–Espero que mi magia sea suficiente para ayudarlo mi señor, deseo acabar con el sufrimiento de mi amado zorro y terminar con la agonía que lo aqueja– la voz apacible de Tsuki erizo la piel de Okami, una mujer tan llena de paz se vio envuelta en una situación así por su incapacidad de darse cuenta de las anormalidades de su amo. Tsuki levanto su mano y dibujo un símbolo de hechizo que, junto con el poder de los demás, formó un cubo de magia alrededor del señor de la luna.

La presión de la magia de las cuatro personas en la biblioteca se sentía como una montaña sobre los hombros de Okami, a pesar del dolor que sentía levanto la vista hacía su señor, lo iban a sellar sin posibilidad de renacer, iba a ser resguardado no purificado y ella debía ver todo para cargar con la responsabilidad de sus actos, o más bien por la falta de acciones por su parte. Ella vio como el señor de la luna esbozaba una sonrisa y su corazón se llenó de temor, todo su pelaje se erizo, conocía esa sonrisa, sabía que algo estaba planeando, su señor no sonreiría de esa forma en una situación como en la que estaba si no tuviese en mente alguna forma de salvarse, los demás no parecían percibir el ligero movimiento de su mano, no, no es que no podían notarlo estaba absorbiendo la magia de Raven y su capacidad para hacer ilusiones para hacer una casi imperceptible, pero ¿Cómo no se podía dar cuenta el señor del cielo? Ni siquiera Risu podía notar la magia que estaba ocurriendo en sus narices, de repente todo cobró sentido para Okami, a pesar de los múltiples ornamentos que su señor solía llevar Okami centro su atención en un anillo que llevaba puesto.

Había leído sobre los objetos que disipaban la magia, su señor le había pedido averiguar cómo funcionaban, sabía que al usarlos nadie podía detectar ni los hechizos ni su presencia, eran objetos muy extraños que se habían perdido en la historia y habían quedado solo como una leyenda más entre todas las que conformaban al mundo mágico, por un segundo pensó que estaba exagerando, no había posibilidad que su señor encontrará algo así, pero al verlo generar un emeici indetectable en su mano comprendió que la situación era más grande de lo que ella pensaba, ninguno podía notar a su señor levantar la mano para clavar aquella larga aguja en el pecho del señor del cielo, ese era su objetivo, ¿Por qué ella si podía verlo? ¿era por su conexión? Okami no se detuvo a pensar en ninguna posibilidad, sus piernas se movieron solas y se interpuso entre la afilada punta del emeici y el señor del cielo. En sus oídos solo podía escuchar un pitido, su mirada se nublo un poco y sintió como el pecho se le calentaba, con la vista borrosa bajo la mirada y se fijó en que su kimono blanco empezaba a teñirse de color rojo rápidamente, sus piernas cedieron ante la presión del hechizo de sellado, la pérdida de sangre y el dolor del acto de traición que acababa de hacer, había ido en contra de los deseos de su señor y eso le dolía más que el afilado objeto metálico que tenía en su pecho.

A pesar de no poder ver nada claramente, busco desesperadamente la figura de su señor, el horror se hizo presente al verlo encerrado en un cubo de magia, ninguno podía notarlo, pero su mirada estaba fija en ella, sus ojos se clavaban en su alma, en tono muy bajo podía escuchar su voz llamándola, ella levanto la mano hacía él, quería llegar a su lado, no importaba cual fuese su destino, ella quería estar a su lado hasta el final, pero no se podía mover, algo la estaba deteniendo, al girar su cabeza para descubrir que le impedía llegar a su amo vio unos ojos dorados viéndola con melancolía, ella sintió en su rostro un líquido caliente, ¿Qué sucedía?

–Kumiho– su amigo estaba tratando de cerrar la herida de Okami, sentía el calor de su fuego sobre el pecho – ¿estas llorando? – un leve tirón la hizo quejarse, el fracasado intento de sacar la aguja de su pecho hizo resoplar a Iora, que se encontraba a su lado tomando con sus pequeñas manos el emeici que no cedía ni un poco

–No sigas jalando, parece que tiene magia para no moverse de allí– la voz ronca de Isangard tan cerca hizo que Okami lo buscara con la mirada, él estaba de pie junto a ella y la veía llena de preocupación con los brazos cruzados –Kumiho deberías detenerte, si continuas te vas a quedar sin magia, esto no es algo que podamos resolver nosotros– Kumiho ignoro el pedido de su compañero y continúo tratando de sanar la herida que ella tenía en su pecho

–Es magia prohibida– Erelis tenía una voz imponente, digna del animal sagrado del señor del cielo, Okami cerró los ojos al escucharla, no por ella, sino por lo que decía, esa frase la hacía entender que su señor se había desviado del camino del bien sin que ella se diese cuenta –va a absorber toda tu magia y no podrás sanarla, detente de una vez, ni siquiera mi señor podría retirarla y curarla, esto solo demuestra que el señor de la luna hizo magia prohibida, una magia más dañina que la magia negra, así que detente– Kumiho nuevamente ignoro las palabras de sus compañeros, se negaba a aceptar que ese era el final de Okami.

