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Andrés me llamó dos semanas después de mi liberación. Me dijo que quería hablar conmigo y nos reunimos en su casa, una vez que Erika preparó unas flautas de pollo para invitarme a comer con ellos. Y, aunque no tenía ganas de verlos, no sé por qué terminé yendo a eso de las dos de la tarde. 

Ninguno mencionó algo de lo que había ocurrido en su reunión, pero yo me sentía molesto todavía, más aún cuando vi que Wendy llegó con Lily en brazos, mirándome con una sonrisa tonta, haciendo de cuenta que nada había sucedido.

Cuando mi novia se sentó a mi lado, la pequeña me dio los brazos y la senté sobre mis piernas. Wendy suspiró con fuerza y Andrés dijo que iba a la esquina a comprar cervezas, porque así era nuestra vida: nunca resolvíamos los problemas dialogando, solo lo ignorábamos hasta que dejaba de molestar.

—¿Cómo estás, flaco? —me preguntó con un tono de voz suave, casi sumiso.

—Bien.

—Te he estado llamando en estos días, pero supongo que sigues enojado conmigo… —Su comentario sonó a cuestionamiento, a lo que no respondí—. Erika, ¿nos puedes dejar solos un momento? —le pidió a la novia de Andrés con amabilidad.

—Iré a ayudarle a Andy con las chelas —respondió dedicándome una sonrisa apenada antes de salir de la casa.

—Ivar —me llamó cuando me vio alimentar a su hija con una cuchara.

—¿Te gusta el arroz blanco, Lily? —le hablé a la niña y ella balbuceó algo que no entendí.

—Ivar —repitió—. Ivar, escúchame un momento, flaco. —La miré sin ocultar mi enojo—. Necesito que me perdones por enviarte a la cárcel el otro día.

—¿Solo por eso? 

—Pues… por todo. —Se rio nerviosa—. Ya ves que te dije que andaba borracha y después me puse muy mal con la pastilla del Andrés. No sé qué te dije o te hice para que estés así conmigo, pero te juro que, si me perdonas, yo voy a cambiar, voy a ser mejor. 

—Nah.

—¿Qué significa eso?

—Que me dejes tranquilo, Wendy.

—Flaquito, no puedes dejarlo solo por un tropezón insignificante.

Fruncí el ceño.

—¿No ves cómo me dejaron la jeta esos cabrones? —reclamé furioso, pero no alcé la voz para no asustar a la niña—. Llegaste muy lejos, Wendy. —Exhalé—. Me viste la cara de pendejo con Andrés y luego me encerraron por tu culpa. 

—Y ya te pedí perdón por eso. Ahora solo quiero que estemos bien, que las cosas se hagan a tu manera por el bien de los tres. Porque de ahora en adelante quiero que Lily te vea como una figura paterna, Ivar —anunció—. ¿No es lo que quieres? ¿Ser una familia?

Miré fijamente el plato de comida. Había perdido el apetito y el buen humor de la mañana. Pensaba en Liliana más que en mi relación con Wendy, y algo me decía, casi me gritaba, que yo no era un buen ejemplo, mucho menos un modelo masculino o figura paterna para una pequeña inocente que ya tenía bastantes carencias emocionales.

—Debo hacer unas cosas —murmuré cuando no soporté más las caricias que me estaba dejando en la nuca—. Toma a la niña y llévala a casa de tu mamá porque Andrés no me da confianza.

—Que puto cobarde eres —farfulló cuando le entregué a su hija y ella comenzó a llorar—. ¡A la primera sales corriendo como un puto cobarde! —repitió en un grito histérico cuando caminé hacia la puerta.

Insulina [EN CURSO]Where stories live. Discover now