El caos estalló de inmediato. Los campesinos comenzaron a correr en todas direcciones, tratando de dispersarse para no ser atrapados. La niebla pareció espesarse, y sombras comenzaron a moverse entre los edificios, rápidas y letales.
—¡Por aquí! —gritó Ashley, agarrando a Fénix por el brazo y señalando hacia una iglesia cercana.
Fénix y Xavier no dudaron. Junto con Ashley y un pequeño grupo de campesinos, corrieron hacia el edificio. Las puertas de la iglesia estaban abiertas, y los pocos que lograron entrar las cerraron rápidamente detrás de ellos, atrancándolas con bancos y maderas improvisadas.
Dentro, la atmósfera era tensa. Las velas parpadeaban en los altares, proyectando sombras inquietantes en las paredes de piedra. Los campesinos se acurrucaban, algunos rezando, otros llorando en silencio. Fénix y Xavier se quedaron cerca de Ashley, mientras el eco de los gritos en el exterior continuaba perforando la tranquilidad de la iglesia.
—¿Y ahora qué? —preguntó Xavier, con la respiración agitada.
Ashley lo miró, su rostro endurecido por la tensión. —Ahora esperamos... y rezamos para que no encuentren la manera de entrar.
El silencio se apoderó de la iglesia. Los murmullos y las oraciones se extinguieron mientras Fénix desenfundaba su Magnum, el sonido metálico del arma resonando en el espacio sagrado. Sus ojos se movieron hacia Ashley, quien permanecía inmóvil, su rostro tenso pero tratando de mantener la compostura.
—Háblame de las novias del Conde —dijo Fénix en voz baja, manteniendo su mirada fija en las sombras que rodeaban el interior del edificio. —¿Qué son? ¿Qué pueden hacer?
Ashley suspiró, su tono cargado de resignación. —Son tres. Hermosas, pero letales. No son simples vampiras; Orslok las transformó y les dio poderes que ningún otro tiene. Son sus sirvientes más leales... y sus cazadoras. Nadie que se cruce con ellas vive para contarlo.
Fénix apretó los dientes, su mandíbula marcándose bajo la luz parpadeante de las velas. —Los vampiros no pueden entrar a las iglesias. Este lugar debería ser seguro.
Antes de que Ashley pudiera responder, un estruendo rompió el aire. Una de las ventanas laterales se hizo añicos, y un tronco grueso atravesó el espacio, golpeando la cruz del altar central. La madera sagrada cayó al suelo con un ruido sordo, rompiéndose en pedazos.
—¡Mierda! —gruñó Fénix, retrocediendo mientras apuntaba su arma hacia la dirección del impacto. —¡Acaban de destruir lo único que los mantenía fuera!
Las velas se apagaron de golpe, dejando el interior de la iglesia sumido en la oscuridad. Solo el débil resplandor de la luna, filtrándose por las ventanas rotas, ofrecía algo de visibilidad. Unos pasos suaves resonaron desde el altar, seguidos por la figura de una mujer alta y delgada que emergió de las sombras.
Era hermosa, con una belleza etérea que resultaba tan fascinante como aterradora. Su cabello, negro como la noche, caía en ondas hasta su cintura, y sus ojos brillaban con un tono rojo intenso que parecía atravesar el alma de cualquiera que la mirara. Vestía un vestido negro ceñido, decorado con detalles que parecían antiguos pero elegantes, y su sonrisa dejaba al descubierto colmillos afilados.
Los campesinos, consumidos por el pánico, rompieron la puerta trasera de la iglesia y huyeron al exterior, prefiriendo enfrentar el peligro fuera que quedarse atrapados con la criatura. Solo quedaron Fénix, Xavier y Ashley, quienes se mantuvieron firmes, aunque con evidente tensión.
—Así que... —dijo la mujer, con una voz melódica pero cargada de amenaza—. Tenemos nuevos visitantes.
Ashley dio un paso adelante, su rostro endurecido. —Isolde... —murmuró, reconociéndola. —¿Qué haces aquí?
Code Fénix Unleashed Sombras de la Luna
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