Lautaro Oberlin.

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Era una hermosa mañana esa del cuatro de Febrero. Una que sería memorable para toda la familia Oberlin. Pero sobretodo para el único hijo del matrimonio Oberlin, Lautaro.

- Lau, ya está el desayuno. -se escuchó desde la cocina.

- Ya voy. -respondió alegre, como siempre, Lau. Se levantó de su sillón en la sala y se fué, casi corriendo, hacia la cocina.- Mamá, ¿No sabes en donde quedó la ropa que había separado para hoy? -preguntó mientras se sentaba en la mesa del comedor.

- Hijo, si tu no sabes, que eres el que hace las cosas, menos voy a saber yo. -respondió la mujer sirviéndole una taza de té a su hijo.

- Esta bien, ya entendí. -resopló rodando los ojos.

- Bueno, cambiando de tema. ¿Estás emocionado? -lo miró fijamente a los ojos, queriendo descubrir la respuesta antes de que esta sea dicha.

- Si, mamá. ¿Por qué no he de estar emocionado por dejar todo lo que conozco, incluyendo mis amigos, para irme a otro país y tener que hablar otro idioma? Estoy súper emocionado. -le sonrió sarcásticamente y volvió a su desayuno. Un golpe en la nuca lo sacó de sus pensamientos.- ¡Auch! -se quejó.

- Esa no es forma de hablarle a tu madre, jovencito. -la imponente voz del señor Oberlin se hizo presente en la habitación, haciendo estremecer a Lau.- Buenos días. -saludó a su esposa con un corto beso en los labios.

- Buenos días amor. ¿Llevarás a Lau hasta el aeropuerto? -cuestionó, tomando de su café. El señor Oberlin asintió y empezó a guardar unos papeles en su portafolios, mientras desayunaba.- Bien, creo que ya es hora. -se levantó de su asiento con lágrimas en los ojos.- Te voy a extrañar mucho, querido. -abrazó a su hijo con todas sus fuerzas.

- Si, lo sé, mamá. Yo también te voy a extrañar. -la consoló mientras agarraba su maleta con una mano.- Por cierto, no te preocupes por la ropa de la que te hablaba, recordé que es la que tengo puesta. -ambos rieron, ya que sabían cuán despistados podrían estar cuando estaban apurados.

Luego de despedirse de su madre, Lau salió de la casa y se subió al auto de su padre, dejando su maleta en el asiento trasero. El señor Oberlin se subió al auto y condujo hasta el aeropuerto.

- ¿Te vas a cuidar? -preguntó sin sacar la vista de la ruta.

- ¿Eh? -contestó Lau, despistado. Después de todo, no era muy normal encontrar a su padre "sobreprotector".

- Hijo... Ya tienes 21... Y sé que, bueno... Tal vez no te gustan las mujeres... -Lau alzó una ceja ante las palabras de su padre.- Te estarás preguntando por qué te digo esto de las mujeres... Es porque una vez que llegué tarde a casa, por el trabajo, escuché unos gemidos de tu habitación, luego, y lo que me sorprendió, escuché a un hombre decir tu nombre. -Lau estaba a punto de hablar, para aclarar las cosas, pero su padre lo interrumpió.- No hace falta que digas nada. A mi no me importa tu orientación sexual ni nada de eso, eres mi hijo y siempre te voy a apoyar en todo.

El menor sonrió ante tal muestra de aprecio de parte de su padre; nunca hablaban mucho, y aunque del tema sobre el que estaban conversando no era uno habitual, era bueno charlar de vez en cuando.

- Bien... Llegamos. -anunció su padre mientras estacionaba el auto frente al aeropuerto.- Antes de que te vayas, tengo un presente. -sacó una caja envuelta en papel de regalo de la guantera y se la entregó a su hijo.- No quiero que la abras ahora, hazlo cuando estés en el avión. -su hijo asintió y se bajó del auto. Su padre lo imitó y le ayudó con su maleta. Lo abrazó y le dijo en el oído: "cuidate".

Lau se separó del abrazo, agarró con su mano derecha la maleta, mientras que en la izquierda llevaba el regalo de su padre.

Lau PDV.

Esta es una oportunidad única, para conocer nuevas cosas, nuevas personas, y, al fin, ser quien en realidad soy.

¡Primer capítulo!

Los primeros tres capítulos van a ser para presentar a los personajes principales.

Gracias por leer. All the love

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