The original moons react to Solarballs x mythology

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En cualquier caso, Calisto murió debido a esta intriga, pero para salvar a su hijo, Zeus la transformó en la constelación de la Osa Mayor, otorgándole así la inmortalidad. Arcas, el hijo de Calisto, fue dado por Zeus a la pléyade Maya para que lo criase.

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Calisto no dijo nada, al contrario parecía que no pudiese hablar, recordó lo que la pantalla había dicho de la Luna, acaso luna le había intentado matar?

La pregunta que se hacían era, quieres eran los Dioses que se mencionaban, Europa volteo a ver a Calisto con algo de preocupación ya que no mencionaba que hubiera tenido un final feliz

  (Como que apenas van 1255? :v)

IO se preocupó tanto que se acercó a Calisto para abrazarle mientras el resto de lunas se quedabn calladas no queriendo incomodar a Calisto

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Ío era una sacerdotisa de Hera en la ciudad de Argos, hija del dios fluvial Ínaco y la ninfa Melia. Un día que volvía de ver a su padre, Zeus la vio y quedó prendado de su belleza. Le pidió que fuera a la parte más sombría del bosque para poder tener relaciones en la intimidad y le dijo que no temiera, que él la protegería de las fieras que pudiera haber por el camino.

Pero la fiera a la que temía era precisamente la que hablaba. Ío huyo, y entonces Zeus cubrió todo con una espesa niebla. La muchacha, desorientada, se detuvo, y allí fue donde el dios aprovechó y la tomó.

Hera, mientras tanto, observaba desde lo alto, extrañada por esa niebla surgida de la nada. Como ya conocía a su marido, de inmediato sospechó. Lo buscó por el cielo y, al no encontrarlo, se dirigió directamente hacia el sospechoso fenómeno y ordenó que se retirara.

Allí pilló a Zeus, que, antes de que se esfumara del todo la niebla, transformó a Ío en ternera para disimular. Hera se hizo la tonta y empezó a hacerle preguntas sobre el animal, y Zeus le respondió que había nacido directamente de la tierra. Entonces, la diosa lo puso entre Escila y Caribdis —es decir, entre la espada y la pared— y reclamó a Ío como regalo. Su esposo, por supuesto, no quería entregársela, pero no hacerlo hubiera sido más sospechoso. A regañadientes, Zeus se la dio.

Hera le dio la ternera a Argos, un gigante con cien ojos que solía ejercer de guardián y le era leal. Durante el día vigilaba a Ío dejándola pastar, y por la noche la encadenaba. Ella se asustaba de su propio reflejo y de su voz, pues cuando intentaba pedir ayuda, solo salían mugidos. Las náyades del río y su propio padre no la reconocían hasta que consiguió escribir un mensaje en el polvo con su pezuña.

Su padre, al darse cuenta de que esa ternera era Ío, se lamentó amargamente. ¿Por la suerte de su querida hija? ¡No! ¡Porque no iba a tener nietos! Este es el extracto:

«Yo, en mi ignorancia, te preparaba el tálamo y las antorchas nupciales, tenía esperanza de tener primero un yerno, luego nietos. Un marido del rebaño deberás tener ahora, y unos hijos del rebaño. Y no se me permite poner fin con la muerte a una pena tan grande; el ser un dios me perjudica: la puerta de la muerte, cerrada para mí, alarga mis pesares por toda la eternidad».

Argos separó a padre e hija y se llevó a Ío a otros pastos mientras él la vigilaba desde una cima cercana, desde la que podía ver en todas direcciones.

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