3. Entre el pasado y el presente

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Contrario a lo que imaginaron, Lucine y Kathleen se encontraron con un escenario un tanto... peculiar.

Mágicamente, el trozo de papel recibido en sus puertas las condujo al lugar de encuentro, pero no era ese "jardín secreto" del que el mismo hablaba, sino de un extenso terreno a las afueras de la ciudad. Era una construcción que daba la apariencia de haber quedado detenida en el tiempo, justo en el siglo XVIII. El portón que se alzaba cerca de cinco metros, la entrada con un enorme jardín frontal rodeado de todo tipo de flores, arbustos y figuras de cemento de apariencia singular, eran invisibles  ante los ojos de cualquier mortal.

Al bajar del auto, que era conducido por Kath, un anciano con gesto estoico las recibió e indicó el camino al interior de la propiedad. El recibidor era enorme y muy ostentoso para el gusto de la propia Kath. Lucine, por su parte, observó todo su alrededor con gesto crítico y analítico. Llegaron al salón, una enorme habitación que al frente contaba con unas escaleras de caracol a cada lado, ya repleta de una cantidad rebosante de "gente". Aunque no podía creer el número de asistentes, no le sorprendía encontrarse con tantos vampiros en un mismo espacio; sin embargo, sí le resultaba asfixiante.

—¿Por qué diablos hay tantos? —gruñó Kath.

A decir verdad, Blanchet y Novak eran las únicas de su especie que podían convivir entre ellas y tolerarse. Kath sentía tanta aversión por los de su misma especie que a Lucine no le resultó una sorpresa escucharla gruñir de esa manera.

—Guarda la compostura —pidió en un susurro severo, aunque fue más que todo un consejo brindado de buena voluntad, mismo que fue recibido de la misma manera.

Se obligaron a sí mismas a esperar en silencio, a no demostrar ningún tipo de gesto, a simplemente mantenerse con la  guardia alta porque, ante el primer descuido, estaban seguras, algo malo sucedería.

—¿Trajiste el envase? —volvió a hablar en un susurro, la rubia asintió en respuesta—. Bien, no lo saques, mantenlo guardado. Algo me dice que va a ser de utilidad.

Kath frunció el ceño ante sus palabras, pero prefirió no preguntar al respecto. Si algo tenía Lucine que Kath no podría nunca discutirle, era ese extraño sentido de percepción que se inclinaba más a la premonición. Algo extraño iba a suceder, no sabía el qué, pero Lucine lo presentía y estaba lista para luchar de ser necesario.

Entonces, de manera repentina, un hombre de porte alto y piel sumamente pálida se presentó ante los invitados. Lucine sintió todo su ser estremecerse ante la nueva presencia.

—Buenas noches, mis queridos hermanos y hermanas —Kath gruñó por lo bajo ante las palabras iniciales—. Es un gusto y placer contar con ustedes en esta noche tan maravillosa —extendió las manos a lo alto y como si esa hubiese sido la señal, las cortinas que yacían a sus espaldas se corrieron de lado y lado, aunque no mostraron nada más que una pared adornada con un enorme cuadro en el centro de la misma—. Para despejar sus dudas, sepan que pueden llamarme Auritz Constantin —se presentó.

Pocos segundos después, anunció que al término de la velada tenía preparado algo muy importante que, esperaba, resultara ser del agrado de todos.

—Ese tipo parece un demente —comentó sin tapujos Kath a Lucine, después de haber aceptado una copa de champaña. La morena, en lugar de contestar, permaneció en silencio, siguiendo con atención cada uno de los movimientos del anfitrión—. ¿Lucine?

La mencionada giró en dirección a su amiga, aunque no dejó de echar breves vistazos al más pálido de todos en ese lugar.

—¿Sí?

—¿Estás bien? —el gesto fruncido ante la incomprensión llevó a Kath a explayarse un poco más—. Desde que ese tipo se presentó no has dejado de mirarlo, y guardas silencio como si... —se cortó, no porque no tuviera más para decir, sino porque sus sentidos detectaron el acercamiento de un tercero entre ellas. Maldijo—. Lucine, creo que será mejor que nos vayamos.

Inmortal #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora