-Y jamás lo fui -dijo la mujer, su rostro inundándose de lágrimas.

Santos la miró, confundido.

-En toda mi vida, todo lo que he querido ha sido tu corazón... y moras azules. ¡Nada más! Pero tuviste que elegirla a ella... Blanca.

Y eso era todo lo que él necesitaba escuchar. Ni bien oyó la palabra "Blanca", enseguida lo recordó todo. El dolor en su pecho se intensificó a medida que sus recuerdos regresaban. Santos entonces miró a la mujer a su lado y se dio cuenta de quién era.

-¿Juanita? -dijo, su cuerpo temblando de emoción.

Juanita asintió. Sí, ella era la prometida de Santos, la mujer que él había abandonado para estar con Blanca. Verás, después de que Santos desapareciera varios meses atrás, Juanita se fue de Ecuaduras del Norte: asumió que Santos seguramente estaba muerto, o que jamás regresaría, y por esto, no encontró razón alguna para quedarse. Entonces dio con esa isla, y encontró allí el consuelo que buscaba, apartada del mundo... ¿Cuáles eran las posibilidades de volverse a encontrar con Santos? Aquí, ¡de entre todos los lugares!

Santos le pidió perdón a Juanita por todo el dolor que le había causado, y le aseguró que encontraría amor en su vida, pero no con él. Juanita asintió, segura de que esto era cierto. Santos luego le dijo que debía partir de inmediato; debía encontrar a Blanca, y también a Leonardo.

-No creerás lo que ocurrió con mi hijo, el que tanto tiempo había creído perdido ... -dijo Santos.

-Oh, sí. Hay algo que deberías saber -le dijo Juanita.

Santos quedó boquiabierto mientras Juanita le explicaba que, en el transcurso de los últimos tres días, Leonardo viajó a Ecuaduras del Norte y se convirtió en el Presidente. Y no solo eso, sino que también estaba arruinando el país: comenzando guerras, robando dinero, cancelando tratados de paz... Ecuaduras del Norte estaba en gran peligro. Santos debía regresar lo antes posible, antes de que Leonardo destruyera la nación entera.

Santos se despidió rápido de Juanita, y luego se hizo una canoa de arcilla, palos, y algas... y dos semanas y media más tarde, la arcilla se secó, y Santos estaba listo para partir rumbo a Ecuaduras del Norte. Seguiría buscando a Blanca de camino. Quizás, ella incluso habría logrado llegar a casa antes que él.

Y entonces, Santos se enfrentó al mar una vez más. Después de unas horas en su embarcación improvisada, Santos dio con un marinero, y remó hasta él para presentarse (como el anterior, pero también futuro, Presidente), El marinero le sacudió la mano complacido, feliz de conocer al presidente. Santos luego le preguntó si había visto a una mujer hermosa recientemente -¿Tal vez con un montón de piratas? ¿O secuestradores con pinta de malvados?-. El hombre hizo una breve pausa, pero luego sus ojos se abrieron bien grandes. Sí, en efecto había visto a una mujer de cabello largo. Santos casi lloró mientras el hombre hablaba. Le preguntó si había oído a alguien llamarla "Blanca", y de inmediato el hombre le dijo que sí. Santos saltó al bote del marinero y lo abrazó, preguntándole en qué dirección los había visto viajar.

-Se fueron... -Y luego, el marinero se detuvo.

-¿Qué ocurre?

El marinero le contestó que, la cosa era que solo podría darle esa información valiosa si Santos le daba algo a cambio. Santos se enojó al darse cuenta de que el hombre se estaba aprovechando de él.

-¿Qué es lo que quieres? -preguntó Santos con seriedad.

El marinero explicó que había un diamante maldito, metido dentro de una trampa, en una cueva cercana que estaba bajo el agua. Había intentado robarlo antes, pero nunca había podido lidiar con los tiburones que rodeaban la trampa. Si Santos de verdad era El Presidente, seguro podría robarse ese diamante. Solo entonces, el marinero revelaría la ubicación de Blanca. Santos accedió sin dudarlo.

