Al llegar a la cuarta planta, el hombre se bajó del ascensor no sin antes dirigirle a Hermione una última mirada, pero tampoco esta vez ella pareció darse cuenta. Sencillamente, no era consciente de su atractivo. Aquellos ojos marrones, aquel cabello castaño, suave y ese aspecto frágil provocaba la sensación en los hombres.

En Draco despertaba el deseo de pelear con dementores para defenderla y cosas por el estilo. Hermione le había llegado a una fibra que él llevaba años ocultando desde que su prometida rompió el compromiso dos años atrás.

Por aquel entonces, Draco pensaba que lo tenía todo:una mujer preciosa a la que amaba, una carrera importa y un futuro sin obstáculos. Pero entonces su pasado oscuro había vuelto a tocar su puerta.

Draco estaba demasiado cegado por aquella mujer que era capaz de pasar del rojo apasionado al frío más helador en cuestión de segundos.

Todavía no estaba seguro de por que Angela lo había abandonado pero ya no la echaba de menos. Cuando se recobro del dolor empezó a relacionarse con muchas mujeres, que igual que él, no estaban interesadas en un futuro juntos. Compartían con ellas unas risas, algo de sexo y luego se despedían sin mayores problemas.

Hasta que apareció Hermione Granger y le arrancó cualquier pensamiento lógico que pudiera albergar en la cabeza.

Y ahora estaba acercándose demasiado a una mujer que cumplía absolutamente todos los requisitos de la estabilidad.

El ascensor se detuvo en el quinto piso, Hermione se bajó del ascensor y camino por el pasillo con Draco detrás.

Cada puerta que pasaba era exactamente igual que la de al lado. Marrón claro. Ella se detuvo en la cuarta puerta y Draco no pudo evitar sonreír. Por supuesto la puerta de Hermione tenía que ser la nota distintiva en aquel lugar. Estaba pintada de rojo brillante, y la aldana tenía forma de león dormido.

-Me gusta tu puerta -dijo Draco simplemente, aunque en realidad quería decir mucho más. Le gustaba su actitud. Una madre soltera que ni tenía miedo estar sola dispuesta a retomar su vida, que vivía en un mundo marrón y que, en lugar de resignarse a ello, había decidido revelarse eligiendo un color brillante.

Draco admiraba a las personas que se enfrentaban al mundo y luchaban por buscar su sitió.

-Me gusta los colores brillantes -respondió Hermione con una sonrisa mientras buscaba las llaves.

Al entrar Hermione sintió una mezcla de placer y ansiedad. Hasta aquel momento no había sido consciente de cuánto echaba de menos su pequeño apartamento.

Allí con Draco su casa era muy distinta a lo que él estaba acostumbrado. Y la preocupo darse cuenta de cuánto deseaba que a él le gustara. Había puesto tanto de si misma en la decoración del pequeño apartamento que si Draco se sentía incómodo allí, o no le gustaba, para ella sería como si la estuviera rechazando a ella también.

-Estoy es precioso-murmuró él mientras entraba.

Hermione siguió la mirada de Draco, observando sus cosas como si las viera por primera vez. Notó las alfombras de color bordo, y la abundancia de plantas que parecía formar un jardín tropical. Todo lo que había allí era suyo. Y para alguien que había decidido que había crecido sin, aquello significaba mucho.

-Me gusta-aseguró Draco sonriendo con aprobación-. Tiene mucha personalidad.

-Gracias-respondió ella sin poder evitar una cierta sensación de orgullo-. Voy a dejar a Chloe en la cuna.

Hermione se dirigió al pequeño pasillo que llevaba al cuarto de baño, su dormitorio y la habitación de la niña.

El cuarto de la niña era pequeño, pero allí también Hermione había dejado su originalidad.

Como un rayo de luzWhere stories live. Discover now