Capítulo 1.- ¡Nasdrovia!

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- ¡Por Castor! - Dijo James Hetfield con alegría entre la multitud, alzando su vaso lleno de vodka al aire para luego llevárselo a la boca y tragar todo el venenoso líquido transparente que estaba retenido en el no tan pequeño frasco. - ¡Por Castor! - dijeron los hombres de su alrededor antes de imitar el gesto de Hetfield.
Ninguno de ellos se conocía, ninguno había hablado con los demás con anterioridad, lo único importante era lo que tenían en común: La caza y el vodka.
Y si en plena escapada para ir a cazar te encuentras atrapado por culpa de la nieve en una cabaña a -5°C con otros 30 rusos ¿Qué harías para entrar en calor?
- ¡Otra más! - dijo uno de esos hombres llenando de nuevo el vaso de James, el cual no duró demasiado tiempo lleno.
- Joder, soy demasiado mayor para estas cosas. - contestó James después de tragar el contenido del vaso por séptima vez consecutiva en apenas una hora, mientras ponía una mueca debido al ardor de dicha bebida y empezaba a andar como le era permitido hacia uno de los sillones cercanos para descansar un poco.
- De eso nada Hetfield, ¡Demuestra de lo que están hechas las estrellas del rock!
La multitud le rodeó mientras coreaban su nombre, el vaso que estaba en sus manos segundos atrás desapareció sin aviso y fue sustituido por una botella de vodka a medio terminar.
- ¡Bebe, bebe, bebe, bebe! - Animaban todos al rubio de ojos azules, quién ya estaba fuera de sí desde hacía muchas copas.
Él no lo dudó ni un segundo cuando vio los animos que todos le daban, sólo se acercó la botella a los labios y empezó a beber hasta que el líquido dejó de deslizarse por su garganta. James alzó la botella vacía al cielo y despues la tiró con furia hacia el suelo, quebrándose en mil pedazos.
Todos empezaron a vitorearle y a aplaudirle por su recién azaña sin embargo aquél momento de gloria no duró mucho ya que su cuerpo no pudo aguantar tal cantidad indigente de alcohol e hizo lo más natural: devolver aquél veneno al exterior.
- Hetfield, Hetfield, Hetfield.. - decían todos ofreciéndole de nuevo bebida para infectar sus órganos, y él la tomaba con gusto.
De repente entre aquella turbia reunión de gente empezó a abrirse camino una joven, de tez blanca y pelo oscuro que con esfuerzo consiguió llegar en frente del hombre mayor.
- Creo que ya ha bebido suficiente señor Hetfield. - dijo la muchacha, claramente ebria también y con signos de haber fumado hierba, quitándole el alcohol de las manos al hombre rubio.
- ¿Quien... tu? - provó decir él, intentando recuperar la botella y casi cayendo en los cristales rotos de la antigua botella que se encontraban bajo sus pies.
- Soy tu sentido común no te jode. - contestó cogiéndole del brazo mientras daba un largo trago a la botella, luego se la ofreció a uno de los hombres y junto a James se fueron a una de las salas que servía de habitación.
- Para ser mi sentido común... - miró a la joven de arriba a abajo. - Estas muy buena... - introdujo su mano callosa debajo de su camiseta y empezó a acariciar su espalda de forma sugerente.
- Alto ahí Hetfield, que te haya evitado un coma etílico no te derecho a meterme mano. - sacó su mano de su camiseta y de un empujón tiró a James en el sillón, él la miraba divertida con una sonrisa en sus labios mientras ella sacaba un bolsita de plástico transparente decorada con dos rayas blancas horizontales con unas pequeñas ramas con hojas de un tono verde algo descolorido: Marihuana.
Sacó un grinder del mismo cajón, papel de liar y cartón.
- Ahora nos empezamos a entender, guapa. - dijo James fregando sus manos con cara de vicio mientras la chica se sentaba a su lado.
- Me llamo Amber Wood para tu información. - decía mientras trituraba la hierba con el grinder para luego liarse un porro.
- No soy bueno con los nombres querida Jade.
- ¿Eres bueno con algo a caso? - preguntó a modo burlón mientras James la miraba declarando sus intenciones.
- Creo que te haces una idea de en que soy bueno... - le besó el hombro a la chica.
- Estas casado ¿Me equivoco?
- Pero mi mujer no esta aquí... - esta vez besó su cuello mientras que una de sus fuertes manos fue directamente a la entrepierna de la chica dónde James empezó a masajear pero ella no reaccionaba ante sus toques expertos.
- No vas a conseguir nada. - contestó la joven claramente divertida alejándose de él, James se quedó observando su cuerpo atentamente.
