•|CAPÍTULO 3: EL MANDATO DE LA REINA.

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—Sé que cometí errores.

—Entonces deja de estar lloriqueando cada vez que me llames y culpando a terceras personas. Adelaine te dejo una carta explicando la razón de su partida y que estaría tiempo antes de tomar el avión e irse. No la buscaste por lo que ella actuó.

—Sé que hay algo más—la señale al momento de incorporarme—, no es porque ella justamente esté saliendo con el estirado del director ese.

Ella no me pudo responder ya que a nuestras espaldas las puertas dobles de la pesada madera se abrieron de par en par.

—¡Abuela con todo respeto te mereces pudrir en el infierno!—Angelique entró hecha una furia.

—Creeme que ya lo sé—se encogió de hombros.—¿Cómo crees que he reinado por tantos años? Ahora bajale a tu tono de voz que la única que puede hacerlo soy yo.

—¿Dónde estabas? Desapareciste en cuanto llegamos aquí—mi madre se acercó a ella.

Angie la ignora, sin embargo, la abuela sabe que ella es una bomba de tiempo por la manera en la que mi hermana sostiene el teléfono y la seriedad de su rostro.

—¿Donde estabas, Angelique?—Es el turno de la abuela de preguntar.

—Te seguí—revela ella y Christine levanta el mentón desafiante—. Sé todo, abuela.

—¿Qué es lo que pasa, Angie?—Me interpongo entre las dos visiblemente.

—Vete a tu habitación y no saldrás hasta mañana que es la reunión—le ordena mientras chasquea los dedos y varios de los guardias se acercan.

Mi madre se asusta ante eso y lo único que deseo hacer por primera vez en la vida es desear que Christine deje de una vez su poder a la corona.

—Si sabes lo que te conviene, te mantendrás callada—añade la abuela mientras la señala.

Las lágrimas que bajan por el rostro de mi hermana me confunden tanto que ella niega con la cabeza cuando ve que me deseo acercar a ella.

Se deja escoltar por los guardias saliendo de la habitación dejándonos solos.

—Ustedes me pueden odiar todo lo que deseen, en especial tu, Marcus—habla ella—. Pero a la mala aprendí a dominar mis emociones y por eso estás bajo el mando de la reina. Todos aquí en realidad, mis planes saldrán bien hasta mañana pues me he esforzado tanto porque así siga. Ahora váyanse y nadie saldrá del palacio.

Mi madre es la primera en tomar su bolso tras emitir un suspiro cansado, rápidamente agarre mi saco que descansaba en el respaldo del sofá y la seguí en silencio.

A nuestras espaldas el sonido de las puertas siendo cerradas hizo eco.

—Ve a descansar, hijo. No puedes permitir que los dolores aumenten—me habla con suavidad.

No me puedo permitir estar tanto tiempo bajo el consumo de los medicamentos así sean los dolores punzantes a causa del accidente. Simplemente asiento sabiendo que mi madre está ansiosa de irse a encontrar con mi padre en el jardín para estar más tranquila.

Tengo la información de que mis tíos ya están aquí y que ellos fueron los primeros en venir a emitir sus quejas que como nosotros, no sirvieron de nada.

Avanzo en silencio mirando todo a mi alrededor. Los empleados van y vienen, veo al equipo de comunicaciones entrar a una de las salas con tanta prisa que ni siquiera voltean a su alrededor. Los guardias están cada cinco metros y van y vienen haciendo ver toda esta situación tan irreal.

Subo las escaleras del palacio en dirección a las habitaciones de la familia irritandome ante el silencio ensordecedor que está por todo el lugar.

—¿Marc?—La voz de mi hermana llega del otro lado de la puerta de su habitación.—¿Eres tú?

ANACRONÍA. | 𝗟𝗜𝗕𝗥𝗢 𝗜 & 𝗜𝗜 «𝗕𝗢𝗥𝗥𝗔𝗗𝗢𝗥 𝗦𝗜𝗡 𝗘𝗗𝗜𝗧𝗔𝗥»Where stories live. Discover now