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La tarde estaba gris, y la lluvia caía sobre los ventanales de la mansión como un murmullo constante. Regulus y Aylin estaban en la biblioteca, sentados frente a la chimenea. Los libros antiguos, el aroma a té recién hecho y el calor del fuego creaban un ambiente casi íntimo. Aylin, con una sonrisa divertida, hojeaba un libro de hechizos mientras Regulus la observaba con la barbilla apoyada en su mano.

—Tienes un aire diferente hoy —comentó ella sin levantar la vista.

—¿Diferente cómo? —preguntó él, arqueando una ceja con curiosidad.

—No sé… más confiado —respondió Aylin, alzando la mirada para encontrarse con sus ojos grises—. Como si ya no te importara tanto lo que digan los demás.

—Es porque ya no me importa —dijo Regulus, sonriendo con un deje de satisfacción—. Pasé demasiado tiempo queriendo encajar, queriendo que James me viera como algo más que un deber. Pero me cansé.

Aylin soltó una carcajada suave y cerró el libro. —Me alegra escucharlo. Es como si finalmente estuvieras mostrando quién eres de verdad.

—Y tú eres la única persona que lo entiende —añadió Regulus, mirándola con una intensidad repentina—. Es curioso, ¿sabes?

—¿Qué cosa?

—Que para ser hermana de Potter eres muy distinta a él. Eres… —dudó un momento, luego sonrió—. Si no fuera Doncel y si fuese hetero, me hubiera casado contigo.

Aylin parpadeó,
sorprendida.—👁️👄👁️

Regulus soltó una risa y se encogió de hombros. —Es la verdad. Para ser hermana de Potter eres muy bonita y, además, me caes mejor que él.

—Oh, Merlin —murmuró Aylin, llevándose una mano a la boca para ocultar la risa—. ¿Me estás diciendo que si la vida fuera otra… seríamos los Black-Potter perfectos?

—Exacto —dijo él con un brillo de picardía en los ojos—. Imagínalo: tú y yo, la pareja perfecta para fastidiar a James hasta el fin de sus días.

Aylin se echó a reír, divertida por la idea. —Sería glorioso, aunque me temo que me volverías loca con tu ego.

—Probablemente —admitió Regulus con un aire arrogante y divertido—. Pero también te mantendría entretenida. Nunca te aburrirías conmigo.

—No lo dudo —dijo ella, con una sonrisa cómplice—. Debo confesar que, aunque me gusten los hombres, tu ego casi es lo suficientemente atractivo como para tentarme.

—Lo sé —respondió Regulus con un suspiro teatral—. ¿Ves? Por eso nos llevamos tan bien.

Ambos soltaron carcajadas, relajados, casi como si el mundo entero no existiera más allá de esa biblioteca. Pero lo que ninguno de los dos sabía era que James, que había entrado para buscar un libro, estaba parado tras la puerta entreabierta, escuchándolo todo.

—¿Qué demonios…? —susurró para sí mismo, sintiendo que algo ardía en su estómago. Regulus y Aylin… ¿coqueteando? Su mente se llenó de pensamientos confusos e incómodos. ¿Estaba su hermana traicionándolo con su propio esposo? ¿O era todo una broma que él no comprendía?

Se apartó de la puerta y retrocedió unos pasos, con el corazón latiéndole con fuerza. Por un lado, no podía negar que se sentía traicionado. Por otro… había algo en la forma en que Regulus hablaba con Aylin, tan sincero y sin filtros, que lo desarmaba.

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Mientras tanto, Aylin dejó el libro sobre la mesa y se inclinó hacia Regulus, bajando un poco la voz.

Golden Boy Where stories live. Discover now