Y así, Santos remó hacia la cueva submarina. Cuando llegó, nadó sesenta metros bajo el agua sin detenerse, matando a dos enormes tiburones blancos de camino. Estaba bien entrenado para contener la respiración por largos períodos de tiempo, matar tiburones de gran tamaño, y maniobrar en medio de trampas, así que esta aventura no lo asustaba en lo más mínimo. Solo quería encontrar a su amor.

Una vez que atravesó los numerosos esqueletos de los marineros que habían fallado antes, un par de minas submarinas secretas, y tres tiburones blancos más, Santos pudo encontrar con facilidad el diamante, y lo arrancó de la cueva.

Cuando regresó al barco del marinero, el hombre estaba tomando sol y bebiendo un cóctel. Santos le entregó el diamante con enojo, y el marinero lo tomó, quedando estupefacto. Nadie jamás había regresado de esa cueva con vida, ¡y mucho menos con el diamante en mano! Luego metió la piedra en su bolsillo, y comenzó a remar, alejándose de allí. Mientras lo hacía, le dijo a Santos que lo lamentaba, pero que nunca había visto a una mujer llamada Blanca, ni siquiera había visto mujer alguna. Era un completo farsante. ¡Pero le daba las gracias por el diamante! ¡Le había solucionado la vida!

Santos estaba furioso mientras remaba de regreso a casa. Por suerte, su enojo lo hizo remar más rápido de lo que jamás creyó posible para un hombre y, antes de siquiera darse cuenta, pudo ver tierra a lo lejos. Pero, a medida que se acercaba a la orilla, sus esperanzas comenzaron a desvanecerse con gran rapidez; ¿volvería a verla a Blanca alguna vez? ¿Acaso el mundo solo estaba lleno de piratas malvados, parientes complotadores y marineros mentirosos? ¿Alguna vez encontraría la felicidad de nuevo?

Justo entonces, una gran ave se posó en el costado de su bote. Primero, Santos se estremeció e intentó espantar al animal (en secreto les temía a las grandes aves), pero luego se dio cuenta de que el animal traía algo: ¡Una botella! Santos la agarró y se percató de que era la misma botella de champagne de la cual él y Blanca habían bebido cuando celebraron su aniversario tantos meses atrás. Enseguida miró dentro de ella y vio que en el fondo había un trozo de papel enrollado. La dio vuelta rápido y retiró el papel. Santos comenzó a llorar de felicidad al leer las palabras escritas en él:

Mi amor. Espero que esta carta te encuentre a salvo. He vivido toda una aventura, y estoy segura de que tú también. En mi viaje, he aprendido a comunicarme con animales, y por eso he enviado esta ave a encontrarte, como sabía que estarías en el mar buscándome.

Santos lloró al leer estas palabras. ¡Al fin podía confirmar que ella estaba viva! Siguió leyendo:

He hecho muchos enemigos durante mi viaje y temo que, si te digo dónde estoy, alguien más podría hallar esta carta y secuestrarme, así que debo hablar en código. Aquí va: Sigue el camino que es del color de mis ojos... hacia la tierra donde se halla la comida favorita de nuestro difunto Benedito... detrás de la montaña más alta y a través de la arena más gruesa... luego sigue los árboles que te recuerdan al lugar donde hicimos el amor por primera vez... y allí me encontrarás. Con amor, Blanca.

Santos levantó la vista hacia el cielo, rebosante de esperanza. Entendía apenas a medias el mensaje críptico de Blanca, pero estaba determinado a descifrar sus bellas palabras. Ecuaduras del Norte tendría que esperar. Al fin había hallado información concreta sobre su amor, y no iba a demorarse. Y así, siguió adelante, deslizándose a través del mar brillante... ¡Listo para encontrar a su amada!

FIN


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