Lilian Lovelace, siempre ha sido el ejemplo de la dama perfecta. No sabe de escandalos, rebeldía, ni mucho menos travesuras. Ha crecido siendo testigo del sufrimiento que puede causar el perder una buena reputación y se ha esforzado por ser una dign...
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A la mañana siguiente, Lilian bajó las escaleras de la mansión de su hermana y caminó hasta donde el carruaje la esperaba ya con la escalerilla extendida para ella.
—¿Estás segura de esto? —preguntó preocupada Felicity.
Ella apretó la mano de la mayor, y se volvió a mirarla.
—Sí, es la decisión correcta.
Felicity la examinó con mirada maternal, pues para ella siempre había sido más una hija que una hermana.
—Lily, sé que no me has hablado del tema, y yo respeto eso, no obstante, debo preguntarte…
Lilian suspiró. Sabía que llegaría ese momento.
—¿No es al comandante Craig a quien quieres? ¿No es así? Hay alguien más.
Ella dudó unos segundos, pues era demasiado doloroso el solo hecho de hablar sobre sus sentimientos hacia el hombre que amaba y que había decidido rechazarla.
—El señor Craig es un buen hombre. Es honorable, amable y me gusta. Nos entendemos. Estaré bien, no te preocupes.
Felicity no pareció convencida, y acercándose para que solo ella la oyera, pues los criados estaban cerca, murmuró:
—Lilian, sé que amas a mi cuñado. Todos hemos podido percatarnos de ello. Él te corresponde, lo sabemos bien. Solo es que… él ha sufrido, y… tal vez, si hablas con él…
—No hay más que hablar —la interrumpió, tragando saliva con dificultad—. Él ha escogido vivir su vida lejos de mí, me insistió para que yo haga lo mismo, y es lo que haré. Me marcho.
Felicity la miró entristecida, y asintió.
—Os espero en Navidad —se despidió, y tras abrazarla, la soltó para que pudiera abordar el carruaje.
Lilian tomó aire con fuerza y aceptó la mano del lacayo. La decisión estaba tomada, dejaría el pasado atrás, así tuviera que morir y renacer mil veces para lograrlo. Eric Rochester era parte de aquel adiós, y no había marcha atrás.
La puerta del coche se cerró, y ella se asomó apenas para saludar a Felicity con la mano. Cuando el carruaje cruzó las rejas de la enorme propiedad, Lilian miró al frente y dejó que las lágrimas que había estado reteniendo fluyeran libres.
Una parte de su corazón siempre estaría prisionera en Kings Harrow House, porque, aunque le pesara, un trozo de su alma no dejaría de pertenecerle a ese hombre. El resto de ella viviría muy lejos de allí, y lucharía hasta su último aliento para ser feliz.
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