La sociedad podía ser muy hipócrita con las muestras públicas de afecto. Las caricias, besos y demás eran bien vistos en la privacidad de una recámara, no en un establo.

—Bien.—masculló el caballero antes de unirse a su esposa en la salida.

Esos dos tienen mucho que arreglar, pensó Raphael.

—¿Peter?—El sirviente que había ido en busca ayuda, regresó—¿Dónde está milord y Arthur?

—En sus habitaciones—contestó Raphael—Luego de algunos minutos el caballero se sintió mejor y dijo que solo necesitaba descansar, así que Arthur decidió escoltarlo hasta su habitación.

—¿Y los marqueses?—miró la puerta abierta.

—Golpearon tan fuerte la puerta que no tuve otra opción que dejarlos salir, además mira la hora...—le mostró su reloj de bolsillo—...Ya es muy tarde, seguramente querían ir a dormir.

—Es probable—el joven se encogió de hombros—¿Y entonces qué hago con el médico? Llegará en unos minutos.

—Cuéntale lo que te acabó de decir y pídele disculpas por las molestias.

—Está bien.—el jovencito se marchó corriendo a cumplir su cometido mientras Raphael se encargaba de cerrar el establo y dejar la cubeta dónde la encontró.

Este incidente era algo que debía reportar a su señora como un precedente de la conducta errática que el vizconde estaba adoptando. Una conducta que podía meterlos en muchos problemas si no se paraba de raíz.

***
Madrid, España

Jonathan se sorprendió al ver a la mujer parada en su entrada. Había pasado prácticamente todo el día con ella y con el resto de damas de la corte.

¿Acaso no podía tener un momento a solas? ¿Por qué esa mujer insistía en visitarlo a altas horas de la noche?

—Su excelencia...—lo saludó con una sonrisa.

—Señorita...¿Qué se le ofrece?

—La verdad es que yo solo pasaba por aquí y pensé...¿Por qué no charlar con un viejo conocido?

—Como puede ver...—señaló su atuendo para dormir—...estaba a punto de ir a la cama.

—Eso veo.

—Entonces será mejor que se marche.—trató de cerrar la puerta, pero ella lo detuvo colocando su pie

—Espere...también le traje esto—le entregó un sobre.

—¿Una carta?—soltó la puerta—¿Quién es el remitente?

El duque fue a su escritorio para tomar su abrecartas y la mujer aprovechó para colarse en la habitación y cerrar la puerta.

Jonathan abrió la carta y la leyó en silencio.

Querido Lord Perfecto

Lo extraño mucho. Desde que se marchó me he rehusado a escribirle porque no deseaba preocuparlo, pero ya no lo soporto más. No soporto no tenerlo a mi lado.

Cada mañana al despertar me quedó observando su lugar...el sitio que compartía a mi lado en la cama. Y pienso en el infierno duro y frío que nos espera.

Los días pasan y la espera quema. Mi Lord Perfecto, te extraño tanto.

Tu Lady descaro.

Jonathan cerró la misiva y tragó con fuerza. El nudo en su garganta amenazaba con ahogarlo, pero debía controlarse frente a aquella intrusa.

—¿De quién era?—preguntó Irene. La mujer conocía de antemano la respuesta, pero tenía que fingir que no.

Prohibido AmarteWhere stories live. Discover now