PRÓLOGO

7 0 0
                                    

Mis pulmones iban a colapsar. Cada exhalación era como el dulce respiro que me acercaba a la muerte. Mis músculos estaban entumecidos, provocando que mi ritmo se ralentizara, acercándome cada vez más a mi propia Parca.

Es curioso lo sencillo que resulta confundir el bien y el mal, el blanco y el negro... Cualquiera pensaría que se trata de dos polos totalmente opuestos, fácilmente diferenciables...

No sería él quien me matara, sería mi propia incapacidad para seguir corriendo. Lo único que me impulsaba era mi propio instinto de conservación, tratando de ignorar el dolor en el bazo, los calambres en las piernas y el ardor en los pulmones. Esta vez no sería como una de aquellas clases de gimnasia que tanto estorbaban. No estaba corriendo por un maldito cronómetro en la mano de una profesora frustrada que era mejor dando órdenes que cumpliéndolas. Estaba corriendo por mi vida.

Un respiro, dos respiros, tres respiros, cuatro respiros... Cuatro pasos hacia la muerte. ¿Por qué tarda tanto?

Me detuve abruptamente, agachando la cabeza entre mis piernas mientras intentaba en vano recuperar el aliento perdido. Lo único que mis ojos registraban era el suelo negro de asfalto sin ninguna marca más que el de los neumáticos de algún automóvil que habría salido derrapando de allí.

La luz era muy tenue para poder distinguir algo más. Sin embargo, mi cerebro estaba demasiado embotado para ser consciente de algún otro aspecto más que mi propia respiración y mi corazón desenfrenado.

Una lenta gota de sudor se desliza sobre mi rostro. Se arrastra por cada rincón hasta caer hacia el suelo en cámara lenta.

Esa gota soy yo. Disfrutando el recorrido, cayendo repentinamente.

Escucho un ruido detrás mío y doy un respingo. Enseguida me erguí y me dirigí al escondite más próximo sobre una mugrienta pared llena de grafiti para poder apreciar a mi perseguidor.

Rayos... mi respiración es como la de un asmático. Me sorprende que todavía no me haya encontrado.

Mis dedos no dejan de aferrarse a la pared detrás de mí. Estoy tan pegada que de alguna manera rezo a Dios porque me absorba y me vuelva invisible. Un deseo incoherente obviamente. Pero qué otra cosa puedo pensar en un momento así, además de todo lo que me perderé en esta vida, y lo ingenua que fui al creer en él.

Él, mi salvador, mi nueva estrella... Resultó que solo era la luz del tren que estaba a punto de arroyarme.

Siento sus pasos, el ruido de la suela de sus zapatillas. Son pasos lentos, confiados, como si supiera de antemano donde estoy y solo estuviera disfrutando del miedo de su presa.

No entiendo cómo termine aquí, sabía que él escondía algo raro, pero una cosa es imaginar estos sucesos extremos, y otra es vivirlos.

Parece que mi ego es mucho más grande que la propia Tierra. Lo que más me duele de la situación no es el hecho de que estoy al borde de la muerte, sino que acabo de fallar. Mi instinto de supervivencia y mi suspicacia fallaron, y han destrozado mi orgullo.

No debería preocuparme por algo así ahora, pero no dejo de darle vueltas al "por qué". Ese maldito pronombre linfático taladrando mi cabeza.

Sus pasos se oyen cada vez más cerca. Ya puedo oír su respiración sosegada.

De alguna manera está percibiendo mi presencia. Cierro los ojos y sé que mi cara está mostrando la típica mueca de terror cuando sabes que vas a morir y sin embargo tus instintos se apoderan de tu organismo entero.

Cada vez más cerca...

Uno.... dos.... tres.....

Corro como nunca en mi vida. Al instante en que mis dedos y todo mi cuerpo se separan de la pared, sufro un temblor de adrenalina cuando lo noto a él saltando detrás de mí, cual león persigue a su gacela.

Un grito de susto se escapa de mi garganta y me concentro en no tropezarme con nada. Mis descontrolados jadeos están destruyendo mi garganta, pero tenerlo tan cerca reanima los músculos de mis piernas para continuar.

Está demasiado cerca de mí, casi siento el calor de su cuerpo, o tal vez sea mi imaginación.

El estacionamiento es demasiado oscuro, los tubos fluorescentes no dejan de titilar y emitir ese zumbido clásico de las películas de terror.

-¡Amy!- su grito desesperado. Su voz...

Me detengo. Algo paraliza mi cuerpo, algo trastorna mi conciencia completamente. Y es en ese momento cuando me arrepiento de mi decisión, cuando algo en mí se activa y abre un fuego dentro de mi ser en forma de grito.

Un aullido se libera de mí y dos brazos me toman por detrás a lo largo de la cintura. Me levantan y mis piernas comienzan a patalear con violencia, sabiendo la inutilidad de ello, pero haciéndolo como acto reflejo. Siento su rostro de costado sobre mi espalda, y sé que está hablando pero no puedo oírlo. No puedo...

La forma en que se aferra a mi cuerpo. Como si fuera una posesividad que solo alguien que cree conocerte puede tener.

Me arrastra con él, y mientras más pataleo, más cansada me siento.

Comienzo a llorar y a gritar. Pero nadie oye, o a nadie le importa.

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 31, 2015 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

Una gran esperanzaWhere stories live. Discover now