De historias no contadas y metros vacíos.

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Miré el reloj viejo y desgastado de mi mano derecha. Eran ya las ocho y media y yo seguía sentado en el vagón del metro esperando por mi destino: la parada B. Necesitaba llegar lo más rápido posible, o sino mi hermana me mataría. Se supone que debía estar allá hace más de una hora, "disfrutando" de su fiesta de cumpleaños, pero me había tardado más de lo previsto en mi clase de música. Siendo sincero, lo había hecho a propósito. Tal vez no consciente; igual estaba seguro de que una parte de mí no quería ir. Las fiestas no son lo mío. Aunque ni siquiera sé que sea lo mío. Creo que el piano y los libros no serían ni la respuesta más llamativa ni la más interesante, pero si diera otra estaría mintiendo.

Alguien se sienta a mi lado. Lo sé porque, a pesar de estar mirando a la ventana contraria, donde solo veo la pared del túnel y uno que otro grafiti, puedo sentir el leve roce de su pierna y el ruido de unos audífonos. Era un tanto extraño puesto que el vagón estaba casi vacío, excepto por el hombre borracho sentado a unos metros. Volteo un poco el rostro, cabizbajo, pero queriendo saber quién se sentó junto a mí. Como mi cabeza esta agachada lo único que alcanzo a ver son sus zapatos. Converses, rojos y algo rotos, pero limpios.

Subo la mirada. Es una chica, de cabello oscuro y ojos casi del mismo color. Los cables de donde sale la música se enredan en su cabello. Está mirando hacia otro lado, pero siento que sabe que yo estoy aquí. Tal vez se sentó a mi lado buscando no estar tan sola.

-¿Qué me miras? -dice. Ahí es cuando noto que se ha volteado.

-Nada. -susurro cohibido. Me sonrojo. Rayos.

Creo que sin darse cuenta ha movido un poco la cabeza a un lado, lo cual me recordó a Karou, uno de mis personajes favoritos. Y creo que eso fue lo que me hizo sonreír. Y creo que eso hizo que me mirara molesta.

-No puede ser nada. Me has mirado como por cinco minutos -se quita los audífonos y los deja en su regazo-. Y lo sigues haciendo. ¿Por qué?

-Es en serio, no era nada. Tan solo te estaba mirando, me gusta mirar a las personas.

Se remueve incomoda a en su asiento, pero ahora en su rostro está reflejada la curiosidad.

-¿Por qué?

-¿Por qué qué? -pregunto.

-¿Por qué te gusta mirar a las personas?

Está retorciendo sus manos, como si no supiera dónde ponerlas. Pienso un rato la respuesta.

-Me gusta observarlos, ver cada detalle en ellos. Sus expresiones, lo que hacen, lo que dicen, como lo hacen y como lo dicen, y luego inventarles una historia. Puede que les invente desde que nacieron hasta como morirán, o simplemente lo que hicieron hoy. En verdad no sé porque me gusta, ni cuando comencé a hacerlo. Es más una forma de distraerme cuando estoy aburrido.

Espero a que me mire como si estuviera loco, igual que las demás personas a las que se lo he contado -aunque solo sea una-, pero solo se muestra sorprendida.

-¿Y a mí me inventaste una historia? -murmura, ahora con un bosquejo de sonrisa.

-Oh, no. No me diste tiempo. -le respondo, correspondiéndole a la curva que ahora es su boca.

-Pues a mí me parece cool. -dijo, y los dos respiramos el silencio. Y los dos oímos a la mujer diciendo que habíamos llegado a mi parada. Y los dos nos despedimos.

Y no nos volvimos a ver.

No hasta después.

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⏰ Última actualización: Jul 14, 2015 ⏰

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