--¿Quién me puede dar razón de nuestro dinero?—preguntó la joven condesa.


 El silencio fue la respuesta. Eran cosas que el señor conde con paciencia se encargaba de resolver y contestar.

-- Creo que tenemos el trigo de la cosecha del otoño, es el pienso del ganado, nada más.


La joven estaba confundida, era tan pobre como todos. Mostró una cara afligida. Solo ella tenía su secreto y con celos no lo iba a contar.


--Debemos entregarlo—musito con su piel más blanca todavía.


-- De hambre todos moriremos, incluyendo su señoría.


-- Entonces quedan las joyas de mi madre y el símbolo real.


Todos la miraron con angustia. También era una hora que  desde un principio todos sabían que algún día llegaría para terminar de nublar la vida de todos.


--Estamos muertos o somos esclavos. Es una opción muy fuerte de tomar.-- expreso ella  con desaliento.


Era evidente. Era una niña. No estaba a la altura de los acontecimientos que pronto estarían por sufrir y experimentar.


El loco anunció que el fuelle estaba listo. y el resultado de otro esfuerzo se complació mostrar

 y el resultado de otro esfuerzo se complació mostrar

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La niña entendió. Podía comprar lo que quisiera. Grande fue el efecto de aquel nocturno cabalgar..



 Otro silencioso juramento tomó de sus soldados y con su mismo puñal esta vez cortó su mano y las manos de ellos. Juntaron su sangre. 

Primera vez que sus manos tocaban la piel de alguien de sangre real. Primera vez que sus toscas pieles tocaron la suave y perfumada piel de una noble y bella condesa. El primero fue un beso de sangre. Ahora era un pacto de sangre. Ella estaba diciendo que todos morirían. Nadie se desdeciría de su palabra. Así lo entendieron y juraron espontáneamente en silencio lealtad. Pues había algo diferente en ese pacto. Todos morirían por ella. A su vez, ella moriría junto a ellos.



IV


Ella sonrió satisfecha. La montaña era de oro. Oro era lo que tenía. Era la más poderosa desde ese momento. Solo hacía falta mostrar su potencial. Ahora era rica. Inmensamente rica. Luego entonces pasaba a ser la apetencia principal de su lejano e indiferente rey y cuando se supiera la noticia, los señores del desierto en masa llegarían para su pobre feudo arrasar. Todo era de ella. Eran sus tierras. La montaña también era de ella. El oro era de ella.

CONDESA Tamara Del Calvario del RioWhere stories live. Discover now