Prólogo

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𝑹𝒐𝒄𝒄𝒐

Luci yo nos encontrábamos sentados en el jardín jugando con unas flores. Mientras algún sirviente horneaba las galletas, que ella y yo habíamos cocinado para la hora del té. Que viniera de visita alegra mis días. Apenas es una pequeña de cinco años, pero estaba seguro de que le esperaban grandes cosas.

Vi como mi pequeña, luciérnaga, analizaba aquellas flores moradas y decidí hacerle saber que tenía una idea, quería incentivarla a utilizar su magia con las flores que ahora sostenía en las manos, por lo que pregunté.

—¿Por qué, no intentas hacerlas crecer?

Ella levanto la cabeza de golpe y me miro emocionada.

—¡Sii, esa es una brillante idea! —me dijo, con esa sonrisa tan pura y llena de vida que me hizo sonreír al verla.

Aquellas flores que juntos recortamos del jardín de mi mujer ahora habían sido levemente aplastadas a la hora de que ella se puso de pie, se alejó con estas en la mano y las coloco bien acomodadas sobre la mesa de cristal que se encontraba tan solo a unos metros de nosotros. Procedió a desabrochar su brazalete, el cual impedía de su magia reaccionara o explotara ante emociones fuertes.
La vi dejar la andrajosa tortuga en el suelo, para luego estirar sus brazos y colocar sus manos hacia adelante con sus deditos bien rectos.

—Flos crecere ¹ — dijo tranquila, pero aquellas flores y pimpollos no tardaron en comenzar a florecer, y en cuestión de segundos a marchitarse, para luego explotar en una llamarada. Mi velocidad sobrenatural me permitió llegar a ella en un parpadeo y sin dudarlo la cargue entre mis brazos, para luego acunarla en mi pecho y sentirla esconderse en mi cuello, mis ojos no salían de aquel fuego que se apagaba poco a poco y el sonido de su acelerado corazón retumbaba en mis oídos mientras la mimaba.
Su voz baja y sollozante se escuchó con claridad en mi cabeza.

—¡Lo siento! — al levantar la cabeza, con ella aun entre mis brazos, pude ver aquellos ojitos verdes completamente cristalizados, mientras veía lagrimas correr por sus mejillas regordetas. Sus labios me hicieron un tembloroso puchero y sin que pudiera decirle algo ella regreso a mis brazos esta vez prendiéndose con fuerza de mi cuello.
Mientras yo la cargaba y ella apretaba su abrazo a mi cuello, levante la tortuga y mi ahora tranquilo caminar nos guio otra vez hasta la lona de picnic en la que estábamos antes del incidente. Le entregue su peluche y sin ella notarlo volvimos a sentarnos.

—La abuela tiene razón— me dijo llorando desconsolada— Soy un fracaso para la familia y el aquelarre.

La aleje un poco poniéndola derecha sobre mi regazo para que me mirara a los ojos.

—Eso no es cierto, tu abuela es exigente y algo tosca algunas veces, pero yo sé que tú puedes hacerlo, yo confío en ti. Te contaré una historia para que te sientas mejor. ¿Quieres? —ella solo asintió lentamente limpiándose las lágrimas y recostándose en mi pecho mientras estrujaba aquella tortuga tan fuerte que podría hacerlo poner violeta, aunque estuviera relleno de floca.

—Hace mucho tiempo había un hombre llamado Vorstaroth del cual desconoce todo sobre él. Este, como muchos otros, quería más poder, más que lo que un humano podría tener, jamás. —  moví las manos haciendo un gesto de grandeza e hice énfasis en aquella última palabra y ella me miro más atenta.

— esta ambición, que poco a poco se trasformó en una obsesión, lo llevo a buscar una forma de saciar esa sed de poder. Una mujer, Raven, de quien nada se sabe, escuchó un rumor sobre la búsqueda del hombre y tras dar con quien proclamaba desear más poder que nadie en el mundo esta anciana accedió a ayudarlo a cumplir este deseo. El vivir para siempre y ser indestructible. Juntos lograron crear una especie diferente a la humana, Tenebris.

Sangre de Bruja Donde viven las historias. Descúbrelo ahora