Cero

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El otoño envolvía la Universidad Blackthorn en un aire de melancolía. Los árboles, teñidos de rojo, ámbar y dorado, dejaban caer sus hojas sobre los caminos empedrados, alfombrando la prisa de estudiantes que corrían de clase en clase, cargando libros, cafés y conversaciones triviales. Desde afuera, la vida universitaria parecía un cuadro perfecto, animado por risas y rutinas. Pero bajo esa fachada de normalidad, se escondía un pulso más oscuro, como si la tierra misma respirara secretos.

En un rincón del campus, bajo la sombra de un roble cercano a la biblioteca, estaba June. Sus auriculares colgaban del cuello, apagados; en las manos sostenía un libro de tapas gastadas —literatura clásica, de esas que muy pocos leían por gusto—. Aunque sus ojos recorrían las líneas con aparente calma, su atención estaba en todas partes: en los pasos apresurados que se alejaban, en los susurros de dos chicas a su derecha, en la risa demasiado alta de un grupo de ingenieros a lo lejos. June observaba, analizaba, clasificaba. No era timidez; era un hábito. El silencio le resultaba más productivo que la mayoría de las conversaciones.

Sus labios se curvaron apenas cuando pasó página. Un gesto imperceptible, como si se riera de un chiste privado que solo ella entendía.

—Deja de esconderte detrás de ese libro —la voz de Earn, su hermana menor, irrumpió con la sutileza de una piedra contra el cristal. Earn apareció con una sonrisa insolente, la ropa desordenado y la mochila colgando de un hombro, como si la gravedad no le importara en absoluto— ¿Sabes cuántos se te quedaron viendo cuando pasabas por la cafetería? Si cobráramos por mirada, ya seríamos ricas.

June bajó el libro solo lo suficiente para mirarla por encima de las páginas.
—Primero: no me escondo, leo. Segundo: no me interesa si me miran. Y tercero: cállate.

—Ajá, claro. —Earn se dejó caer a su lado, cruzando las piernas con un descuido calculado— La chica que "no quiere llamar la atención", pero suspira cada vez que menciono a la dentista.

June apretó el libro con un movimiento mínimo, apenas perceptible.
—¿Podrías no hablar de eso aquí?

—¿De View Jeenprasom? —Earn alargó el nombre como si lo saboreara, disfrutando de cada sílaba venenosa— La chica inalcanzable que ni siquiera estudia aquí, pero que viene al campus por las clínicas de odontología. ¿De verdad crees que no noto cómo la miras cada vez que sonríe? Spoiler: se te nota a kilómetros.

June cerró el libro de golpe, el sonido seco atrajo miradas curiosas de un par de estudiantes cerca.
—Eres insoportable.

—Y tú estás enamorada. Qué desperdicio. —Earn sonrió satisfecha, como si acabara de ganar una partida invisible.

June la observó de reojo. Su hermana tenía esa capacidad natural de arruinar la calma, de agitar el agua quieta solo por diversión.
—Si tu objetivo en la vida es ser una molestia profesional, te felicito. Vas muy bien.

Earn rió, apoyando la cabeza en el hombro de June, como si esa fuera su forma de pedir perdón. Aunque nadie la consideraba discreta, en su caos había cierta ternura. Su fama en el campus, sin embargo, era otra: rebelde, coqueta, siempre al filo. No era raro verla besando a una chica en una fiesta y coqueteando con otra al día siguiente. Oficialmente, solo tenía una "amiga": Ciize, estudiante de arte que parecía fascinada con el peligro que Earn exhalaba como perfume.

—¿Sabes qué pienso? —dijo Earn, jugueteando con un mechón del cabello de June.

—Que deberías callarte.

—Que deberías arriesgarte. Porque mientras tú lees novelas del siglo XIX, el siglo XXI te pasa por encima.

June soltó una risita seca, sarcástica.
—Y mírate a ti: vives tan de prisa que un día vas a olvidar tu propio nombre.

[•••]

Al otro lado del campus, en el área deportiva, Mewnich y Jamie avanzaban entre la multitud. Ambas atraían miradas, pero de maneras muy distintas.

Mewnich irradiaba energía. Sonrisa fácil, pasos ligeros, esa clase de carisma que atraía como un imán. Su ropa —su blusa corta, chaqueta medio abierta— gritaba "romper reglas" con elegancia. Ella buscaba la atención, o quizá la atención siempre la encontraba.

Jamie, en cambio, caminaba como si el mundo le estorbara. Su estilo rebelde era una barrera, no un disfraz. Ropa oscura, mirada seria, labios apretados: todo en ella decía mantén la distancia. Sabía imponerse sin decir palabra.

—¿Vas a venir a la fiesta esta noche? —preguntó Mewnich, ajustándose la corbata como si fuera un juego.

—No me interesa. —Jamie no desvió la mirada.

—Siempre dices lo mismo —bufó Mewnich, rodando los ojos— ¿Qué vas a hacer? ¿Ir al gimnasio hasta que las pesas se aburran de ti?

Jamie arqueó una ceja, sin detenerse.
—Exacto.

La risa de Mewnich resonó como un estallido que hizo girar cabezas. Ella parecía disfrutarlo.
—Un día tendrás que divertirte de verdad. Y no, no hablo de tus malditas rutinas. —La empujó suavemente con el hombro.

Jamie la miró de reojo, seria como siempre, pero no la apartó. En silencio, agradecía tenerla cerca. Vivían juntas en un pequeño departamento cerca del campus, compartiendo independencia y, sobre todo, una complicidad que pocas entendían.

[•••]

Ese mismo día, por la tarde, sus caminos se cruzaron en la cafetería principal.

June y Earn llegaron primero. June, fiel a su costumbre, buscó una mesa apartada, con buena vista al salón pero lo bastante alejada como para no ser el centro de nada. Earn, en cambio, saludaba a medio mundo con un gesto exagerado y ya estaba coqueteando con una chica de primer año, que parecía debatirse entre reírse o huir.

Mewnich y Jamie entraron poco después, aún discutiendo entre risas y silencios. El ambiente cambió apenas cruzaron la puerta; no hacía falta querer atención para recibirla. Algunos las miraban con admiración, otros con cautela.

Fue Mewnich quien notó a June primero.
—¿Quién es ella? —preguntó en voz baja, inclinándose hacia Jamie. Su mirada se clavaba en la rubia de expresión impasible.

Jamie siguió la dirección de su gesto.
—Escuche que se llama June. Siempre anda con su hermana. Nunca habla con nadie.

Mewnich sonrió con un brillo retador en los ojos.
—Me gustan los retos.

—No empieces —advirtió Jamie, con tono seco.

Del otro lado de la sala, Earn también las había visto.
—Mira, June. Tenemos espectadoras. —Sonrió con picardía, señalando con la barbilla a Mewnich y Jamie— ¿Qué opinas?

June levantó la vista apenas un segundo. El contacto visual con Mewnich fue fugaz, pero intenso, como si una corriente helada le recorriera la espalda. Había algo en esos ojos oscuros, algo que no era simple curiosidad.

—No opino nada. —Se llevó la taza de café a los labios, ocultando un latido acelerado bajo su fachada fría.

Earn la observó, divertida.
—Claro... nada.

Mientras tanto, Jamie exhaló con resignación.
—Ya las viste. Ahora come.

Pero Mewnich no se movió. Sus labios se curvaron en una sonrisa lenta, casi depredadora.
—No. Ahora quiero conocerlas...

Darkest BloodWhere stories live. Discover now