Capítulo 2: A salvo... creo

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Me despierto bruscamente, estoy sudando, y mi brazo palpita produciendo en mí una horrible sensación. Ahora me viene a la mente el episodio que viví hace unos ¿minutos? ¿Horas? No tengo ni la más mínima idea del tiempo que ha pasado desde que me quedé inconsciente.

Miro con detenimiento a mi alrededor: me encuentro claramente en una enfermería, pues el hecho de que sea toda blanca y haya cantidad de material médico me da una leve pista. ¿Estaré en el instituto? Y, si ese es el caso, ¿dónde se encuentra mi hermana? Se supone que esto es una enfermería, pero no veo ninguna otra persona. La preocupación empieza a invadir mi ser. ¿Qué le habrá pasado a Emma? ¿Estará muerta? Solo de pensar en eso mis pulsaciones comienzan a subir y la culpa a apoderarse de mí. Me levanto de la camilla en la que estoy tumbado, estoy tan nervioso que no puedo quedarme quieto ni un solo segundo más. Llevo la misma ropa que antes, y eso me alivia, solo que me han arrancado toda la manga de cuajo.

Miro por la ventana que hay tras la camilla. Decenas de tallos de plantas que no sabría reconocer se extienden por toda la zona terrosa, otorgando un tono de verde al paisaje en ruinas en el que está la ciudad en estos momentos. Si levanto un poco la vista, observo el muro vallado que había visto momentos antes, y eso quiere decir que sí que estoy en el instituto, a salvo.

Salgo por la puerta de la enfermería y me encuentro en un gran pasillo lleno de puertas, no cabe la menor duda de que esto antes era un instituto. Camino a paso ligero porque quiero encontrar a alguien que me pueda dar explicaciones de dónde está mi hermana, pero lo único que encuentro son puertas y más puertas, así que decido entrar en una. Un hombre de unos cincuenta años interrumpe su charla con unos sujetos y me mira con curiosidad. Los colores se me suben a las mejillas al ver que todos me miran. Enfrente del hombre hay una chica y un chico, los dos mirándome como si tuviera monos en la cara.

-Bienvenido... -hace una pausa y comprendo que espera que diga mi nombre

-Albert, pero prefiero Al –digo casi automáticamente, de la cantidad de veces que lo he dicho en mi vida

-Bienvenido al instituto Z, Al. Estoy bastante ocupado hoy, por lo que será Alex quien te enseñe el complejo –dice el hombre

Yo dirijo la mirada hacia el bastante musculado chico de pelo rojo que está sentado, pero cuando habla la chica tengo que contener mi risa.

-¿Yo? ¿Pero qué ocurre con el asunto? –pregunta una chica de cabello castaño, sin especificar y tengo un poco de curiosidad

-La expedición se realizará mañana, y como, según tu información, se encuentra en un restaurante, aprovecharemos para traer comida –dice el hombre dirigiéndose a la tal Alex

Alex asiente y se levanta junto con el chico, que no ha hablado en este rato. Antes de irse, la chica me dirige una mirada curiosa. Los dos salen por la puerta. A juzgar por su comportamiento, puedo deducir que el hombre es el jefe de este grupo, con lo cual debo ser bastante educado si no quiero que me eche.

-¡¿Dónde está mi hermana?! –pregunto con intensidad, no ha sonado muy educado

El hombre se toma su tranquilidad, bebe un sorbo de su café y me lanza una mirada que no sé descifrar.

-La chica que iba contigo está descansando de la operación que le realizaron los médicos anoche. Tenía el tejido muy dañado, hicieron falta muchas horas para reconstruir su piel

-Pero... ¿se recuperará? –pregunto con preocupación

-Si, de eso no hay duda, y ahora tengo cosas que hacer, tú podrías ir a ver el instituto, familiarizarte...

