Capítulo 1: Él

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Los gritos son lo más pasivo que se escucha entre los ecos de la casa.

Estoy acostumbrado a esto, en mis cortos 18 años se muy bien que mis padres odian su matrimonio y odian al hijo que tienen, a mi.

La música resuena por mi habitación.

Ignoraba el nombre de la canción que me hacía tararear, pero no ignoraba el hecho de que mi vida es una mierda.

Y hasta en la mierda hay categorías

Me río ante este pensamiento mientras canto el coro de la canción.

El sonido de un golpe me alarma y me levanto de mi cama mientras doy una pequeña mirada a mi habitación.

Si todo estaba en orden, el sonido no era de mi cuarto, con un suspiro me dirijo hacia la puerta.

El pasillo parece estar en perfecto orden y de inmediato camino hacia las escaleras.

A la mitad del camino en ellas escucho unos gemidos, sabía perfectamente lo que estaba pasando pero aun así baje 4 escalones más. Inclino mi mirada un poco hacia adelante y miro hacia la izquierda, donde está la sala. Como suponía, mis padres había traído a casa a un par de extraños.

Con una negación observó la escena erótica con asco y me doy la media vuelta.

Regreso a mi habitación, la música había cambiado. La pegajosa melodía me hace dar unos pequeños pasos de baile mal hechos, no pasó mucho tiempo para que las lágrimas llenarán mis mejillas.

Si, los hombres lloran, lloramos cuando algo realmente está mal, y en este caso, todo está mal.

Las lágrimas salen y salen mientras me encuentro parado en medio de mi habitación.

Revolver.

Aquella palabra en la canción llama mi atención, haciéndome suspirar mientras escucho nuevamente esa palabra.

Revolver.

Mis pies y mi mente se conectan de forma inconsciente, ahora yo no controlo mis pasos, mi subconsciente me ordena lo que tengo que hacer y cómo un zombie sigo las indicaciones.

Otra vez las escaleras pero ahora las rodeo por la derecha, me dirijo al despacho de mi padre.

Las puertas corredizas marones son ahora un estorbo; las abro con torpeza.

El típico despacho de un hombre de negocios es lo que veo, todo de colores sobrios y masculinos.
Pronto puedo sentir la helada madera del escritorio en mis manos.
Un cajón de lado derecho llama mi atención.

No

No, ¿a qué ?

Abro el cajón marrón y el revolver de mi padre inunda mi vista.

No

Mi mano izquierda toma el revolver y con la otra acarició la base y el orificio por donde sale la bala .

Rodeo el escritorio para tomar un baso con vodka del estante derecho, tomo este de un tirón.
El sabor raspa mi garganta y me marea por la falta de costumbre a este tipo de alcohol.

Los mareos son muy fuertes y me obligan a sentarme en el suelo, cerca del escritorio para poder apoyar mi espalada.

De forma borrosa observó las puertas corredizas que están a medio cerrar. Aprieto mi mano con firmeza en el revolver mientras miro hacia mi derecha observando el cuadro que está encima del frasco de vodka. Un retrato de mis padres y yo cuando era pequeño, me hace sonreír.

La tristeza de pronto me invade y con un rápido movimiento coloco el revolver dentro de mi boca ,sintiendo el frío de la punta entre mis labios .

Miro atento mi rostro feliz, el de un niño de 3 años que aún no entendía lo que pasaba a su alrededor, maldita sociedad, malditos padres, maldita vida... Esto tenia que acabar, aquí donde todo empezó, Ahora.

No

No

Como odiaba mi vida, era un asco.

El dedo que se encuentra en el gatillo y el tiempo se queda congelado.

No puedo

Pero quiero

No

¿Para qué seguir viviendo?

No soy feliz, tengo que apretar ese gatillo.

No

No

No puedo más, tengo que apretar el gatillo.

No

No

Dolor, es lo único que siento.

Más una idea me impide apretar el gatillo, soy un cobarde, no puedo con esto.
Con las lágrimas en los ojos saco la pistola de mi boca y dejo el revolver a mi lado.

-Al fin en algo te pareces a mí - la voz de mi madre me saca de mi trance y la observo.

Con el cigarro en la boca y el cuerpo semi desnudo estaba ella a un lado de las puertas corredizas, se ríe.

-¿Tampoco pudiste apretar del gatillo? - pregunta mientras pisa la colilla del cigarro con sus zapatos de tacones rojos.

Miro como su cuerpo a penas cubierto por la bata de negra se pone en cuatro para gatear hasta donde estoy.

-En eso te pareces a mí, yo tampoco tuve las agallas de apretar el gatillo para que la bala volara mis sesos junto con mi dolor - se ríe frente mío, con las piernas cruzadas como indio, sentada y con las manos enredadas en su cabello.

-No me parezco en nada a ti - digo con asco, de forma lenta y torpe.

Maldito vodka

-¿Seguro? - pregunta -¿Entonces por que eres igual de patético? - me mira -Yo no niego lo que soy.

-Yo si - aseguro aun balbuceando
-Yo niego ser la mierda de a la cual pertenezco y sabes, nunca me he sentido mas orgulloso de la maldita hipocresía que me dejaron de legado, al menos para poder ignora todo esto sirve - sonrio.

-Igualito a tu padre - suspira. - Sigue sufriendo entonces - se levanta - Si nos niegas, yo te negaré con mayor orgullo al tuyo, es una promesa.

Observo como saca un cigarrillo de sus pechos, asqueado miro su sonrisa la cual parecía buscar algo dentro de su memoria antes de irse.

Suspiré al ver como su cuerpo delgado salia fuera de la habitación.

El vodka aun tenia efecto en mis sentidos pero si algo podía pensar era que ya estaba cansado, solo quería dormir.

Y olvidar todo esto, que ni vida se le podría llamar.

*****

PMPC fuera.

Cartas A Ella Where stories live. Discover now