EL DIOS DEL AVERNO

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—No es solo el Dios del infierno, también el mentiroso. ¿Por qué no puedo creer que esté dormido? —inquirió la muchacha pasando las yemas de sus dedos por la piel, pero no, no había ni un solo latido, nada que corroborada que estaba despierto ya.

Aun el sueño que Zigor había tenido hacía eco en su cabeza, ¿Quiénes eran esos dos que se habían acercado cuando ellos eran pequeños? ¿Y si eran los Dioses? ¿Y si en algún momento estuvieron despiertos?

—Puede que tenga dos corazones y Elan solo supo de uno —Bromeó Enzo subiendo a la camioneta, ya habían revisado el perímetro, algunos se habían quedado para hacer una revisión más exhaustiva.

Todos se quedaron en silencio mientras su abuelo Uriel manejaba, pasando las catacumbas hasta llegar al estacionamiento del museo, Enzo se encargó de apagar las cámaras y Zigor cargó el cuerpo. Por ahora lo llevarían a la habitación donde habían estado los corazones, era un lugar seguro, había vigilancia, así que él estaría siendo observado todo el día.

Nadie habló, todo iba en silencio, cuando llegaron a la habitación, Agni preparó el sillón de cuero que había ahí, y Zigor lo acostó, lo acomodó. Todos se quedaron viéndolo, ¿Qué debían hacer?

— ¿Qué es lo que se cuenta de él?

—Elan le dio el infierno por usar un tipo de magia oscura, él podía usar las almas a su conveniencia —explicó Agni viéndolo, tenía una apariencia de un ángel. Se podría decir que era el mismo diablo que estaba acostado en el sillón de cuero—. También se cuenta que era justo con las almas cuando estaban en el infierno, como toda deidad; tuvo sus momentos buenos.

—No me importa la clase de Dios que haya sido, quiero que esta habitación esté protegida, quiero seguridad afuera y las cámaras encendidas —ordenó Uriel saliendo de la habitación dejando a los hermanos solos.

—Agni, te veo en mi oficina, daré órdenes para que el museo tenga doble seguridad, en especial este salón. —Zigor lanzó una mirada significativa a su hermana, otra fría para Enzo y Liev.

Los mellizos quedaron en silencio observando al Dios, después la joven soltó un suspiro y salió de ahí, su hermano la siguió y ambos cerraron con el código de seguridad aquella habitación. La joven fue directo hacía enfermería y Enzo no dejó de seguirla, en silencio y ella se estaba cansando de la persecución.

Cuando la enfermera terminó por curar las heridas, ella lo miró fijamente, su hermano alzó una ceja con media sonrisa burlona en los labios. Todo falso.

— ¿Qué pasa? —preguntó ella con curiosidad, quiso que su voz saliera suave pero terminó siendo un gruñido que en respuesta su mellizo soltó una risita sentándose y cruzando los brazos—Habla, hazlo de una vez que ya me estoy cansando de ver tu fea cara.

— ¿Desde cuándo hay una unión con Zigor? —inquirió—. Y no me vengas con las mierdas de que son hermanos y deben apoyarse. Porque sabes que él es un hijo de su madre y cada que ha podido nos ha dejado tirados. Así que, dime qué está pasando.

Ella no podía decirle que estaba sucediendo. No podía, aunque quisiera.

—Es mi hermano mayor y tanto como tú, también perdió a mamá. Quiero poder darle el cariño que todos le han negado —parte de eso no era mentira. Quería acercarse a su hermano, que supiera que no estaba solo, que la tenía a ella, ya hasta se había olvidado porque comenzó a tenerle miedo, porque se alejó de él.

—Mientes muy mal, Agni, recuerda que te conozco.

— ¿Pero qué te pasa a ti? ¿Por qué estás tan molesto? Parece que odiaras a Zigor, ¿es eso? —la sonrisa de Enzo se esfumó, se puso serio y se acercó lo suficiente a ella.

EL MAR TE ESCUCHA (I)Where stories live. Discover now