–Podríamos salvarla si la dormimos, eso nos daría tiempo para encontrar la forma de retirar algo así y descubrir porque no se mueve– Iora soltó el emeici y le puso la mano encima a Kumiho –es una opción más viable que desperdiciar toda tu magia– Kumiho parecía sumido en sus pensamientos observando la llama que estaba creando, no quería rendirse, no podía rendirse, la última lágrima rodo por su mejilla hasta la mano de Okami, aunque no estaban conectados todo el tiempo que habían tenido de amistad le permitía a Okami entender sus sentimientos, Kumiho era, de ellos, el que más había perdido con el pasar de los años, su especie había sido perseguida incluso antes de su nacimiento, por eso se negaba a perder frente a ningún enemigo ni a nadie cercano a él, ella tomó su mano sacándolo de sus pensamientos

–Ya no más, yo tomare el mismo destino que mi señor– Kumiho la vio impresionado –soy responsable de cada uno de los actos cometidos, y de cada uno de los tuyos que se encargó de asesinar– Kumiho iba a replicar pero Erelis lo detuvo colocando una mano sobre su hombro y negando con la cabeza –iré a donde él valla, y asumiré el precio de sus actos– Okami giro la vista hacía Iora –séllenme– Iora iba a objetar su petición, pero se detuvo al ver los ojos de Okami llenos de lágrimas –por favor– el silencio se apodero de ellos, como animales sagrados sabían lo que ella estaba sintiendo por su señor, sabían que la conexión que ellos tenían no le permitían seguir adelante sin su presencia, Kumiho soltó un suspiro y se levantó del piso creando un muro de fuego a su lado, Erelis extendió sus alas y una pared de aire cubrió el piso y el techo donde ella estaba, Iora se puso de pie y un halo de luz cubrió dos de los lados del cubo que estaban formando, los tres fijaron su vista en Isangard que veía con tristeza a Okami

–Lo lamento mucho Okami, fue un honor conocerte– Okami sonrió levente y cerró los ojos, sabía lo que iba a ocurrir cuando escucho el muro de agua formarse frente a ella. Su mente se quedó en blanco, sin ruidos, ni olores, ni sensaciones, no podía escuchar la voz de su señor, y poco a poco iba olvidando todo lo que había pasado, su cuerpo simplemente flotaba entre la nada, no podía percibir el paso del tiempo, ni sentir dolor, solo sabía que estaba viva, pero no podía pensar en nada, era como si poco a poco su mente se estuviese poniendo en blanco.

No sentía frio, ni sentía calor, ni preocupación ni dolor, su capacidad para pensar y para sentir se habían esfumado por completo, no recordaba porque se encontraba allí, ni que había pasado, en su mente no podía ni siquiera imaginar cómo se veía su cuerpo, como se escuchaba su voz, ni siquiera podía esperar el final porque desconocía el principio.

De pronto, una enorme ráfaga de viento la sacudió, sintió un golpe en su cabeza y una sensación muy parecida al dolor se manifestó en su pecho, su cuerpo se erizó al sentir un frio embriagador, bajo sus manos podía sentir el piso duro y el frio de las rocas a su alrededor, ella observo su cuerpo detenidamente, el frio provenía de la ausencia de sus ropajes, lentamente fue tocando cada parte de cara, hasta llegar a su cabeza, apartó las manos de inmediato al sentir sus orejas peludas, al girarse sintió su cola moverse de un lado a otro lo que la asusto, escucho un ruido cercano y se dio cuenta que dos personas la estaban observando, la que estaba más próxima a ella la observaba con unos ojos grises llenos de curiosidad, la otra se escondía detrás de la primera temerosa de la reacción que pudiese tener Okami, con voz temblorosa pronuncio sus primeras palabras sorprendiéndose del tono de su propia voz.

–¿Ustedes saben quién soy? –


Loba LealWhere stories live. Discover now