vez antes de poner en marcha el auto.

Steve era abogado en la firma de su padre, una empresa que generaba millones de dólares anualmente. El  bufete contaba con más de 20  años de formado, por ende a él no le hizo falta aprender mucho en la universidad con esa escuela gratuita.

 Era un hombre de 25 años, independiente y millonario por herencia. Se distinguía de sus colegas y amigos por la sencillez con que lo educaron, siempre presto a ayudar y servir a los demás. Cualidad que no resaltaba por la baja autoestima que tenía.

 Vivía en el Hollis desde que se graduó de leyes 5 años atrás, Pero su inseguridad con las mujeres, en especial la que lo traía de cabezas era bastante notoria. Ni todo el dinero acumulado podía hacer de Steve el hombre atractivo que deseaba ser. En el espejo observaba a un perdedor sin oportunidad alguna aunque su fortuna sumaba bastante, él no lo veía así. Cada vez que se observaba, se encontraba más y más defectos.

Puso el auto en reversa desde el parqueo privado, para disponerse a ir a una de las tres audiciones del día.

Ashley giró la llave de su Ford dorado, pero éste no encendió. Mil veces maldijo entre dientes, si hubiese podido darle una bofetada a alguien o patear el maldito auto, lo hubiese hecho. Pero eso no valía de nada en ese momento. Steve giró su llave y se dispuso a salir del aparcamiento cuando la alcanzó a ver por encima de sus lentes en una situación incómoda. Nada podría salir mejor. Su princesa de cuentos se encontraba en medio del bosque completamente perdida y él, como el príncipe azul y no un sapo al que había que besar, apagó su auto y sin pensarlo dos veces se dirigió hacia ella en dos zancadas.

—¿Necesitas ayuda? —Su voz se hizo más segura y sus ojos se clavaron en su busto, por un instante se desconcentró del objetivo principal sobre el inconveniente del auto. Sólo la imaginaba besándola suavemente después de hacer el amor por varias horas. Tocar sus pechos redondos y acolchados, seguro que debía ser igual a tocar el cielo.

—Mi auto no enciende, no sé qué pasa…

Los nervios de Ashley y su poca experiencia con esos temas mecánicos salieron a relucir de inmediato,  pero Steve sí que estaba feliz por la oportunidad de que así fuera.  Se quitó la camisa dejando sus pectorales al aire libre. Mejor dicho, su delgado, muy delgado cuerpo al aire libre. Ella entrecerró los ojos en un gesto casi de risa, pero debía mantener la compostura.

Steve revisó los fusibles, pero  se percató que la batería estaba muerta completamente.

—Al parecer es la batería o un fusible, si deseas te llevo a tu trabajo. Arreglarlo tomará mucho tiempo…. —dijo casi lanzando un grito de júbilo o haciendo uno de los pasos del “Gangnam Style”. Por fin, tenía él el control de todo. ¿Qué opción tenía ella?

 Ashley sudaba de los nervios, era verano y su pelo empezaba a pegarse de la piel. Al menos Steve le dio un alivio ofreciéndose a llevarla, no quería imaginar lo que pasaría si llegaba tarde. Aún así se lo pensó un poco antes de aceptar. No quería darle alas a Steve.

—Puedo pasar más tarde para verificar tu auto con mi mecánico personal —se secó el sudor de su frente con un pañuelo— pero ahora puedo llevarte, así no llegas tarde. —Movió la comisura de los labios hacia arriba levantando el pómulo.

—Gracias, te lo agradezco Steve.. —Respiró hondo aliviada, si tomaba un taxi tardaría demasiado y si se negaba, nadie la ayudaría a arreglar su auto. Sería también un acto descortés. Además ¿qué daño le causaría montarse con él una sola vez?

Se puso de pie y recogió sus cosas del carro para trasladarlas al de Steve.”Esto no me puede estar pasando a mí, Steve me llevará el primer día a mi trabajo. Yo que lo ignoro constantemente… pero es que, me produce algo extraño en el estómago y no es nada agradable”.

Subió resignada tratando de cubrirse con la chaqueta la blusa un poco transparente que llevaba debajo. El cuerpo estaba rígido, con la mezcla de dos acontecimientos estresantes para ella. Primero el carro se daña en su primer día de labores y segundo Steve la lleva al trabajo. ¡Genial!

—Entonces cuéntame ¿Cómo es el trabajo? —preguntó Steve para romper el hielo mientras revisaba el espejo retrovisor.

—Es de asistente de la presidenta de Dwara Creations ¿conoces la empresa?

—Conozco la dueña de esa empresa bastante bien, el día que desees algo no dudes en llamarme. —Al menos Steve serviría como carta bajo la manga en cualquier momento, así que debía portarse bien con él de una manera diplomática.

Todo el camino,  se la pasó observando la anatomía de Ashley sin disimulo alguno, ella se sentía extraña, rogaba bajar rápidamente aunque agradecía el gesto de llevarla.

Había mucho tráfico  en las calles, deseaba que todos volaran por los aires para poder llegar a  tiempo, pero gracias a Steve que buscó todos los atajos para no retrasarla más. Él continuó su escaneo en cada semáforo y ella lo miraba por el rabillo del ojo, su respiración acelerada delataba la agonía que llevaba por dentro por sus deseos reprimidos ante ella. Trataba de ocultar el bulto que crecía dentro de sus pantalones subiendo y bajando la temperatura del aire. Sin darse cuenta llegaron al edificio, el viaje transcurrió en silencio.

Respiró aliviada cuando los neumáticos chasquearon en el pavimento de la entrada de su nuevo trabajo, mojó sus labios inconscientemente, consecuencia del nudo en el estómago que se le había formado sin saber la reacción triple que provocó dentro de Steve.

—Gracias Steve, de verdad te agradezco.

Hizo un esfuerzo por besar su mejilla para despedirse, él babeaba por ella por  tener ese cuerpo a pocos centímetros de distancia, lo tenía loco. Las caderas de esa mujer al caminar le endurecían su interior y exterior, en especial su entrepierna.

— ¡Vaya modo de empezar el día Steve! caliente. —Hablaba para sí mismo mientras se acariciaba un poco para calmar la furia interior, la temperatura quemaba más dentro que afuera aun  con el aire acondicionado.

Ashley sabía lo que provocaba en él, así que no era necesario hacer nada más que continuar su caminar natural hacia el edificio

LOS PEDIDOS DE MI JEFEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora