Code Fénix Unleashed Sombras de la Luna

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La joven parpadeó lentamente, como si sus palabras le resultaran tan emocionantes como un sermón aburrido.

—Desesperados —repitió con un tono neutro—. Qué conmovedor.

El hombre tragó saliva y forzó una sonrisa nerviosa.

—El pueblo entero está aterrado. Necesitamos a alguien con su experiencia para acabar con esa criatura.

Van Garret inclinó la cabeza levemente, observándolo con una frialdad inquietante.

—¿Y qué le hace pensar que me importa lo que necesiten?

El hombre abrió la boca, pero ninguna respuesta pareció ser la correcta.

—Claro... —murmuró ella, enderezándose—. Si no hay más dramas innecesarios, lléveme al lugar donde ocurrieron los últimos ataques.

El hombre asintió rápidamente, sin atreverse a insistir en formalidades. Mientras la señorita Van Garret avanzaba con paso lento pero seguro, los aldeanos la observaban con una mezcla de esperanza y temor. No parecía la salvadora que esperaban... pero tal vez, solo tal vez, era la cazadora que necesitaban.

Fénix y Xavier caminaron por las calles del pequeño pueblo, envueltas en un aire de tensión y miedo. La nieve crujía bajo sus botas mientras avanzaban, esquivando miradas desconfiadas de los aldeanos.

—Lo mejor será ver los cuerpos —dijo Fénix, encendiendo un cigarrillo—. Tal vez eso nos sirva de algo.

Xavier asintió sin entusiasmo. No era precisamente el plan más alentador, pero tenía sentido.

Llegaron a la morgue, un edificio modesto de piedra con una puerta de madera envejecida. Al empujarla, un escalofrío recorrió la espalda de Xavier al sentir el aire gélido y el olor a muerte impregnando el ambiente.

Un hombre mayor, de barba blanca y ojos vivaces, los recibió con una sonrisa sorprendentemente amigable.

—¡Vaya, vaya! Si no es el famoso cazador de monstruos —dijo con un tono casi jovial—. ¿Cómo era que te llamaban? Ah, sí... el que mató a una de las novias del Conde en la iglesia.

Fénix exhaló el humo de su cigarro con calma.

—No me gustan los títulos. Solo déjanos ver los cuerpos.

El anciano soltó una carcajada y asintió.

—Vengan, muchachos. No todos los días recibo visitas con estómago fuerte.

Los guió por un pasillo hasta una sala fría, donde el hedor a sangre seca y podredumbre se intensificaba. Al abrir la puerta, Fénix y Xavier se encontraron con un desastre.

Los cuerpos estaban destrozados de una manera que desafiaba toda lógica. Extremidades arrancadas, torsos abiertos como si hubieran sido desgarrados por garras gigantes. Las heridas no eran limpias ni precisas; eran brutales, hechas con una fuerza inhumana.

Xavier tragó saliva, tratando de mantener la compostura.

—Esto... no es como otros ataques de licántropos.

Fénix se inclinó sobre uno de los cuerpos, analizando las marcas con detenimiento.

—No. Esto es diferente. El Wolfsbane no solo mata... se divierte.

Fénix se inclinó sobre el cuerpo destrozado, analizando las profundas laceraciones en la carne. Con el ceño fruncido, deslizó los dedos enguantados por la herida más grande, sintiendo los bordes irregulares.

—Esto no es solo brutalidad —murmuró—. Es como si la criatura hubiese querido asegurarse de que no quedara nada reconocible.

Xavier observaba en silencio hasta que vio algo extraño en la herida.

Code Fénix-2 UnleashedWhere stories live. Discover now