La Teoría de Febrero

12 de Febrero

SOFYA JOHNSON

Los miércoles de cocina empezaron una semana después de que nos hicimos novios. No sabíamos cómo tratarnos de forma diferente a cuando éramos solo amigos. Queríamos planes nuevos, hacer cosas distintas juntos... y, ¿qué mejor experiencia que cocinar en pareja? Eso creímos, hasta que descubrimos que los dos éramos pésimos cocinando. Nos dimos cuenta demasiado tarde. Fue nuestra culpa asumir que, como Ava y Axel sabían cocinar, nosotros también. Quizás a Alex se le daría bien, pero resultó que no. Y, al parecer, a mí tampoco.

No dejamos de hacerlo porque fuera divertido (aunque lo era), sino porque intentar algo nuevo, que ninguno dominaba, era nuestra forma de comenzar esta etapa. Preparo todos los ingredientes, me coloco el delantal que me compró Ava para motivarme -dice "La chef más linda"- y tenía razón. Con este delantal y las ganas de demostrarle a Alex lo equivocado que está, me siento totalmente motivada.

Inspecciono mi ropa: joggers grises, camisa blanca con el estampado de La La Land, una coleta prolija y un maquillaje sencillo, porque, bueno, voy a cocinar. Entonces recuerdo que no corté las ramas de orégano seco que dejó Ava en la cocina. Las tomo, pero no sé qué hacer con ellas, así que llamo a Ava. Siempre le digo que debería comprar el orégano ya listo, pero no me hace caso; le gusta cultivarlo ella misma.

Contesta la llamada y me explica con su calma habitual, mientras yo camino de un lado a otro con las ramas en una mano y el teléfono en la otra. Moka me observa desde su cama con cara de: "¿Y ahora qué hace esta loca?" Estoy segura de que eso diría si pudiera hablar. Ava menciona que un paquete de Charlotte llegará en unos minutos y me pide que lo reciba. Justo cuando lo dice, suena el timbre.

Abro la puerta con las ramas en una mano, el teléfono en la otra y el delantal aún puesto. Apenas levanto la vista y... no es el repartidor. Es Alex. No recuerdo lo que dije al colgar apresurada, pero lo invito a pasar. Lo abrazo brevemente y él finge no notar que sostengo las ramas como si fuera a limpiar con ellas.

Me siento en la mesa del comedor y comienzo a deshojar el orégano, como me indicó Ava, evitando mirar a Alex. Carraspeo y lo invito a la cocina.

Le explico lo que va a hacer -ignoro deliberadamente su enorme sonrisa- y le busco un delantal. Solo hay dos: uno verde menta de Charlotte y el azul celeste de Ava que dice "Retrocede: la chef sabe lo que hace". Me tienta prestarle el azul... pero termino dándole el de Charlotte.

Preparamos todo para cocinar. Le asigno el pollo mientras yo pico las papas que vamos a freír. Estoy concentrada, recordando cada paso que dijo Ava. Le doy las instrucciones a Alex, esperando no equivocarme. Pongo el aceite a calentar y voy agregando las papas. Trato de conversar con él, pero apenas responde: está demasiado concentrado marinando el pollo.

-Tengo curiosidad... ¿cuándo te diste cuenta de que no sabías cocinar?

Hace una pausa antes de responder.

-En teoría, sé los pasos para lograr el resultado final... pero simplemente no me queda bien. Sobre todo, en cocción y sabor -se limpia las manos, deja el pollo cubierto y me ayuda con las papas. Algunas salen quemadas, pero tenemos tanta hambre que no nos importa.

-Sé que deberíamos hablar más de nosotros en las citas, pero... ¿sabes cómo es el chico que le gusta a Ava? ¿Es un buen chico? ¿La trata bien?

Su tono protector hacia su hermana me parece adorable.

Carraspeo antes de responder con una papa frita en la mano.

-Es el hijo de la señora Harris, nuestra antigua vecina. Es amable, respetuoso... tímido. ¿Que si la trata bien? Sin duda. Si vieras cómo la mira... como si fuera de las mejores cosas que ha visto en su vida. Siempre está ahí cuando lo necesita, es caballeroso. Y además: la trae temprano a casa y no se va hasta asegurarse de que entre. Es un buen chico. Me recuerda a ti cuando empezamos a salir, tan nervioso y tímido. Sonreías por todo lo que decía, incluso cuando hablaba de los huesos de la mano...