-Por favor - dije, llamando su atención y mirándolo fijamente a los ojos -, no hagas nada. No me metas en más lios.

-Oh dios mío.

Una mujer -mi vecina concretamente-, paso por nuestro lado y se quedo quieta con los ojos abiertos. ¿Porque son tan entrometidos?

-Señora Bernard, el señor De Luque y yo estamos teniendo una conversación privada - dije, con la intención de que ella marchara.

-¿Una conversación privada en medio de la calle con un hombre, y en paños menores? - dijo esta horrorizada.

-Señora - dijo esta vez Carlos -, estoy discutiendo con mi hijo, ¿podría marcharse?

-No deberías haber dicho eso - dije cuando ambos entramos nuevamente en mi casa. - Esta bien que el pueblo sepa que eres mi padre, no lo niego, pero ¿no crees que podrían haberse enterado de una manera?

-¡Tienes razón! - dijo sobresaltándome -. Y ya se que es lo que vamos ha hacer para arreglar este pequeño descuido.

Fruncí mi ceño y le mire de brazos cruzados.

Mira, ya hasta tienes las mismas poses que él.

-Haré una fiesta en la casa De Luque y te presentaré como mi hijo de manera oficial.

Mis brazos golpearon mis costados al caer, al igual que cayeron mis hombros y mi mandíbula. Creo que es una de esas pocas ocasiones en las que abro tanto los ojos, y bueno, mi boca estaba tan abierta como la puerta.

-¿Que?- fue más un susurro que cualquier otra cosa.

-¡Si! Es una idea espectacular. Podríamos celebrar algún evento solidario, quizás para niños del tercer mundo. Antes de la velada podríamos dar la noticia de que eres mi hijo, sería una buena manera de hacer que los presentes se quedaran a lo largo de la noche, quizás para conocerte como mi hijo ya oficialmente.

-Oye, que yo... no se si... quizás...

-Hablaremos con tu madre - dijo haciendo caso omiso a mi intento por decirle que quizás no era buena idea. - De joven la encantaba ir a las fiestas que se celebraban en el ayuntamiento, ella era una de las organizadoras del último curso del instituto, hacía unas fiestas impresionantes.

-Carlos, enserio no...

-Así ya todo el mundo sabría quien eres y que eres intocable. Ningún chico se atrevería a ponerte nuevamente una mano encima, y si lo hace tendrá que atenerse a las consecuencias. Los De Luque somos los fundadores de este pueblo, nos deben aunque sea una mínima gota de respeto, no estoy dispuesto a dejar que...

-¡Papá! - grité, y por fin le hice callar. - De verdad, no es necesario algo así, soy un chico sencillo y no merezco fiestas de ricos.

-Mereces eso y más, Guillermo - dijo acercándose y poniendo ambas manos en mis hombros -. Eres mi hijo, y todo lo que tengo, va a terminar siendo tuyo, así que...

¿Cuantas veces había deseado tener los brazos de un padre alrededor de mis hombros? Prácticamente desde que tengo uso de razón, o quizás desde que entendí lo que quería decir no tener padre, no estoy muy seguro. Pero de lo que si estaba seguro es que realmente había valido la pena. No se cuanto tiempo estuvimos así, pero yo simplemente pasé mis brazos alrededor de su cuerpo y apreté todo lo que pude, deseando que nunca se fuera, ya bastante tiempo habíamos estado lejos, ¿no? Nos separamos cuando alguien carraspeo detrás de nosotros. Mi madre nos miraba a ambos con las manos en las caderas y una ceja alzada.

-¿Podría alguien, por favor, explicarme porque la vecina me a arrollado preguntándome porqué estaban en ropa interior en medio de la calle hablando mi hijo y el señor de Luque, el cual ha confirmado que sois padre he hijo?

-Hay una buena explicación. - dije rascándome la nuca.

-Puede que no lógica, pero si buena - dijo Carlos.

-Pues que casualidad que tengo un hermoso rato libre en el que me encantaría escuchar esa explicación.

(...)

