Capítulo 2: Desde otro punto de vista

Comincia dall'inizio
                                    

—Sí sabes que los pasajes son gratis con esa tarjeta, ¿verdad?

—Estoy intentando agradecerte —insistí, alzando la mirada hacia él.

—Ya lo has hecho.

—No es suficiente. Necesito compensártelo. Al menos déjame invitarte a cenar o algo —propuse.

El chico se incorporó en toda su altura cruzándose de brazos. Me sentí observada tras esas gafas oscuras, con solo el vistazo de la sonrisita traviesa con la que me miraba.

Me sonrojé al instante y empecé a tartamudear, recordándome por qué no acostumbraba a interactuar con personas que no conocía.

—Yo... quiero decir... yo solo estaba...

—¿Quieres agradecerme lo que hice por ti? —preguntó, y sin esperar mi respuesta, continuó—: Acompáñame a la cima.

—¿Qué?

—Sube conmigo hasta arriba y tu deuda estará pagada. —Con su dedo índice, apuntó la parte más alta de la iglesia.

Alcé la mirada hacia las escaleras de caracol, que bordeaban la torre que llevaba hasta la cúpula. Un barandal metálico rodeaba el ascenso, lo suficientemente alta para dar seguridad a los que se atrevían a continuar, que por lo visto, no eran tantas personas como yo pensaba.

—¿Qué dices? —insistió, llamando mi atención.

—Bien, puedo hacerlo. —Alcé el mentón con orgullo—. Unos cuantos escalones no van a detenerme.

Mi acompañante sonrió con una carcajada agradable y con un gesto de su cabeza me pidió que lo siguiera hasta el inicio de la subida.

—Gracias por hacer esto conmigo...

—Sam —respondí, ante la pausa que hizo de forma evidente—. Samantha Ricci.

—Samantha —repitió, marcando su acento en la letra «S», dándole una sensualidad al sonido de mi nombre que no estaba acostumbrada a escuchar. —. Soy Iker, mucho gusto.

—Iker —repetí dándole una mirada por sobre mi hombro mientras subía al primer escalón—. ¿Cómo el futbolista?

—Sí, como el futbolista —respondió con voz aburrida pero no molesto. Como una respuesta automática cada vez que se presentaba.

Ocupó el espacio que había entre la pared y yo y empezamos a subir, inmersos en un silencio agradable.

—Esto da un poco de miedo —comenté, asomando la cabeza por el borde del barandal para evaluar la altura a la que nos encontrábamos—. ¿No crees?

—Que sería de la vida sin riesgos.

Algunos turistas que venían de bajada nos obligaban a movernos hacia la baranda, para hacerles espacio.

—¿Y qué te trajo a Dinamarca? —pregunté, mirando sobre mi hombro.

—Turismo —respondió Iker sin despegar la vista de la ciudad. A esta altura el viento soplaba con fuerza, revolviéndole el cabello rubio oscuro—. Me propuse hacer tour por Europa. Esta fue mi primera parada.

—¿¡De verdad!? —exclamé—. ¿Qué otros países planeas visitar?

—No lo sé. Ya lo decidiré luego.

Me detuve en medio de la escalera y me giré de golpe. Aunque nuestra diferencia de estatura no era tan amplia, estaba a un escalón por encima de él, lo que me dejaba a la altura perfecta de su rostro.

—¿Cómo que lo decidirás luego? —cuestioné, pero solo se encogió de hombros—. No me lo puedo creer.

Di media vuelta y continué con la subida, sacudiendo la cabeza con desaprobación.

Donde el sol se escondeDove le storie prendono vita. Scoprilo ora