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Aemond.

No me gustaba tener que volver a mi habitación y encontrarme con Cassandra. Nunca pensé en casarme y si lo había hecho fue por cumplir las órdenes de mi madre creyendo que aquello sería sencillo. La mujer era especialmente necia, terca y caprichosa. Era una marioneta de mi madre enviada para vigilarme y aunque respetaba y adoraba a mi madre estaba harto de que me presionaran.

Saber que Adeline era la heredera legítima al trono cambio las cosas. La amaba, no como ella quisiera, pero la amaba. Le había pedido perdón por lo que había dicho y ella me perdono fácilmente a cambio de que mantuviera mi promesa de no tocar a Cassandra y así lo había cumplido durante seis lunas.

—¿Dónde estabas?—se levantó y beso mi mejilla—Te estuve esperando toda la noche.

—Estaba con mi padre—mentí y me quite la chaqueta.

Vi sus intenciones de besarme y negué apartandola con delicadeza.

—Estoy cansado—fue todo lo que dije antes de tomar uno de mis libros y sentarme frente a la chimenea.

—Siempre estas cansado—se sento frente a mí—Tu madre quiere que tengamos un hijo. Si el príncipe Aegon no vuelve a casarse nuestro hijo será el rey de los siete reinos algún día—sonrío —Después de ti, claro esta.

—Los hijos de Adeline serán los herederos—le reste importancia.

—Todos sabemos que la princesa Rhaenyra jamás será reina y mucho menos la bastarda...

Se quejo cuando la tome del cuello y la mire a los ojos fijamente.

—No vuelvas a llamarla bastarda—escupi mis palabras—Ella será la reina cuando menos lo esperes. ¿Te queda claro?

Intento asentir y la solté para que respirara.

—¿Por qué la defiendes?—susurro—Ella no dudará en matarte cuando se siente en el trono. No lo merece, ni siquiera posee rasgos valiryos.

—Cállate—ordene—Jamás vuelvas a mencionar su nombre, Cassandra.

Asintió y se alejo de mi para volver a la cama. Suspire y tome mi chaqueta para ir junto a Vhagar. Necesitaba un respiro de esa loca que se dejaba guiar por mi madre. Ahora sabía lo que sentía Aegon con Arelys solo que ellos si pudieron ser amigos y en el fondo se querían.

Volé durante unas horas alrededor de Roca dragón y volvi casi al alba encontrándome con Rhaenyra que paseaba con la pequeña Visenya. Pensé en que si nuestro hijo era una niña tendría esa misma cara con los ojos hundidos y aquella nariz que compartía con ellas.

—Aemond—asintió.

—Rhaenyra, Vis—les pase por un lado pero su voz detuvo mis pasos.

—No actúes como si nunca hubieses compartido lecho con mi hija—se volteo para mirarme—Podrás odiarme, pero ella es tu punto débil.

—No tengo porque darte explicaciones de mi vida, hermana—sonreí—¿Desde cuando te importa lo que pasa con tu medio hermano?

—¿Tu eres el padre?—cuadro sus hombros en un intento de verse más segura.

—Pregúntale a tu querida hija.

LA GUERRA DE DOS REINAS. Kde žijí příběhy. Začni objevovat