Bajo el chorro de agua recuerdo el odio brillando en sus ojos la noche anterior, y me recreo en él porque es el que alimenta el mío propio. Todo parte del día en que nos secuestraron —algunos dirían "reclutaron", pienso cínico— y nos convirtieron. Cierro los ojos y meto la cabeza bajo el chorro rehuyendo los recuerdos, pero estos me golpean como cada vez que Caell y yo nos encontramos.

El rapto, el miedo, la transición, el dolor. Las palizas a Caell, mientras yo disfrazaba mi furia. La separación y la soledad. La insufrible soledad. La decepción al esperar que se pusiera en contacto conmigo, si alguna vez había significado algo para él. El dolor más agudo, mezclado con el resentimiento, cuando jamás lo hizo. El odio en su mirada y en la mía cuando, al fin, volvimos a encontrarnos.

˜˜˜˜

La reunión del Consejo es tan aburrida como de costumbre. Lucien tiene razón: los Antiguos están nerviosos. Les pica en la piel lo mismo que nos pica a todos: la guerra incipiente, el fin de la armonía establecida. Establecida por ellos, naturalmente. Hay muchos vampiros hartos de los abusos, pero para que haya paz, a veces, es necesaria la crueldad.

Alzo la vista un momento y miro al Sire, ahí sentado con sus congéneres, todos unos repeinados y estirados, con los ojos tintados de superioridad y vileza. Los que dirigen el camino de la raza sin mover sus culos empolvados de sus asientos de terciopelo. No obstante, las apariencias pueden llevar a engaño, saben luchar, aunque nunca lo hagan. El Sire, al menos, sabe. Una ola de repugnancia sigue recorriéndome el cuerpo cada vez que mi mirada se posa en él, aunque es peor cuando son sus ojos los que se posan en mí.

No he vuelto a dejar que me toque desde aquella vez y sé que solo se me permite estar aquí porque otros valoran mis cualidades como guerrero. Estoy seguro de que piensa que he "olvidado" lo que me hizo a cambio de mi privilegiada posición como guardián del Consejo.

No sé cuáles son mis propias razones para permanecer aquí. Inercia, supongo. No conozco otro sitio ni otro modo de vida. Y esa llama en un lugar muy oscuro dentro de mí que arde solo a la espera del día que pueda mirar al Sire mientras la vida abandona su cuerpo por mi mano, de forma tan cruel como el demonio que habita en mí crea posible.

Primero el Sire, luego Caell. Las dos razones por las cuales soy el desgraciado hijo de puta que soy.

La reunión termina con las órdenes para el día siguiente. Redoblar seguridad de los Antiguos. Afinar nuestras indagaciones; varios guardianes tienen que lograr infiltrarse entre los núcleos rebeldes. Vigilar de cerca a Marcus y Lea. Obtener información, cualquiera que sea, sobre el individuo conocido como el Sanguinario.

Mientras camino de nuevo hacia mis dependencias, me pregunto si Caell sabrá quién es. Mis sospechas sobre si estaba o no relacionado con los rebeldes se confirmaron ayer cuando entró en ese antro de mala muerte del puerto. Claro que luego no le pude preguntar nada más, pienso al tiempo que me rozo con los dedos la contusión ya casi curada de uno de sus puños sobre mi boca. Cuando nos sorprendió ese otro vampiro en la callejuela, me desmaterialicé al tejado y afiné el oído mientras me guardaba la polla en su sitio, con intención de obtener información. Pero Caell sigue siento tan inteligente como siempre, sonrío al pensarlo, y ambos se largaron de allí antes de decir nada.

Podría haberlo seguido. Podría haberlo hecho. No sé por qué no lo hice.

"Juega bien tus cartas". El consejo de Lucien vuelve a mi cabeza, mientras me desnudo para acostarme en mi cama. Está amaneciendo.

Intento dormir, pero no puedo. No me engaño en cuanto a la razón de mi desvelo.

Es él.

No ha venido a Londres por mí, pero no puede evitar pasar, como si nada, a saludarme, darme una paliza y echarme un polvo, de paso. Sonrío, cínico. Así funcionan las cosas entre nosotros. No sé bien qué nos mueve, el odio, el desprecio... el jodido deseo...

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⏰ Last updated: Jul 05, 2015 ⏰

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