Cuando llegamos a casa tanto Rubén como yo dejamos las bolsas caer al suelo y nos tiramos al sofá. Quizás ir de compras no era cansado, pero ir de compras con mi hermana era peor que correr durante horas. Siempre entraba a los probadores con veinte vestidos o camisas diferentes, y después de probarse media tienda se decidía por lo que se había probado en un principio. Habíamos ido a comprar la ropa para la fiesta que finalmente si se celebraría, y aunque esta no iba a ser de gala ni mucho menos -después de varias horas de insistencia por mi parte-, si era algo formal. Rubén, que no sale de sus sudaderas y vaqueros desgastados, se había terminado decidiendo por una camisa blanca y unos pantalones negros, y a pesar de negarse mi hermana había terminado por comprarle una pajarita. Y al principio me reí, pero deje de hacerlo cuando descubrí que a mi me tocaría llevar una maldita corbata... ¿Porque? La corbata negra hacia juego con los pantalones, y había terminado por elegir una camiseta verde. Mi madre entró, y tras ella mi hermana, cargando las bolsas de ambas.

-Dime como hemos llegado a esto - le dije a Rubén mientras subíamos las escaleras.

-Es muy difícil tomarte enserio cuando te enfades - dijo riendo -, porque se te hinchan los mofletes y parece que no tienes ojos. Supongo que habrán pesado que lo dirías por modestia.

-Dime como es que sigo siendo tu amigo - digo mientras ambos entrábamos en mi habitación.

-Porque nunca encontrarás a nadie que te soporte de la misma manera que lo hago yo. - dijo tumbándose en mi cama mientras yo dejaba la camisa colgada en una percha para que no se arrugara -. Y porque nadie más hablará contigo sobre que culo es mejor para qué.

Entonces empezamos a reír los dos. Cuando Rubén se lo proponía tenía ocurrencias realmente graciosas, nunca sabes por donde va a salir o que va a contestar, y quizás ese era uno de los motivos que en un principio solo me llamó la atención, pero finalmente me hizo quererle como si fuera mi hermano.

-¿Te conté lo que me dijo ayer mi hermana? - le pregunté, aún sabiendo que no lo había hecho.

-Me lo vas a contar - afirmó.

-No me he enamorado de Samuel, pero si me gusta. Y ya sabes como es Sandra que aunque parece muy introvertida y tímida siempre acaba...

-Enterándose de todo, si, lo sé.

-Así que vino y me soltó el rollo de su vida sobre que por muchos sentimientos que yo tuviera hacia Samuel debía tener cuidado porque él era mayor que yo, y que no se si él en verdad me va a tomar en serio. ¿Tu que piensas? - le pregunté, esperando una respuesta buena.

-No digo nada - dijo sentándose y mirándome fijamente -. No puedo decir nada Guillermo. Estoy en tu misma situación. Estoy enamorado como tonto de un hombre con más años que yo, que es ya un adulto como aquel que dice, y ya hemos tenido sexo, ¿Que quieres que te diga?

-¿Has tenido sexo con Mangel? - pregunté asombrado.

-Ese no es el caso. - dijo levantándose de mi cama -. Y lo único que puedo decirte es que hables con Samuel y ambos aclaréis que es lo que sentís realmente el uno por el otro o que es lo que esperáis que pase entre vosotros, porque al fin y al cabo solo vosotros lo sabéis.

-Pero y si...

-No hay peros que valgan Willy. Tienes hasta esta noche para pensar que es lo que quieres.

Cogió sus cosas y salió de mi habitación cerrando la puerta tras de él. Llevaba razón, y debía admitirlo. Solo yo se lo que siento por Samuel, y solo Samuel sabe lo que siente por mi, pero tengo miedo, que no me culpen por ello. ¿Y si después de todo lo que ya hemos hablado esta noche me dice que no me quiere de esa manera? No quiero ser rechazado, y menos por él, sería horrible y realmente doloroso. Incluso en mi cabeza suena exagerado, pero no puedo evitar sentirme así con respecto a él.

Pequeño Guille, jamas nadie te entenderá más de lo que tu puedas entenderte.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Where stories live. Discover now