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Wendy volvió a las calles, me lo confesó mientras bebíamos en la casa de Andrés, en otra de sus reuniones. Me molestó que no le hubiese importado el hecho de que yo no estaba de acuerdo, pero según ella, lo hizo porque estaba muy comprometida en nuestra relación, y dijo desear vivir conmigo lo más pronto posible. Estuve molesto toda la noche, evitando su mirada y tratando de calmarme. Ella se hallaba con Erika, la novia de Andrés, charlaban y bebían a lo lejos, yo me encontraba con Andrés, Juanje, Charlie y Arturo.

—¿Por qué la jeta? —me preguntó Andrés al notar que no estaba prestando atención.

Negué con la cabeza y me encogí de hombros. Me daba vergüenza decirles que Wendy andaba en las calles de nuevo.

—Estoy aburrido —mentí.

—Pues yo tengo la solución para eso. —Me guiñó el ojo mostrándome un sobre con algunas píldoras—. Siempre dices que no, siempre te freseas cuando saco. 

—Sabes que soy muy pendejo como para encima ser drogadicto. 

Se rio.

—Eres un maricón —dijo entre risas—. Tu vida ya es un puto asco. ¿Qué puedes perder a estas alturas? 

—No quiero meterme nada. Estoy bien así…

Andrés alzó una mano para hacerme callar; luego buscó a Wendy y, ante mi sorpresa, la llamó:

—¡Wen, ven aquí! —Me miró con una sonrisa, antes de decir—: Mira cómo una pinche vieja tiene más huevos que tú. 

Ella se acercó con una sonrisa. Yo le hice un gesto con la cabeza para que no le hiciera caso a Andrés.

—¿Qué pasó, chicos? 

—Aquí el maricón de tu novio no quiere una inofensiva mentita para refrescarse —dijo él, señalándome—. Le dije que tú tienes más huevos que él, ¿verdad, bonita?

—Wendy —la llamé y le negué con la cabeza cuando ella tomó entre sus dedos una píldora.

—Eres un niñito, uno muy pendejo, Ivar. —Se tragó la píldora y ambos se rieron al unísono—. Tómate una y deja de ser un bebé llorón, flaco.

—Estás bien pendeja —espeté.

—¿Sabes que me dijo el otro día? —se dirigió a Andrés entre risas. El otro le preguntó con un movimiento de cabeza y una sonrisa burlona—. Me dijo que no quiere que ande de puta porque dice que no lo merezco… Dijo que se iba a meter a una fábrica a trabajar porque le pedí dinero para hacerme las uñas. 

Negué con la cabeza y me rasqué la mejilla mirando hacia la entrada de la casa porque, en ese momento, solo quería irme al escuchar sus carcajadas. 

—¿Volviste a las andadas, bonita? —cuestionó Andrés. Ella le asintió con la cabeza—. Piensa en algo chido: tú, Erika y yo en mi cuarto, en mi cama… 

—Wendy, vamos a casa —exigí, provocando que Andrés estallara a carcajadas.

—Ve tú, yo te alcanzo en un ratito, flaco. ¿No ves que estoy haciendo negocios? 

Insulina [EN CURSO]Där berättelser lever. Upptäck nu