Capítulo 7: Mi guarida

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            Meto la comida en la mochila, coloco dos cuchillos en las botas al lado de los tobillos y otros dos en las mangas de la capa. Anudo la venda verde sobre mi muñeca y reviso que estén todas las flechas en el saco negro, dónde he colocado el arco. No necesito más. Teresa me quiere meter más tapers en la mochila casi llena y niego seria mientras intento asentar todas mis ideas. Suspiro apoyándome en la mesa. Ha echo un gran trabajo arreglándome la capa para que pueda sujetar y llevar las armas a mano. Podría agradecérselo con bellas palabras que para mí no significan nada. Por qué, qué son las palabras; sino frases que unimos dándole un significado. Supongo que la mejor forma de agradecerles, es alejándome de ellos; desapareciendo de sus vidas para que no les atrapen.

Estoy nerviosa, llena de adrenalina que me recorre las venas lista para la acción. He conseguido técnica pero no estoy segura de mis planes, tengo que empezar desde cero. Mi primer objetivo es destruir a Barry y a todos sus seres queridos. ¿Pero cómo hacerlo sin que me atrape o sepa dónde me escondo?

— Medusa, ¿estás segura que quieres irte? Podrías quedarte, sabes que eres como de la familia. Frédéric y Rose habrían querido...

La corto antes de que nombre a algún fantasma más del pasado. No hay que despertar a los muertos.

— Estaré bien.

La miento.

— Arturo, ¡convéncela para que se quede! No tiene porqué hacerlo, nosotros la cuidaremos y conseguirá rehacer su vida.— dice con los ojos vidriosos. Sabe que si me voy, no volveré. Me ha cogido afecto aunque yo he intentado ser esquiva y fría.

— No puedo atarla en el árbol para que se quede Tes. Es como un pájaro salvaje, no puede estar encerrado o perdería su esencia.

En sus ojos veo que por un segundo ha meditado la idea de atarme y oculto mi sonrisa tras la capa.

—Tengo que hablar contigo antes de que te vayas.— Me dice antes de irse de la cocina para que le siga.

No me pregunto lo que quiere, solamente le sigo; aunque sé que cada segundo que estoy aquí, es un segundo más que Barry respira. Entro en una habitación pequeña, parece un despacho aunque también tiene un pequeño sofá en una esquina y varias estanterías con libros. Está obsesionado con los libros. Me quedo al lado de la puerta y entonces me doy cuenta que todavía tengo la bolsa con el arco sobre el hombro, lo dejo meditadamente; después de idear varias salidas si ocurre algo. Arturo me ha enseñado bien, primero pensar; luego actuar.

— "Hogar" es solo una palabra, algo que no tiene lugar o tiempo. Es aquello que damos los humanos al sentir afecto, al sentirnos por un milisegundo seguros. Puede ser una persona, un objeto. No importa el qué, solamente queremos sentirnos felices.

Sigo escrutándole los ojos, intentando descubrir a qué se refiere, qué moraleja me quiere enseñar.

— Algún día encontramos la felicidad, no es muy grande ni muy lujosa pero es lo suficientemente perfecta para hacernos vivir en el presente. Eso es lo que quiero para ti Medusa. Me has salvado la vida y nunca podré recompensártelo, siempre estaré en gratitud contigo.

Yo no le he salvado por amabilidad, le quiero decir; pero me cayo. Hace tiempo que perdí cualquier afecto hacia los humanos. El silencio es mi mejor arma.

— Fréd y Rose estarían orgullosos de ti.

Un escalofrío me recorre el cuerpo y me muerdo el lado interior de la boca.

— La primera vez que te vi supe que eras especial y tus padres también lo vieron cuando abrieron la puerta de su casa, ese día de noviembre. Eras un recién nacido, no tenías ni un día pero ya poseías tu poder.

Talión © PAUSADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora