Burbuja de oscuridad y frío

28 2 0
                                    

Leane andaba por la calle sucia, taconeando con esmero y con la vista fija en la oscuridad que la envolvia como un manto suave de seda, y exhalando vaho cada vez que abria la boca para respirar.

Ya estaba acostumbrada a la oscuridad y al frío, dado que esos le acompañaban desde el mismisimo momento en que habia nacido.

Las historias contaban que la madre de Leane era de tez clara, tan clara como el rostro de la luna, y sus cabellos tan rubios como el oro. Decían que sus ojos eran capazes de cautivar a quién los mirase, y que era possible perderse en ellos hasta oír el suave repiqueteo de las olas al chocar contra la arena caliente.

Pero eso era todo lo que se sabia de la madre de Leane, que habia muerto al ella nacer. A pesar de que Leane buscó información en todos los rincones de la Ciudad, desesperada por saber más sobre la persona que deberia haber sido su mayor consuelo, nadie supo contarle más. Nadie sabia su nombre, aunque todos se inventaban uno para no quedar mal delante de la bella desconocida que llamaba a sus puertas. Nadie sabia su historia, a pesar de que Leane habia insistido lo posible.

Al final ésta desistió de todo propósito, contentándose con las preguntas sin respuesta que la abrazaban sin querer dejarla ir.

Al fin llegó a su destino. Antes de llamar, respiró tres veces profundo y a la tercera, llamó. La casa era enorme y lujosa, y no pintaba nada en la andrajosa calle de Berlín, si no que recordaba a las maravillas de Manhattan y a las de Los Angeles. Las luces estaban apagadas, aunque, pensó Leane, era normal al llegar ella horas antes como le habia pedido Neil.

Cuando habian hablado por teléfono, su voz le habia transmitido exultación, cosa que habia provocado en ella un nerviosismo extremo. Aún así habia acudido a la cita.

La voz mecanica del contestador sonó y sobresaltó a Leane.

-¿Qué quiere el visitante?

- N-Neil, soy y-yo.- ¡Maldito tartamudeo! Leane se enfadó con si misma, pero la voz que sonava por el micrófono la despejó.

- Si el visitante me pudiera dar el placer de concretar un poco más... Ha de saber usted que si es un desconocido no voy a poder permitirme el lujo de dejarle la entrada a gusto. Ya sabe usted las cosas que pueden pasar si no se vigila, hoy en dia.

Ese dia era el cumpleaños de Neil, y, por lo visto, estaba de un humor más que excelente.

- Neil, ¡abre ya!

- Una persona que da esas ordenes no es una persona bienvenida.

- ¡No me jodas, niño! ¡Abre de una maldita vez, que no todo el mundo tiene piel de oso como abrigo, y aquí fuera hace frío!

- Aaaaaaaaaaaah, conozco esa vocecita. Pero no consigo recordar ahora quién es...

- Soy Leane. Y si no abres, voy a aporrear la puerta hasta que se salga de su lugar.

"Como si fuera a hacerlo" susurró para ella Leane.

La purta se abrió con un sonoro repiqueteo, y, por segunda vez aquella noche, Leane se sobresaltó.

"Malditos nervios!" Pensó antes de entrar.

Dentro la esperava un salón calentito, el fuego encendido en la chimenea y veles encendidas alrededor. Todo estaba limpio y ordenado, señal que los padres de su amigo habían vuelto. Así que Leane se sorprendió de que Neil le pidiera de venir para "ordenar" exactamente.

- ¿Quién soy?

- ¡AHHH!

Leane se giró como una exhalación y le asestó una patada al pobre chico que habia cometido la estupidez de taparle los ojos y pillarla desprevenia.

- ¡Neil! ¡Perdona, perdona, perdona! No era mi intención... Pero ya sabes... Yo...

- No pasa nada, tranquila. La pròxima vez ya me acordaré de tus capacidades marciales.

¿Subimos arriba?

Neil hacía esfuerzos for esconder su dolor, y Leane se lo agradació en ese momento, porqué no le apetecía sentirse demasiado culpable.

"Fué su culpa" . Y en parte, lo era.

Subieron las escaleras de dos en dos, toda una proeza para Leane teniendo en cuenta los altos tacones que llevaba. Neil la guió por el largo pasadizo para el cual ya no necesitaba guia, sabiéndoselo de memoria como todas esas preguntas que no la abndonaban nunca.

Entraron a la habitación del chico, la unica en toda la casa donde el polvo de amontonava. Los objetos estaban apilados precariamente uno sobre otro, y el unico espacio libre para sentarse era la cama, adonde Leane se dirigió con grandes gambadas.

- Estas botas son horribles. ¿Donde puedo dejarlas?

- Donde haya espacio. Voy a preparar un batido de coco, ¿quieres uno?

- Si, gracias. Por cierto, hablando de orden, ¿como es que me pediste que viniera a ayudarte a ordenar la casa si ya está todo en su lugar y no hay suciedad en ninguna parte más que aquí?

- Ehh, Bueno, yo... voy a hacer el batido, ¿vale?

Leane frunció el entrecejo pero le dejó ir y se dedicó a inspeccionar una pila de libros que estaban especialmente sucios y arrugados.

- Escucha, Neil, ¿me dejas estos libros?

- ¿Como? Ah, si, si, claro.

- Bien. Ahora, ¿para que querías que viniera tanto tiempo antes de la fiesta?

- Ah, eeeeeee, Bueno, eso...

- Sabes que puedes contarme cualquier cosa, ¿verdad?

- ¿Cualquier cosa? ¿esto también?

Se tiró sobre Leane, apretando sus labios conta los suyos, y cuando la cogió por la cintura el batido se cayó al suelo, rompiéndose el vaso de cristal.

Leane no supo que hacer. Quería correr, desaparecer, estaré en otro lugar, pero al mismo tiempo algo le frenaba, había algo que no la dejaba tumbarse y salir por la puerta para no volver jamás. Al final Neil se apartó, y Leane pudo respirar hondo.

- ¿Porqué...? ¿Qué...?

Le costava aún coger aire, y ella y su amigo se miraban a los ojos fijamente. Parecía que ninguno de los dos pudiera despegarlos de los del otro.

- Desde que te conocí. Pensé que no era justo que no lo supieras.

- No, no lo era. ¿Porqué...?

- ¿Porqué no te lo dije antes? – Neil soltó una carcajada mancada de humor. – por la manera en que sabia que reaccionarías.

Los ojos de Leane se habían llenado de lágrimas.

- Me dabas miedo, pero decidí que tenías que saberlo. Pensé que podrías entenderlo...

- ¡Pués te equivocabas!

- Len, ¡espera! No puedes...

- ¿¡IRME?! ¡Claro que puedo irme! Hago lo que me da la gana!

Con los ojos llenos de lágrimas y las mejillas resbaladizas or las que ya cayeron, Leane cerró la puerta de un golpe.

- ¡Leane! ¡Espera! Hace mucho frío, aquí fuera, y yo no quería... Lo siento, Leane... Vuelve...

Pero Leane ya no oía nada. La envolvía esa burbuja de oscuridad y de frío, más densa y fría y oscura que nunca. De hecho, no oía ni veía ni olía ni sentia nada. Se había vuelto de piedra, y en sus ojos solo se veía el vacío. 

You've reached the end of published parts.

⏰ Last updated: Jul 29, 2015 ⏰

Add this story to your Library to get notified about new parts!

BurbujasWhere stories live. Discover now