Asiento débilmente y salgo por la puerta. Espero que mi hermana se recupere, pero al menos ya estamos a salvo. Aun así todavía podría ocurrir alguna desgracia, que surja un zombi nuevo o algo así, y entonces todo esto se iría a pique. El sitio que de verdad es seguro es la nación escarlata, sí. He oído maravillas sobre ese sitio, desde que parece una ciudad de verdad hasta que ahí la gente puede vivir tranquila. Qué maravilla de sitio, ojalá pudiera ir allí, entonces todas mis preocupaciones desaparecerían, y podría volver a ser medianamente feliz.

Cuando salgo de mis pensamientos, me doy cuenta de que la chica de pelo castaño que vi antes está fuera, esperándome apoyada en la pared. Me mira enfadada, a pesar de que yo no le he hecho nada... todavía.

-Hola, soy Al –le digo amistosamente

-Ya, lo he oído, yo soy Alexis, pero prefiero Alex –nos tendemos las manos

No sonríe en ningún momento, ¿será por qué soy un desconocido? De repente, la cara le cambia, y puedo distinguir durante unos instantes un atisbo de sonrisa.

-Eres bastante bueno con esas cosas, mataste cuatro tú solo, nunca había visto nada parecido, no sin un arma de fuego –comenta Alex

-Gracias, tengo bastante práctica con mi bisable... respecto a eso, ¿sabes dónde está? –le pregunto, mirando a los lados

-Si, y por ahí podemos comenzar la visita.

Ella comienza a caminar, y yo la sigo. Llegamos a una especie de sala subterránea, y mi cara se ilumina como un niño con un caramelo. La sala está repleta de armas de todo tipo, pistolas, fusiles de asalto, espadas, machetes... y en una mesa reposando, está mi preciado bisable. Y además está limpio, sin una gota de sangre de esos monstruos come-hombres. Al verlo me acerco rápidamente y lo cojo.

-No comprendo por qué no usas una pistola con silenciador, es mucho más efectivo –me comenta Alex

-No me gustan las pistolas, hay problemas de munición, a veces se encallan, las armas blancas nunca fallan, solo necesitas saber cómo usarlas –le cuento

Ella por fin me regala una sonrisa.

-Me gusta tu manera de pensar –me dice

Después de dejar mi bisable, vamos a visitar más sitios. Me cuenta que el instituto hay más de veinte aulas, y aproximadamente en cada aula se pueden alojar diez personas, eso hacen más de doscientas personas que pueden vivir aquí, aunque, contándonos a mí y a mi hermana, sólo somos noventa-y-cinco personas. Con tanta gente, deben hacer continuamente misiones para ir a buscar comida, y eso es bastante peligroso.

Vamos a un gigantesco comedor, donde de lejos caben todas las personas que hay en el instituto, y comemos juntos. Prácticamente todos los temas de conversación son sobre armas, o sobre zombis, aunque ya es algo... Cuanto más tiempo paso con ella, más cómodo me siento, y creo que seremos buenos amigos.

Después de comer, vamos al gimnasio, el único sitio que queda por enseñar. Allí se entrena toda la gente que hay, y no es de extrañar, hay de todo, desde muñecos para practicar el combate cuerpo a cuerpo, hasta dianas para practicar la puntería. Al principio me impresiona su inmensidad, pero luego me acostumbro y me pongo a entrenar como los demás. Realmente podría ser nuestro nuevo hogar.

¡Oh, es verdad! ¡Casi lo olvido, mi hermana! Dejo rápidamente lo que estoy haciendo y le pregunto a Alex dónde está mi hermana. En cuanto me lo dice, salgo pitando a la otra enfermería más grande. Allí, tumbada, está mi hermana, inconsciente. Me da un escalofrío, parece muerta, pero la máquina de su lado emitiendo pitidos constantes me dice lo contrario.

Me quedo allí, sentado en una silla cercana, esperando a que despierte, pero no lo hace. Espero más de dos horas, pensando en lo que haremos a continuación de que despierte. Podríamos quedarnos allí lo que podamos, parece un sitio seguro, pero sigo pensando que podría ocurrir una desgracia en cualquier momento. Además, no estamos ligados a este sitio de ninguna manera. Sí, ya lo he decidido, cuando Emma se recupere, nos marcharemos a la nación escarlata.

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