-¿Que haces aquí? - le regaño, aunque segundos después me doy cuenta de lo que he hecho y me tapó la boca.

-Tu madre me pidió que viniera a verte para comprobar si estabas mejor, aunque se puede apreciar que si. - dice, bajando él mismo el volumen de la música que nos hacía alzar la voz.

-Pues estoy bastante bien, ya no tienes porque preocuparte por mi - dije, ajustándome la toalla.

¡Esto no me podía estar pasando! Con Samuel todas las situaciones podían ser incomodas, '¡No hacia falta que tu las volvieses mas incomodas!', me grité a mi mismo, y juro que me dieron ganas de golpearme fuertemente cuando él se dio cuenta del pequeño problema que tenía bajo la toalla.

-Yo... verás...

-No tienes por que...

-No, enserio, yo... Siempre despierto así - mentí, pero no era la ocasión perfecta para decirle que su presencia había conseguido provocar una casi instantánea erección en mi. Asique señalé la puerta - ¿Me podrías dejar..?

-Oh, si. Intimidad. Esperaré en la sala, traje el desayuno. - dijo saliendo de mi habitación cerrando la puerta tras de él.

-Pero que cojones te pasa, Guillermo - me regañe a mi mismo, haciéndome sentir más imbécil aún.

Resignandome, y haciendo caso omiso a mi entrepierna con la esperanza de que esta se calmara, urgué en las diversas maletas -las cuales debería deshacer en el primer momento que tuviese libre-, en busca de unos bóxer y algo de ropa. Terminé por ponerme unos pantalones cagados* grises y una camisa negra de los Yankees. No me molesté en calzarme, simplemente me puse unos calcetines y bajé las escaleras guardándome el móvil en los bolsillos del pantalón.

-Increíble.

Salió de mis labios prácticamente cuando terminé de bajar las escaleras. ¿Cuanto tiempo había pasado exactamente desde que había salido Samuel de mi habitación? ¿Dos? ¿Cuatro minutos? La mesa del comedor estaba colocada, unos dulces y realmente apetecibles pastelitos adornaban uno de los verdes platos de mi madre, y aunque ya había desayunado lo suficiente como para alimentarme todo el día, con solo ver los dulces pastelitos me entró hambre de nuevo. En ese momento Samuel salió de la cocina con dos tazas en las manos, y se dirigió hacia la mesa.

-Perdona, me he tomado la molestia de...

-No importa - le corté -, no hay problema.

¿Lo que había en mi taza era chocolate? Casi grito de la emoción. Quizás tendría que comenzar a hacer ejercicio, pero ahora estaba demasiado ocupado bebiéndome el delicioso chocolate caliente -aunque aún hacía calor-, que Samuel había traído. Cogí un pastelito y después le observé. Me extrañaba mucho que estuviese aquí y no en el instituto, aunque era su propio jefe, supongo que podía permitírselo. Hoy no llevaba puesto el traje -o por lo menos no completo-, si no unos pantalones similares a los del traje y una camisa negra. Me miraba fijamente, y cuando terminé de comerme ese dulce pastelito, él habló.

-Quizás sea un poco precipitado al preguntarte esto, pero la duda puede conmigo. ¿Tu quieres que Carlos te reconozca como su hijo?

¡Ay dios mío! Por favor que no sean celos lo que le ha traído hasta aquí y con tan buena imagen para preguntarme eso, porque juro golpearme mil veces el estomago si me dice que no soy de su agrado por ello.

-Si... si lo que temes es que intente ocupar tu sitio... yo no... esa no es...

-No era eso lo que quería dar a entender -me corta. - Verás, Carlos es un hombre de sueño pesado y profundo, pero hoy no ha dormido ni cinco minutos. Teme tu reacción. - me cuenta, cruzándose de brazos y recostándose en la silla.

Atrévete a dominarme {Wigetta} Where stories live. Discover now