—Vaya, eso sí que es ser directa—admite Violeta  mirándola a los ojos.

Chiara tiene la sensación de que se va a desmayar en cualquier momento, el corazón le bombea con violencia en el pecho y el aire parece cada vez más denso a su alrededor, pero ella se mantiene firme. No se mueve y aparenta estar tranquila en la medida de lo posible, no quiere que Violeta se dé cuenta del efecto que provoca en ella, ni de lo nerviosa que la pone ni del miedo que le da que la rechace.

—Vale, pues tengamos esa cita - dice recolocándose la mochila sobre el hombro.

—¡Ahora? —se sorprende Chiara, que pensaba que de ahí, como mucho, saldría con su número de teléfono y la promesa de una llamada que probablemente nunca haría.

—Sí, ahora. Quieres una cita, ¿no?

—Sí -contesta Chiara tragando saliva.

—¿Y tienes algún plan? —pregunta Violeta consultando la hora.

Chiara niega meneando la cabeza de lado a lado, pasmada.

—Acompáñame al coche a dejar esto, aquí cerca hay un bar que está muy bien para tomar algo. ¿Te ape-tece? —propone la policía.

Ahora Chiara asiente sintiéndose idiota, y comienza a caminar detrás de Violeta cuando esta se pone en marcha. Sus ojos se clavan en su culo sin poder evitarlo, le gusta cómo se le ajustan los vaqueros y el modo en que se contonea cuando camina.

Cuando entran en el bar, está bastante lleno y se tienen que conformar con una mesa en el centro, rodeadas de gente. Chiara hubiera preferido tener algo más de intimidad, pero en ese momento agradece el barullo, porque está muy nerviosa y se ha vuelto a quedar en blanco como la otra noche.

Violeta sin embargo, no parece estar alterada en absoluto, está entretenida escurriendo la bolsita de la infusión que le han traído mientras Chiara la observa con ganas de estrangularla.
Ella siempre se ha considerado una persona segura de sí misma, pero Violeta la supera de un modo tan arrollador, que logra desestabilizarla.

—Dime que no me has pedido una cita para sentarte delante de mí y quedarte callada–dice Violeta de sopetón.

Chiara nota como se le seca la boca mientras intenta poner en marcha su cerebro embotado y traicionero.

—No, claro que no -responde tratando de ganar tiempo, en su empeño de esconder el nerviosismo que siente.

Violeta, harta de percibir infinidad de detalles que delatan cuando alguien le oculta algo, la mira y sonríe satisfecha y orgullosa por el efecto que causa en ella. Por mucho que Chiara lo intenta, no ha logrado que no se dé cuenta, la delata el hecho de que no para de humedecerse los labios y se frota las manos con frecuencia.

—No me como a nadie, Chiara- dice y se recuesta en la silla con aire desenfadado, sin apartar la mirada de sus ojos para que no pueda huir de ella.

—No te tengo miedo —afirma Chiara y carraspea.

—Pues no es la sensación que tengo.

—Vale, estoy un poco nerviosa, ¿contenta?

Violeta vuelve a sonreír y esta vez cambia de postura y se echa hacia delante, apoyando los brazos en la mesa para juguetear con sus dedos frente a Chiara.

Se da cuenta de que los tiene helados y se sorprende, eso solo le pasa cuando está nerviosa, aunque ella es una experta ocultando lo que siente.

—¿Qué te parece si para romper un poco el hielo y acabar con esta situación incómoda, me cuentas qué hacías la otra noche sola por el parque?

Kivi- One shots Where stories live. Discover now