No sentí el dolor hasta luego de unos segundos, cuando miré al suelo vi que en la punta de la flecha había una especie de líquido negro.

Mierda, si es lo que creo que es…

Mire para todos lados y no vi a nadie alrededor, pero si la fecha estaba envenenada entonces sabía que los mortifagos estaban cerca y peor aún, mi padre estaba cerca.

Si se llegaba a enterar de que estaba aquí tendría varios problemas, mucho más de los que tengo ahora.

Alcé mi manga y note que el corte tenía ese líquido negro, la baje rápidamente. Tenía que ir a la enfermería, pero no podía, si alguien sabía que estaba aquí todo se iba a ir al carajo. Es en estos momentos cuando uno requiere de una enfermera personal.

Fue entonces cuando escuché los pasos de alguien atrás mío. Me di vuelta rápidamente y sin pensarlo saque mi varita.

—¡Expelliarmus!

La varita del tipo cayó al piso. Su vestimenta me hizo saber quién era. Lo empuje haciéndolo caer al piso, este cayó y trató de defenderse como pudo, pero puse mi pie en su pecho apretándolo. Le quité la máscara que llevaba puesta.

—¿Dónde están los demás?

—No te lo diré.

Volví a apretar más fuerte su cuerpo, pero esta vez mi pie estaba en su cuello, lo que hacía que le costará respirar. Podía romperlo si quisiera, pero no había venido por eso.

—Están…—Deje de apretarlo y pudo respirar.—Cerca del lago… el señor tenebroso pidió que capturen a la chica.

—¿Qué chica? ¡¿Quiénes?!

—A la pequeña Potter. 

Mi ira hizo que volviera a dejar de respirar.

—Escucha imbécil, no le dirás a mi padre que me viste aquí ¿Oíste?—Él asintió con miedo.— Si lo haces voy a hacer que tu rostro quede irreconocible.

Lo solté y escuché como su respiración volvió, me alejé de ahí. Me puse la máscara que llevaba para que no pudieran verme el rostro. El dolor de mi brazo se hacía cada vez más fuerte con forma caminaba, pero no me importaba mucho en estos momentos. 

Comencé a caminar con bastante desesperación y enojo a la vez.

El frío me recorría por todo el cuerpo, sentía un mareo leve y veía algo borroso. Mierda, tenía que hacer algo para aguantar el maldito dolor del brazo.

Comencé a escuchar unos pasos apresurados que venían corriendo. Me escondí atrás de un árbol y espere a que la persona pasara, cuando lo hizo la tome fuertemente y la acorrale.

La furia que tenía guardada me hizo apretar sus brazos y tapar su boca para que no gritara. Hasta que me di cuenta quien era.

Su mirada desconsolada junto con sus intentos de gritos me hizo bajar la intensidad con la que apretaba sus brazos. En cuanto la vi llorando, una culpabilidad me entró en el cuerpo. La estaba lastimando…

Las lágrimas de sus mejillas comenzaron a correr, sentí que una parte de mí se rompía por completo. Me acerque más y acaricie su mejilla húmeda, su piel suave pegaba contra la yema de mis dedos.

En ese momento supe que las estaban persiguiendo, y no iba a dejar que le toquen un solo pelo. 

***

El recuerdo despereció de mi mente de inmediato. Su rostro triste hacía que mi visión se cristalice. Extendí mi brazo para dárselo, tal vez no quería llevarlo conmigo.

Si lo hacía, iba a recordarla y otra vez vendría a verla. Solo a verla, para asegurarme de que esté bien. Y no quería eso, no quería seguir lastimándola de esa manera.

—Nunca voy a poder olvidarme de ti, Lily.

Al menos me quedaba eso. Recordarla.

Ella lo examinó un segundo. Una sonrisa amarga se formó en sus labios, las lágrimas caían de sus mejillas.

Corrió mi mano. Era obvio que ninguno de los dos queríamos tenerlo.

—Adiós, Riddle.

Se alejó.

Se estaba alejando. La estaba dejando ir, literalmente se sentia que su corazón se rompía con cada paso que daba, con forme cada vez másse alejaba. No lo había dicho, pero sabía que era así.

Lo que ella no sabía es que él mío no estaba roto, sino que prácticamente destrozado.

—Lu.

La llamé. Fue en vano. Solo quería decirle algo, solo algo más…

—¡Lu!—Esta vez grité.

Pero fue inútil. Ya la había perdido y no podía hacer absolutamente nada…

Apreté fuertemente el aparato en mis manos, cerré los ojos y las lágrimas cayeron. Me las quite rápidamente, solté un suspiro.

—Te quiero.—Susurré.


¡Gracias por leer!

Mar.

CORAZONES MALDITOS|| Mattheo Riddle. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora