-Sí. Los vampiros son una energía maligna, un ente creado para destruir y matar. En su mente sólo existen ellos y la sangre, nada mas- Angel nos dijo esto a ambas, pero sabía que era una advertencia hacia mí. Él sabía más de lo que me esperaba.

-¿Por qué en especial Rosa? ¿Que ha hecho ella?- preguntó Celeste, secándose las lágrimas y frunciendo el ceño en señal de confusión. La entendía perfectamente, pues en el instante en que me enteré de la existencia de los vampiros me comporté como una verdadera histérica. Ella lo había tomado mejor que yo.

Ángel me miró fijamente, y tuve que bajar la cabeza. Sus ojos, esta vez de una tonalidad aguamarina similar a la de los hermanos Deville, me estaban acusando de algo.

-Debes decirle, Rosa. Es hora de que se sepa la verdad-.

-¿La verdad sobre que?- Al parecer, preguntas era lo único que abundaba en la cabeza de mi hermana, quien esta vez me dedicó una mirada sospechosa, como si estuviese mirando nuevamente a Laura la vampiro a punto de abalanzarse sobre ella.

Suspiré. Ángel tenía razón. Era hora de que ya todo lo que había de saberse se supiera. No podía con mas secretos, mentiras e intrigas.

-Celeste... Yo sabía de la existencia de los vampiros mucho antes de lo que pasó esta noche- Las palabras salieron filosas por mi garganta, haciéndome daño. Tal vez me lo imaginé, pero juraría que luego de aquel momento sentí un intenso sabor a sangre en la boca.

-No entiendo... ¿Tu sabías que los vampiros eran reales antes de esto? ¿Pero cómo? Rosa, eres mi hermana, no quiero que me mientas. Por primera vez necesito escuchar sólo la verdad- Celeste era tan vulnerable como yo. Incluso más. Con todo aquello que sucedía en nuestras vidas de manera tan repentina, noté que Celeste Arismendi era un alma frágil y delicada.

Era difícil lo que estaba a punto de decir. Revelar que la razón por la que sabía del misterioso y siniestro mundo de los vampiros era porque Cristóbal Bolívar, el amor de mi vida, al quien le había roto su inmortal corazón, era uno de ellos.

-¿Recuerdas cuando fuiste a San Antonio con papá el día de mi cumpleaños?-.

Celeste asintió.

-Bien... esto es loco, pero...- carraspeé antes de soltar la verdad. - Cristóbal, Lucía y Héctor son vampiros. Es por eso que lo se, Celeste-.

-¿Quieres decir... que tu novio es un vampiro?- Celeste abrió los ojos como platos ante la revelación. -¿Durante todo el año has sabido que él era un vampiro, así como ella?- señaló de nuevo a los restos de la vampiro.

Mi mente comenzo a nublarse, sentía una intensa presión en mi cabeza que si no era controlada pronto se convertiría en una jaqueca terrible.

-Si, desde un principio lo supe- admití. Si de verdad aquella era la noche de las confesiones, entonces debía ser honesta. - Sólo que no de la manera en la que tú te enteraste de esto-.

-Ah, perdón- Celeste espetó en un tono sarcástico mientras caminaba alrededor del sofá a una velocidad que me inquietaba. -Supongo que durante una cita romántica con tu galán, él te dijo: "Ay no querida, yo no como carne con verduras. Mi dieta consiste en la sangre de seres humanos porque soy un vampiro", ¿acaso fue así, Rosa?-.

Celeste empleaba aquel sarcasmo como un mecanismo de defensa ante las dificultades o una verdad tan abrumadora como la que le había tocado escuchar. No necesitaba de todo aquello.

-Tengo... tengo que limpiar- dijo Celeste finalmente. Nerviosa y temblando como gelatina, se apresuró a la cocina de donde regresó con una pala, una mopa y un balde con agua y alguna sustancia jabonosa que olía a pino. Sin dudarlo, se arrodilló ante la pila de sangre que solía ser Laura y procedió a recogerla lentamente y con meticulosidad.

Cénit (Sol Durmiente Vol.3)Where stories live. Discover now