1. Los recuerdos de Lady Alicent

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Alicent se quedó acostada en la incómoda cama del camarote con la cabeza dándole vueltas sin poder creer el como habían sucedido las cosas esos últimos días.

Sintió que el estómago se le revolvía al recordar las cosas que dejó atrás.

Su título, su padre, sus hermanos, Rhaenyra...

Pero no pudo hacer nada.

Se dio vuelta para mirar hacia la puerta, las ganas de vomitar aumentando.

La Reina había muerto hace algunas lunas, Alicent no podía recordar cuántas.

Rhaenyra había estado desconsolada, por lo que Alicent había intentado permanecer a su lado el mayor tiempo posible.

Un sollozo se escapó de los labios de la joven al recordar una de aquellas tardes.

Rhaenyra había estado llorando en su regazo, utilizándola como un ancla para estabilizarse.

A la Hightower no le importó, intentando consolar a su mejor amiga.

—Eres mi mejor amiga, Alicent. Te quiero —le había dicho entre sollozos.

El llanto de Alicent aumentó al recordar como su padre la había mandado a llamar luego de aquello.

La pelirroja siempre fue alguien devota a sus padres, por lo que obedeció sin rechistar.

Se presentó frente a él con una dulce y suave sonrisa.

—¿Dónde has estado? —le había preguntado con dureza.

—Con Rhaenyra, ella ha estado desconsolada por la muerte de su madre, y como yo perdí la mía también...

—Oh, mi dulce e inocente hija, sin ningún gramo de maldad en tu hermoso cuerpo —se había acercado a ella y le había besado en la frente—. Estoy segura de que puedes ser un consuelo para alguien más.

—¿Para quién, padre?

—Para el Rey, ha estado muy triste desde la muerte de la Reina Aemma, estoy seguro de que podría ponerte uno de los vestidos de tu madre y llevar un libro para... Consolarlo.

—Pero padre, es tarde en la noche, tendría que ir a sus aposentos y eso podría malinterpretarse.

—No importa eso, siempre has sido una joven devota y obediente, y espero que lo sigas siendo —había dicho apretándole las muñecas.

—Si, padre. Solo tengo que leerle ¿Verdad? —se había atrevido a preguntar la joven.

—Por supuesto, hija mía. ¿Qué más querría que hicieses? —Lo había dicho con un tono suave y sedoso que convenció a la joven, la cual no se había prestado de la mirada ambiciosa de su padre.

Alicent usó uno de los vestidos de su madre esa noche, y aunque no se sentía cómoda, estaba segura de que su padre jamás haría algo que pudiera lastimarla.

Había tomado un pesado libro entre sus delgados brazos e ingresado a los aposentos del Rey, dónde empezó a hablar con él y consolarlo.

Estuvo bastante tentada a contárselo a Rhaenyra, pero temía ver el enojo en aquellos ojos violetas, por lo que prefirió guardar silencio.

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⏰ Last updated: Mar 23 ⏰

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