Le sonrió a su reflejo cuando sus miradas se encontraron, siendo su único intercambio mientras la señora Fisher abandonaba la habitación para darles privacidad.

—Te ves preciosa —la primera en hablar fue la castaña tras un carraspeo, haciendo que se volviese a fijar por unos momentos en su aspecto, y en como ese vestido de tonalidad plateada hacia brillar sus ojos azules y destacar la piel blanquecina, como si ella fuese la que estuviese resplandeciendo.

Intentó hacer un halago de vuelta, visualizando que no estaba vestida para el evento, si no como todos los días que iba de visita, a su marido tener una casa en Londres, pese a que su residencia era en Francia al aprovechar el compromiso, y quedarse para las festividades de fin de año.

No pudo hacer ninguna observación, porque antes de siquiera pronunciar palabra obtuvo como respuesta un sollozo que hizo que se alertara y llegase a su encuentro para acunarla entre sus brazos, dejando que se descargase, mientras la dirigía a la cama para sentarse en esta sin tener que separarse.

Cuando al fin pudo de alguna manera calmarse, la separó de su cuerpo para limpiar con sus dedos las lágrimas que bañaban su precioso rostro.

Podia decirse que era la más hermosa de sus hermanas.

La que más brillaba, pese a que de alguna manera parecía opacada.

Era delgada, pequeña y con un rostro de muñequita en los que destacaban sus grandes ojos verdes que la hacían ver adorable sin siquiera querer parecerlo.

En esos momentos se apreciaba vulnerable, haciendo que sintiese, pese a que de las hermanas era con la que menos se llevaba, pues solo habían cruzado un par de saludos cordiales, que quisiese protegerle del mundo entero.

—¿Qué ocurre, Kirstin? —preguntó al ver que negaba perdida en sus pensamientos —. Lo que sea hablado en esta habitación, puedes estar segura de que no será divulgado —trató de darle confianza para que se sincerara, porque si la habia buscado precisamente a ella, en vez de a sus hermanas era porque la tenía como única opción e intentaría darle una solución, o por lo menos un oído que la escuchara.

—¿Pu...puedo pedirte algo? —soltó pese a que acababa de aclararle que en ella tenía una confidente, pero de igual manera asintió para que le quedase claro que poseía un hombro donde llorar y un oído con el cual —. Dile a tu primo, que lo deje estar —¿Qué? —. Que es pasado solo por una cosa —trató de enderezarse para dejar la conversación de ese tamaño, pero la detuvo por la muñeca haciendo que se encogiese de dolor, provocando que la soltase de inmediato mientras la veía como se protegía el área llevándose la extremidad hacia su abdomen.

Reparando en su aspecto, y en su vestido cubierto al extremo donde ni siquiera el cuello se le apreciaba en ninguno de los ángulos.

—No sé qué asuntos puedas tener con mi primo —de eso no le habia dicho nada su padre —. Lo único que tengo claro, es que, si te decides a recibir ayuda pondría lo necesario a tu completa disposición —el rostro se le tiñó de terror —. No esperes hasta que Berwin o el Duque se enteren, porque tus actos solo perjudican a los seres que amas —negó, como queriendo apartar las culpas de su cuerpo inútilmente, o en todo caso el rencor que se vio plasmado en sus estupendos ojos verdes, ahora hinchados a la par de rojizos.

—No soy una cobarde, cuando el primero en hacerme esto fue padre —no tenía como discutir ante aquello —. Y sé que pude negarme, pero... —en ese momento se mordió la lengua, apretando la mandíbula y terminando de dejar de lado la muchacha correcta y poco perturbable que era Kirstin Spinster, desde casi una década Dupont, esposa de Sir Antuan Dupont, un comerciante, que de cara al mundo era de los pocos correctos de Francia, pero según las malas lenguas poseía negocios que dejarían mal parada a la corona, sin contar que era un abusador y su esposa trofeo la que pagaba las consecuencias de su mal humor, sin hablar de los hijos tenidos antes de desposarse con la hermana de su prometido, que, cada que podían la rebajaban al puesto de madrastra sin valor de nada —. Solo dile a Charles, que yo nunca quise esto, pero de igual manera lo acepté, asi que espero que él lo haga también de una buena vez —sin esperar una respuesta por su parte hizo dio media vuelta, y a duras penas disimulando que estaba cojeando se desapareció de su vista, haciendo que la opresión en el pecho se intensificara, porque ahora era primordial ayudar a esa mujer que estaba siendo herida, y al parecer no tenía ánimos de luchar por ella misma.

LINCOLN || Una batalla contra el corazón || DISOLUTOS I * PROXIMAMENTEWhere stories live. Discover now