Llegamos en apenas cinco minutos, porque a Celine se le da genial galopar como una loca.
Para entonces, la situación entre nosotras dos es tan tensa que no intercambiamos palabras.
Nos rodean los guardias, con cautela, claramente desconfiando de nosotras. Yo localizo al joven y le acerco la carta.
Le lee en silencio y asiente con la cabeza. Celine está nerviosa. Mucho. Su postura no cambia, sigue pareciendo firme y confiada, así que nadie más puede notarlo. Pero yo, que estoy justo atrás suya, siento el latido de su corazón acelerado y la forma en la que traga saliva, como si tuviera un nudo en la garganta, asfixiandola.
Si la situación fuera diferente, pondría mi mano sobre su muslo para calmarla. Si ella no fuera ella y yo no fuera yo. Pero como no es el caso, no lo hago, porque sé que la pondría más nerviosa. Y, siendo sincera, a mí también.
—Déjenlas pasar.
Por fin escuchamos su voz, alta, clara, firme. Celine suelta el aire con lentitud, dejando escapar todo aquel que llevaba minutos reteniendo. El tono del guardia no admite lugar a dudas y el resto nos abre paso, es solo que... Sí hay uno de ellos que duda.
Y es justamente aquel chico que se me acercó con suspicacia la última vez que salí de aquí.
—Lee la nota en voz alta.
El joven se gira hacia el rubio con mala cara.
—¿No confías en mí criterio, Luke? —pregunta, pero tras aquella pregunta se esconde un tono poco sutil de amenaza.
—¿Por qué deberíamos? —su tono también es firme, no parece de los que reculan. Los guardias alrededor, poco a poco vuelven a sus posiciones iniciales, cerrándonos el paso —lee la carta y todos contentos.
El otro guardia bufa y abre la nota de malas maneras.
A Celine empiezan a temblarle las piernas.
—Relájate.
—Cierra la boca.
Siempre es tan dulce.
El joven empieza a leer. La carta ni siquiera empieza por un saludo.
—Ellas son Adara y Emma Chesterfield, mis vecinas, como ya sabes. He caído enferma y no tengo fuerzas ni para comprar yo misma la comida. Cómo te habrás dado cuenta, necesito bajar todas las semanas a por medicinas, aquí son muy caras. No puedo ir yo misma está vez. Espero que mostréis la misma generosidad que siempre he mostrado yo. Firmado, Rosa Alcázar —en cuanto acaba de leer el lugar se sume en un silencio sepulcral. Él alza la voz, para que todos puedan oírle bien —¿alguien tiene algún problema con que la señora Alcatraz reciba sus medicinas?
Me estremezco, y sé que Celine también lo hace. Ninguna de las dos tenemos ni idea de quien es el joven amigo de nuestra Rose, pero habla como un verdadero líder. Uno a uno, sus compañeros agachan la mirada, niegan con la cabeza y nos abren el paso. Celine vuelve a suspirar, dejando escapar todo el aire que contenía en sus pulmones.
***
—¿Estás bien?
Celine emite un ruido como afirmación que se asemeja a una queja. Es un "déjame en paz", así que lo hago.
Tardamos unos veinte minutos más en llegar al corazón del pueblo, lo noto por como se tensa su cuerpo.
Levanto la mirada para encontrarme con ojos desesperados y cuerpos anhelando algo cálido en su estómago. Niños llenos de rotos en sus ropas y pieles pálidas.
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Axar
FantasySelene tiene una vida relativamente normal. Excepto porque es la hija del comandante real. Excepto porque el futuro rey "está enamorado" de ella. Excepto porque el reino ya ha aceptado que se convertirá en reina y nadie le ha preguntado su opinión. ...
