PRÓLOGO: “Un trabajo para alguien muy bueno… o muy estúpido”
El bar de la carretera estaba casi vacío. Solo dos cazadores veteranos bebían whisky barato, hablando en voz baja mientras una tormenta golpeaba las ventanas.
—Te juro que lo vi —dijo uno, con voz rasposa—. El mocoso tenía 16, quizá 17… y mató al maldito wendigo solo.
El otro se rió con incredulidad.
—¿Un pibe delgado, rubio? Eso es pura fantasía.
—No. No estás entendiendo. No fue suerte. El chico sabía lo que hacía.
—¿Cómo se llama?
El hombre bajó la voz.
—Naruto.
El otro arqueó la ceja.
—…Nunca escuché ese nombre.
—Pero lo vas a escuchar.
La tormenta rugió más fuerte.
---
Bosque de Blackwater, Montana.
Naruto caminaba entre los árboles húmedos mientras ajustaba la cinta negra que usaba para sujetarse el cabello rubio. Tenía 17 años, mochila en la espalda, linterna en mano y un rostro serio que no encajaba con su edad.
Tres excursionistas habían desaparecido.
Un cuarto sobrevivió… pero no volvió cuerdo.
Naruto revisó las marcas en los árboles, los rastros en el suelo, las huellas.
—Arañazos demasiado altos… fuerza desproporcionada…
No era un oso.
No era un puma.
Era algo peor.
Naruto bajó la mochila y sacó un cuaderno. Tenía dibujos, símbolos y notas hechas a mano.
Lo abrió en una página titulada:
> “Skinwalker – Nivel avanzado”
Suspiró.
—Perfecto…
Un gruñido resonó detrás de él.
Naruto no se giró inmediatamente.
Primero respiró.
Escuchó.
Ubicó la dirección exacta.
Calculó el peso del paso.
La altura.
Entonces giró, sin miedo.
Dos ojos amarillos brillaban entre los árboles.
Naruto apretó el machete en su mano.
—No te acerques.
La criatura sí se acercó.
Rápida, enorme, deformada…
Pero Naruto estaba preparado.
---
El skínwalker saltó con un rugido aterrador.
Naruto avanzó hacia él.
No retrocedió ni un centímetro.
El machete pasó por debajo del brazo de la criatura, cortando su flanco.
La bestia chilló y volvió a atacar.
Naruto rodó por el suelo, tomó una roca, la arrojó con precisión perfecta al ojo de la criatura, cegándola por un momento.
El skínwalker retrocedió.
Naruto sacó una bala especial: plata pura.
La cargó sin temblar.
—Lástima —dijo calmado—. Podrías haber sido interesante.
Disparo.
Perfecto.
Letal.
Silencioso.
La criatura cayó.
Naruto se acercó, inspeccionó el cuerpo y anotó:
> “Skinwalker eliminado.
Caso cerrado.”
Lo dijo sin arrogancia.
Sin satisfacción.
Sin miedo.
Era su trabajo.
Y era bueno en él.
Muy bueno.
---
Dos días después, en un bar de Dakota del Sur:
Bobby Singer escuchaba hablar a dos cazadores sobre un chico rubio que:
Había matado un wendigo
Había salvado un pueblo entero de un poltergeist
Y ahora, había derrotado un skinwalker solo
Bobby levantó la vista.
—¿Cómo se llama “ese chico”?
Los cazadores se miraron.
—No lo sabemos.
—Pero algunos dicen que se llama Naruto.
Bobby entrecerró los ojos.
Ese nombre volvería a aparecer más veces.
Mucho más.
Naruto dejó Montana conduciendo por una carretera vacía.
La luna iluminaba su rostro serio.
No tenía familia.
No tenía a quién llamar.
No tenía un mentor.
Aprendió todo por su cuenta.
Cazaba por su cuenta.
Y sobrevivía por su cuenta.
Mientras manejaba, abrió su libreta de casos y escribió:
> Próximo destino:
“Louisiana – actividad demoníaca menor.”
Cerró la libreta.
Su mirada no mostraba miedo.
Solo decisión.
Él no sabía que Bobby pronto comenzaría a buscarlo.
O que, en unos meses, Sam y Dean necesitarían su ayuda.
O que su nombre empezaría a sonar tanto que incluso demonios empezarían a mencionarlo.
Por ahora, era solo Naruto.
El cazador más joven que nadie entendía.
El prodigio del que hablaban en los bares.
