Me contagié a los 10 años, me curé a los 2 meses y las secuelas aparecieron dos semanas después de eso.
Una enfermedad que invadió al mundo, una enfermedad que, extrañamente, solo afectaba a los niños. Muchos morían, otros eran inmunes y otros se...
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-¿Una fogata? Ni de broma.
-Pero...
-No –Scarlett se cruza de brazos–. Ya es muy riesgoso que estemos escondidas en esta habitación. ¿Crees que es buena idea? –Estoy a punto de responder, pero me interrumpe–. Ya dije que no.
-Scarlett –Luna interviene–. Es solo una noche.
-Una noche muy riesgosa.
-¿No crees que mereces disfrutar luego de casi morir unas cuantas veces en el transcurso de esta semana?
Scarlett me miró con los ojos entrecerrados; sabe que la estoy presionando frente a Luna porque, por lo mucho que la he observado, sé que es lo suficientemente firme como para dejarse manipular. Sin embargo, estoy seguro de que Luna, con un puchero y sus grandes ojos azules, puede hacer que la chica frente a mí acepte.
-Tiene razón, Scarlett –podríamos ir aunque sea unos minutos.
-Sigo pensando que es mala idea.
-Piensas que todo es mala idea –me burlo con la intención de hacerla enojar.
Sonrío cuando su expresión delata que logré mi cometido.
–Si ves que hay algún peligro, nos regresamos a la habitación –insiste Luna–. Además, Nick estará con nosotros siempre, ¿no?
Alzo las cejas, sorprendido. La verdad es que siempre tengo que estar pendiente de los chicos, de que los mayores no se anden toqueteando por allí, de que los niños menores se alejen del fuego y ese tipo de cosas, lo usual. Pero por la forma en que me mira Luna, con un puchero, sus grandes ojos azules y su cabeza ladeada, me doy cuenta de que no solo Scarlett es débil ante su encanto; parece que yo también lo soy.
Maldición.
–No me alejaré ni un segundo.
–Oh, qué tortura –resopla Scarlett.
Ruedo los ojos–. ¿Aceptas o no? Tengo cosas que hacer.
–Pareces muy entusiasmado a que diga que sí.
Es cierto.
Le dije que se quedara en el campamento una semana para poder persuadirla de que se quede definitivamente. Se me estaban ocurriendo mil maneras de hacerlo, pero nunca pensé que la fogata fuera una buena opción. Es decir, se supone que nadie sabe que ella está aquí y sería un desastre si la descubrieran. Pero al ver la capacidad de su don, se me ocurrió que habría una manera de usarlo para que estuviera con nosotros y viera ese lado de este lugar que estoy seguro le gustará.
