Me gano una sonrisa que hace saltar a mi estómago revuelto.

—Es un apodo lindo, no hay que desperdiciarlo.

—Já. —Río sin gracia—. No es lindo cuando te recuerda a tu infancia.

—Yo creo que sí.

Se hace a un lado para dejarme pasar y decido que esa es una buena señal. Desde que le dije de la cita ha estado distante conmigo y sé que es mi culpa por haber cancelado nuestros planes sin avisarle. Solo quiero a mi amigo de vuelta.

—¿Qué haces aquí? —pregunta sin vueltas y luego añade—: ¿Quieres algo para beber?

Se dirige hacia la heladera y toma una botella de agua mientras yo permanezco casi inmóvil en el centro de su sala.

—No, gracias y vine porque quería verte como Venom antes de que te fueras. Dijiste algo de un culazo.

—Lamento decepcionarte, me vestiré en casa de mi padre. Quiero evitar estar en un traje ajustado por más horas de las necesarias.

Asiento sin saber qué decir.

—¿A qué hora es tu cita? —dice con algo que espero sea interés y no solo buena educación.

—En media hora.

Su ceño se frunce.

—¿Por qué tan temprano? Son las cinco y media.

—Iremos por un helado, caminaremos un poco y luego a cenar.

—Una apuesta arriesgada —suelta con asombro.

—¿Por qué? —pregunto sin entender.

—Porque es una cita larga, podrían no congeniar.

—O es una apuesta inteligente —argumento—. Iremos primero por un helado que es mucho más económico que una cena.

—Tienes razón, aunque dudo que Liam no se pueda permitir una cena.

Me encojo de hombros.

—Pretendo pagar mi cuenta.

—Sí, claro —murmura.

Arqueo una ceja.

—No lo digo por ti —se apresura a aclarar—, lo digo por él. No te dejará pagar. Yo no lo haría.

—Tú no tienes citas —le recuerdo.

—Aun así. —Le da un sorbo a su botella—. ¿Vendrá a buscarte aquí?

—No, nos encontraremos en el parque.

—Eso significa que ya tienes que irte.

Asiento de nuevo.

—¿Sigues enojado conmigo?

—Sí —dice sin titubear—, pero ya se me pasará. No soy rencoroso.

Auch.

—Se me ocurrió una idea —anuncio—. Le he dado vueltas al asunto y creo que sería una buena idea.

—Dime.

—Quizás podríamos desayunar mañana con tus amigos en el aeropuerto, antes de que Noah vuele a Alemania.

—No creo que sea posible.

—Pregúntales —lo animo—. Puede existir la posibilidad.

—Lo haré —me promete y creo ver un atisbo de sonrisa.

—Gracias. Y tienes razón, ya tengo que irme. Envíame una foto de tu disfraz, ¿sí?

—Por supuesto.

De un encuentro y otros cuentosWhere stories live. Discover now