- ¿Puedo preguntar porque me has alejado de ahi?
- Me gusta Metallica y me gustaría que siguieras vivo para seguir cantando ¿Sabes? - contestó la chica mirándolo con sus profundos ojos verdes antes de lamer el pegamento del papel para cerrar el porro.
James soltó un suspiro y se echó hacia atrás, apoyando su espalda en el respaldo, echó la cabeza hacia atrás también y cerró los ojos, tapandolos con sus manos. Estuvo así unos segundos hasta que Jade le dio unos leves toques en el brazo para que le dirigiera la vista.
- ¿Quiere usted drogarse conmigo señor Hetfield? - le ofreció el pequeño tuvo de papel humeante.
- Eso ni se pregunta, preciosa. - contestó con una sonrisa mientras agarraba el delgado cigarrillo y le echaba un par de hondas caladas.
- Así que... - dio otra calada. - me has sacado de una fiesta con litros de vodka para drogarme.
- En realidad te estas drogando tu solo rubito. - le arrebató el cigarrillo para empezar a fumar ella, James aprovechó para volver a su plan de conquistar a la joven.
- ¿Qué edad tienes? - susurró mientras acariciaba cuidadosamente los hombros de la chica e iba bajando a través de sus costillas deteniendo las manos justo en sus caderas.
- Soy demasiado joven para ti me temo. - le miró desafiante directo a los ojos.
- Eso lo decidiré yo. - contestó él divertido.
- Veintiseis. - expulsó el blanquecino humo de sus pulmones justo antes de que James le arrebatara el cigarro.
- Hm, creo que eres demasiado mayor para mi. - empezó a reír sin embargo debido al humo del interior de su cuerpo comenzó a toser para expulsar dicho humo de sus maltratados pulmones, se inclinó hacia delante apoyándose en sus rodillas para seguir tosiendo. Jade le dio unos ligeros golpes en la espalda para ayudarle a expulsar el aire.
- ¿Estas bien? - preguntó ella cogiendo el cigarro y dejándolo en un cenicero que se encontraba en la pequeña mesa de delante del sofá de cuero oscuro.
- Joder... - susurró. - Estoy fatal.
- Ven aquí. - dijo Amber levantándose mientras le ofrecía la mano para ayudar a James a levantarse, cogidos de la mano llegaron al baño.
- Siéntate. - le ordenó mientras abría el grifo del agua fría.
- No tienes porque hacer esto... - dijo con dificultades.
- Sht.
Amber puso su mano bajo el grifo y acumuló un poco de agua en la palma de su mano, después la llevó hasta la frente y nuca de James para que la frescura del agua hiciera que se le pasara el mareo.
- ¿Mejor?
James agarró la mano de la chica la cual estaba en la frente de James para controlar su temperatura y la mantuvo presa contra la suya, unidas por un fuerte apretón, se podía oír la respiración profunda e irregular de James resonar en la pequeña habitación.
- ¿Qué es lo que quieres? - preguntó mirando a la joven con sus ojos azules totalmente abiertos, acusándola con la mirada.
- ¿Qué quiero sobre que?
- Me cuesta creer que me ayudas sin querer nada a cambio.
- Solo quiero que viva un día más señor Hetfield. - respondió devolviendole la mirada.
- ¿Por qué?
- Porque lo merece ¿No cree?
- Amber Wood... - susurró. - Me acordaré de tu nombre.
- Más le vale James Hetfield. - sonrió antes de que la memoria del hombre rubio se desvaneciera por completo.
Aquello era de lo único que recordaba de sus vacaciones improvisadas a Rusia, algo que ya era común y formaba parte de él. Irse a algún sitio lejano sin aviso alguno a su familia o amigos.
El tiempo pasaba y los meses se desvanecian tras la cortina que el alcohol le proporcionaba todos los días.
La situación entre los integrantes de Metallica era cada vez más insostenible mientras en casa de desmoronaba en cuestión de momentos.
Quizá debió entender que había llegado al límite cuando se fue sin previo aviso perdiéndose el primer cumpleaños de su único hijo barón. O cuando tras amenaza y amenaza los ojos de la mujer a la que amaba dejaron de transmitirle aquél brillo que le demostraba su amor incondicional pese a saber la amarga vida que estaba atada a las estrellas del turbio mundo del rock.
Quizá nunca debió dejarse llevar por el inquietante juego del alcohol donde perdió claramente el control.
Ahora estaba perdido en aquél mundo sin amor ni consolación rodeado de la insistente llamada de la ansiedad que le rodeaba tanto en su vida personal como en la profesional.
Y nada podía hacerle parar ahora.

Sweet Amber.Where stories live. Discover now