—¡Ay Oriana, hija! ¡Cuánto te extrañe mi amor! —la emoción de mi madre la llevo a las lágrimas y acto seguido a las mías.

*Fin del flashback*

Hoy era una persona nueva, llevaba casi cuatro días invicta, sin derramar una lágrima. Después de que la primera noche con ellos casi me deshidraté los próximos días fueron como de sanación. No tenían muchos detalles de la historia con Julián en sí, solo necesitaban saber que su hija no estaba pasando por su mejor momento y que se había mandado una macana.

Como ya dije cuatro días intacta, me siento una alcohólica en rehabilitación o algo así pero sí, llevo contados los días. Lo que no llevo contado son las cantidad de bocaditos de entrada me venía llegado a la boca desde que nos sentamos en este restaurant. Aparentemente, sería mucho pedir ser de esas chicas que pierde peso cuando su vida amorosa se va a la mierda. La comida era algo a lo que no podía negarme...

Estábamos almorzando con los padres de Santiago y al mismo Santiago. Esto podría ser más extraño si no fuera porque nuestros padres consultaron antes de juntarnos en una mesa. Obviamente ambos dijimos que no había problema, ya nuestros temas habían quedado atrás y si bien no me juntaría todos los días de mi vida a comer con él, estaba bueno demostrarle a nuestros padres que más allá que hayamos terminado, todo estaba bien. ¿Qué hacían ellos acá? Sus padres viajan siempre con los míos y él tuvo la misma maravillosa idea que yo de adherirse a ellos.

Obviamente nunca se tocaron temas propiamente de los dos, todo fueron generalidades en un principio y después para descontracturar ambos contamos alguna que otra anécdota de cuando recién habíamos llegado a L.A.

Todos en esa mesa nos merecíamos estar bien.

Al terminar el almuerzo yo iba a buscar a Chopper para darle su paseo diario por el parque. Eso lo hacía rodar de felicidad se podría decir. Así que explique esto en la mesa y salí a buscar al gordo.

—¡Ori! —me di vuelta y efectivamente era Santi.

—Te puedo acompañar... Digo, ¿no te molesta?

—No, para nada. —dije con una sonrisa.

Así empezamos a caminar mientras Chopp marcaba territorio en cuanto árbol se cruzara en su camino.

—Y... ¿Cómo estás? —preguntó caminando a la par con las manos en los bolsillos.

—Bien o algo así. —Hice una pausa— Como puedo...

Santiago me regalo una media sonrisa cauta, se veía contenedor. —No sabía qué te iba a encontrar acá, pero ahora que me decís esto, entiendo un poco más.

—Créeme que yo no me imagine acá tampoco.

—Entonces, ¿qué pasó? —Preguntó

—Es una larga historia.

—Tenemos tiempo. —dijo señalando a chopper que corría desesperado detrás de palomas.

—Solo digamos que las cosas no funcionaron y que yo ayude un poco a que todo se arruinara por completo. —dije con una sonrisa poco animada.

—¿No tiene arreglo? —Creí percibir culpa en sus palabras. —Porque si te soy sincero, se lo veía enganchado. No sé si sirve de algo que te lo diga...

Suspiré. —Quise arreglarlo, de verdad lo intente pero no pude, supongo que hay cosas que simplemente no se arreglan.

—O quizás te diste por vencida muy rápido...

—Ya no tiene caso Santi. —me lanzo una sonrisa triste. Sí, eso era. Triste.

Caminamos un poco más por el parque hasta que encontramos un banco donde sentarnos mientras el gordo se revolcaba en el pasto, a veces me gustaría reencarnar en él, se ve tan feliz con tan poco.

"Una jugada inesperada"Where stories live. Discover now