Paralizado por aquella sensación, Draco le acarició suavemente uno de los puñitos, y cuando ella abrió la mano para agarrarle el dedo, sintió como aquel contacto se le metía en la médula.

Aspiró con fuerza el aire y comenzó a soltarlo lentamente, un viejo truco que llevaba años utilizandolo cuando necesitaba centrarse. No había esperado sentir nada por el bebé.

Después de todo, no era hija suya. Y sin embargo, se sentía atrapado por su magia.

Y eso le molesto.

Por supuesto que le gustaban los niños. Siempre le habían gustado, tenía pensado tener un hijo o dos. Pero eso fue antes de que su prometida rompiera el compromiso.

Draco movió la mano pero la niña no le soltó el dedo. En cierto modo se sentía conectado aquella recién nacida de un modo distinto:Ha sido testigo de su nacimiento, y eso cambia todo.

-¿Y como vas a llamarla?-preguntó sin apartar la vista de la niña.

-Pensaba ponerle Bethany o Anny. Pero ahora... Pero ahora creo que se llamará chloe.

-Chloe-repitió Draco acunandola contra su pecho-. Le va bien.

-Así siempre recordaré está noche. Y a ti concluyó.

-¿A mí?

Draco tardo un instante en comprender a qué se refería, pero entonces recordó las historias que le había estado contando mientras ella daba a luz. Los recuerdos que había compartido con su equipo de Aurores en Francia.

-No sé que hubiera hecho esta noche sin ti, Draco-aseguró mirándolo intensamente con aquellos ojos marrones.

Sujetando al bebé con cuidado, Draco se sentó en el extremo de la cama.

-Sí yo no hubiera estado en la taberna, Aberfoth hubiera llamado una ambulancia. Y todo hubiera salido bien.

-Pero no te hubiera tenido a ti a mí lado durante el parto. Tu voz, tu charla me ayudaron mucho.

Ella estiró su mano para pisarla sobre su antebrazo, y Draco hubiera podido jurar que sintió el calor de su contacto hasta la planta de los pies.

-Me alegro de haberte sido de ayuda-aseguró con la voz entrecortada por un emoción inesperada.

Estaba tan conmovido que realmente no sabía que decir. Hasta que se decidió por la verdad.

-No me hubiera perdido está noche por nada del mundo.

Los dos siguientes días pasaron rápidamente Hermione y Draco entraron en una rutina que pronto se hizo demasiado cómoda.

Ella sabía que no debía empezar a depender de su compañía, pero era incapaz de resistirse. Draco tenía unos ojos en los que era imposible no perderse, y el solo hecho de escuchar el sonido de su voz le aceleraba los latidos de su corazón.

Pero todo aquello era provisional.

Hermione abrió la ventana del salón de Andrómeda y asomó la cabeza. El verano comenzaba a abrirse paso. Debería marcharse en aquel instante, antes de que se le hiciera todavía más duro distanciarse de Draco.

Pero entonces pensó que aquello sería como cerrar la puerta de la cuadra cuando el caballo estaba a mitad de camino. Se había acostumbrado a su risa, a su voz, al modo que tenía de mirarla, como si ella fuera la persona más importante del mundo. Nunca había sentido nada igual, y echaría de menos esa sensación.

Detrás de ella, la puerta del apartamento se abrió. Sin necesidad de darse la vuelta, supo que Draco había entrado.

Trago saliva y se giró para verlo. Estaba guapísimo. Aquel día se había puesto el uniforme de Auror y parecía un modelo de anuncios. O un actor de televisión. Pero era más que eso.

Como un rayo de luzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora