Alyx vió como el rostro de Steve se contraía por la rabia, pero Alexander siguió examinando el cielo como si no lo hubiera notado.  ¿Qué estaba sucediendo entre esos dos?

            —¿Desde cuándo te interesa el arte? —explotó Steve, furioso.

            —No creo que mis aficiones sean de tu interés, Steve. Ahora vuelve a casa, tengo que preparar una clase para mañana.

            —Maldito seas, ¿Qué has hecho con el verdadero profesor de arte? ¿Lo has matado?

            Alyx sintió como un escalofrío de terror recorría todo su cuerpo. Aquella conversación se estaba volviendo muy peligrosa.

            —¿Y si lo he hecho?

            Alyx retrocedió lentamente, alejándose del recinto.  Cuando llegó al extremo sur del instituto, se giró y comenzó a correr. De pronto, una brisa helada hizo revolotear las ramas de los árboles desnudos que custodiaban el paseo hasta la salida. Alyx ladeó la cabeza con el presentimiento de que alguien la observaba. A su derecha, no muy lejos de allí, apoyado sobre el tronco de uno de los imponentes árboles del patio, Alexander la observaba fijamente, sin parpadear. El corazón comenzó a latirle con fuerza y, durante un segundo, Alyx sintió que el aire frío de aquel día de invierno le quemaba la garganta. Sin pensarlo dos veces se lanzó a correr y esta vez no miró atrás hasta llegar a la cerca de la puerta de salida. Cuando lo hizo, Alexander había desaparecido.

           

           

            El olor a carne asada inundaba la cocina. Alyx miró con desgana su comida mientras su madre servía el guisado en los tres platos. Richard, su padrastro, sostenía en las manos los últimos proyectos de su trabajo y hablaba eufórico con alguien por teléfono.

            —Esta mañana ha sido un buen día, querida —dijo, tras colgar el teléfono—. Han aprobado mi proyecto de construcción al sur de la ciudad.

            —Eso es fantástico, cariño. ¿Qué tal tu primer día de clase, Alyx?

            Richard apartó las hojas y la observó atentamente.

            —No ha estado mal —susurró, apresurando de pronto su comida.

            —No comas tan deprisa —dijo Richard—. Va a sentarte mal.

            Alyx no respondió. Y por primera vez desde el día de la boda de su madre con Richard, sus pensamientos hostiles e inquietantes no tenían nada que ver con su padrastro. Hacía apenas una hora que sus conflictos con ese hombre habían quedados relegados a un segundo plano.

            —Tengo muchos deberes para mañana —se disculpó apartando el plato medio lleno.

            —Un momento, señorita —interrumpió Claudia— Me parece muy bien que te quieras poner al día rápidamente, pero primero la comida.

            —No tengo mucha hambre.

            No mentía. Tenía un nudo en el estómago y parecía que iba a terminar expulsando lo que había conseguido tragar.

            —No empecemos nuevamente con lo mismo, Alyx. Termina primero lo que tienes en el plato.

            Alyx se sentó nuevamente en su sitio y miró su comida con repugnancia. No obstante, en aquel momento sonó el timbre de la puerta. Con un suspiro de alivio, se levantó de la mesa.

Cazadores de ángelesWhere stories live. Discover now