-¿Y a qué esperas para comértelo? Ya sabes que en la guagua no te lo van a permitir comer, así que venga- la había animado y ella ilusionada le había obedecido. Entonces volvió a la realidad y se dio cuenta de que Yonath la miraba.

-Ahora lo entiendo todo…- murmuró y se sentó en el borde de la cama- él siempre estuvo a mi lado…- recordaba otros momentos en los que lo había visto aunque de lejos y de pronto desaparecía, o incluso había jurado ver a alguien en la ventana de su cuarto y la habían tomado por loca.

-Yo te lo dije… aunque no podía sacarte de ese orfanato por tu bien.

-¿Por qué tuvo que morir?- le preguntó mirándole sumida en la desolación de los recuerdos.

-Para protegerte y proteger la daga.

Ella meneó la cabeza sin aceptarlo.

-Me sentía tan sola… creía que no tenía a nadie y sin embargo tenía un padre… podía haber estado con él y quizás las cosas hubieran sido diferentes…

-No hubieras podido hacer nada.

-¡Eso no lo sabes! Él podía haberme enseñado…- se tumbó en la cama y se encogió entristecida.

-Meira, el día que murió tu padre, nos pidió que nos fuésemos de aquí… no quería poner en peligro a nadie y si hubieras estado, tú también hubieras tenido que irte.

Ella sollozó.

-Debía imaginar que si lo hubiera sabido, jamás lo habría permitido.

-Exacto…

-Márchate… quiero estar sola…

-Antes, bébete esta infusión para que te cures.

Ella le miró y observó el vaso que le tendía. Con recelo lo cogió y lo tomó.

-Ahora vete…-le devolvió el vaso y volvió a tumbarse, dándole al espalda.

-Intenta no levantarte- dijo antes de salir y la puerta se cerró con un leve chasquido tras el cual Meira comenzó a llorar desconsoladamente. ¿Por qué su vida tenía que ser así? ¿Por qué no se dio cuenta de que la persona que siempre estaba ahí era su padre? ¿Por qué no pudo salvarle? Se preguntaba aún sabiendo las respuestas. Era una niña, ingenua e inocente… ¿qué podía haber hecho? La impotencia la destrozaba y como consolación abrazó el portarretratos de sus padres hasta que se quedó dormida.

Esa noche, Harek salió con sus secuaces a un club nocturno. Este, conocido como El Inframundo, era un lugar plenamente frecuentado por vampiros, sólo los humanos más valientes se acercaban por allí, ya que sucedían cosas extrañas. Cosas tan extrañas como que el que entraba, no se le volvía a ver con vida. Esa noche, el local no tenía más que a unos pocos vampiros jugando al billar y otros reunidos en mesas al fondo, pero menos que de costumbre. Lo que no era de extrañar ya que todos andaban ocupados buscando a la joven que podía dar exterminio a su raza. Harek, con una chaqueta oscura que le llegaba por las rodillas, entró como siempre atrayendo todas las miradas. Sus secuaces le siguieron y se dirigieron a la barra donde Hard, el dueño, otro vampiro secaba vasos con un paño.

-Vaya… pero mira quién se pasa por aquí después de tanto tiempo- sonrió observando a Harek- pensaba que la cosa iba tan mal con lo de la chica que no podías salir de casa…- comentó tal y como había entendido por los rumores.

-He estado ocupado, nada más… necesito olvidar por una noche a la chica y ya Yuritzy no me vale.

-¿Un whisky?- le propuso.

Eterna OscuridadWhere stories live. Discover now