Code Fénix Unleashed Sombras de la Luna

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Fénix miró el grabado por un momento, su rostro endurecido por la misión, pero sus ojos traicionaron una leve emoción. Cerró la mano sobre el cañón de la Magnum, como si al hacerlo pudiera aferrarse a algo más allá de la oscuridad que los rodeaba.

—Enid —murmuró, más para sí mismo que para los demás. —Ella siempre lo ha hecho.

Xavier, al notar el cambio en la expresión de Fénix, optó por no decir nada más. El vínculo entre ellos no necesitaba palabras. La misión continuaba, pero Fénix, por un momento, permitió que su mente se detuviera, recordando lo que lo mantenía en pie: las promesas, los recuerdos, y la esperanza de que, a pesar de todo el caos, alguien siempre estaría allí para él.

Ashley, por su parte, no insistió en el tema. Se sentó a su lado, en silencio, y los tres permanecieron allí, observando cómo la niebla finalmente se disipaba, dejando al descubierto el pueblo en su totalidad, ahora tan vacío como sus corazones.

La mansión de Ashley era una imponente estructura, una reliquia de tiempos pasados. Su arquitectura gótica destacaba entre la desolación del pueblo, con altas torres, vitrales rotos y una fachada que hablaba de gloria antigua y decadencia. Dentro, la atmósfera era fría, pero acogedora, con muebles de madera oscura y una chimenea que crepitaba débilmente, intentando calentar el vasto salón.

Fénix y Xavier estaban sentados en la sala principal, en un par de sillones desgastados pero cómodos. El silencio entre ellos estaba teñido de un cansancio compartido, cada uno procesando lo ocurrido en la iglesia. Sobre la mesa, un candelabro iluminaba la estancia con una tenue luz que hacía danzar las sombras en las paredes.

Ashley entró al salón, llevando consigo dos tazas de té humeante. Su paso era firme, y su rostro, aunque serio, mostraba un aire de hospitalidad. Colocó las tazas frente a ellos, luego se sentó en un sillón cercano, cruzando las piernas con elegancia.

—Hace años que nadie ha podido matar a un vampiro —dijo Ashley, rompiendo el silencio. Su mirada se posó en Fénix, evaluándolo. —Lo que hiciste en la iglesia... es algo que no se ve todos los días.

Fénix tomó la taza de té, pero no respondió de inmediato. Su mente estaba aún en el combate, en el polvo en el que se convirtió Isolde. Finalmente, habló, su voz baja pero firme. —No fue fácil, y no será la última vez que pase.

Ashley asintió lentamente, sus ojos se perdieron por un momento en el fuego de la chimenea. —El Conde Orslok... —comenzó, con un tono sombrío— ha sido una maldición para este pueblo por generaciones. Mi padre intentó acabar con él. Era valiente, un hombre justo. Pero nunca regresó.

Fénix levantó la mirada, observando el rostro de Ashley mientras hablaba.

—¿Qué le pasó? —preguntó Xavier, su tono curioso pero respetuoso.

Ashley suspiró. —Se perdió camino al castillo del Conde. Nadie encontró su cuerpo. Solo su caballo regresó, cubierto de sangre. —Hizo una pausa, su voz temblando ligeramente antes de recomponerse. —Y mi hermano... Dagon. Él murió aquí, en esta misma propiedad.

Fénix frunció el ceño. —¿Qué pasó?

—Era una noche nevada. Dagon estaba guardando los caballos en el recinto trasero. —Ashley cerró los ojos por un momento, como si reviviera el recuerdo. —Fue atacado por el Wolfsbane.

Fénix levantó una ceja. —¿Wolfsbane?

Ashley lo miró, sus ojos llenos de seriedad. —Es la criatura más aterradora que sirve al Conde. Lo llaman su perro, pero es mucho más que eso. Es un ser grotesco, sin pelo, de casi tres metros de altura. Su cuerpo parece al borde de la desnutrición, pero es increíblemente fuerte.

Code Fénix-2 UnleashedOù les histoires vivent. Découvrez maintenant